Capítulo 4

71 8 0
                                    

Anoche platiqué con mi hermano, tiene miedo de mi madre, piensa que puede matarme con las golpizas que me da. Y es que ahora que tiene mes y medio de la desaparición de Roberto se ha vuelto más histérica y borracha. Me golpea y me grita por todo y me pongo más nerviosa logrando sólo hacer las cosas mal. Trato de calmar a Manuelito diciéndole que lo podré soportar porque papá me envía fuerzas. Pero es sólo un niño pequeño y es difícil disipar su miedo.
La verdad, a veces yo también tengo miedo de morir en manos de mi madre. Sigo planeando cómo salir de aquí, encuentro más de diez maneras, mi madre lo facilitaría mucho cuando se quedara dormida después de beber tanto alcohol, pero me freno al pensar que tendré que escapar con mi hermanito y no tendremos dónde refugiarnos de la noche, el frío y de personas malas que quieran seguirse aprovechando de nosotros. Por el momento, es mejor aquí, al menos es mi madre quien me maltrata porque esos desgraciados aun no regresan.

Hoy cumple cuatro años Manuel, así que le preparo su comida favorita: frijoles con chicharrón guisado. Lo baño y le pongo la mejor ropita que tiene y esperamos a que llegue mi madre para festejarlo pero, por más que esperamos ella no regresa, nuestro estómago ruge de hambre, así que mejor nos sentamos a comer. No esperábamos que en ese momento entrara Roberto, todo borracho, -¿y la perra de tu madre? ¿Es que se fue con otro macho y los dejó para servirme? Jajaja- me gritó
-Se... Se fue a la tienda- mentí para que no nos hiciera nada. Entonces se fue de nuevo y aprovechamos para terminar de comer y lavar los trastes. Nos fuimos al patio para escondernos en las ramas del árbol y así no nos encontrara al regresar. Pero llegó la noche, y con ella la oscuridad. Manuelito tenía miedo y sueño, así que decidí que bajaríamos y nos acostamos para dormir en aquella cama de paja.
Sobresaltada me desperté cuando unas ásperas y calientes manos tiraron de mi cabello para levantarme... Con horror me di cuenta de que mi tormento empezaba de nuevo.

-Sal de la cama, bastarda mentirosa. ¡Dime a dónde fue tu madre o ya verás! Tengo ganas de una mujer en mi cama y si ella no está tendré que conformarme contigo-
-Ya te dije que fue a la tienda y no sé por qué no ha regresado. Ya no debe tardar en venir- mentí de nuevo y traté de parecer convincente, pero por dentro, mi alma temblaba de miedo y dolor, sabía lo que venía después...
-Vente conmigo a mi cama, ni crea esa maldita que la voy a esperar hasta que quiera... ¡Y apurate que me urge!
Volví a abrigar a mi hermanito y salí en dirección a su cama...
En cuanto entré, me arrancó la ropa y empezó a tocar mi tembloroso cuerpo, no podía evitar tratar de quitarme para liberarme de sus garras, pero sólo logré enfurecerlo más, me abofeteó, tiró de mis largos cabellos y me montó en su cama. Yo no paraba de llorar, pero sabía que aunque le suplicara que me dejara en paz no iba a importarle y me trataría peor. Cuando estaba colocandose dentro de mí, mi corazón pedía con fuerza morir, ya no quería seguir llevando esta vida, mi madre entró. Sentí la salvación y la felicidad se adueñó de mi ser...
-¿Marien?... ¿Qué haces en mi cama maldita bastarda? Quieres robarme a mi hombre y no te lo permito. ¡En este momento te largas de aquí y no quiero verte rondando a mi hombre ni mi casa, estúpida malagradecida!-
Me gritó cuando yo no había hecho nada, mi bebé y yo éramos víctimas de esos seres tan crueles y de mi madre que en lugar de madre parecía un verdugo.
Me tomó del brazo y casi me arrastró a la calle, totalmente desnuda. Mis lágrimas brotaban de mis ojos como fuentes de agua, no tenía más familia que Manuelito y ahora él se encontraba solo, a disposición de Damián y Roberto; y yo, sin mi ropa, con frío y en la calle. No puedo creer todavía lo que acaba de pasar.
Espero a que apaguen las luces para poder entrar de nuevo a través de la malla que hace de cerca en el patio, entro a nuestro cuarto y me visto.
Me acosté con mi bebé después de buscar ropa y meterla en una bolsa, pero no pude dormir a pesar de que las pestañas me pesaban y en menos tiempo del que imaginé el cielo empezó a aclararse, supe que estaba por amanecer, tomo a mi hermanito de cuatro años y salimos sin ser vistos de esa casa en la que tanto sufrimos. No sé a dónde ni qué nos espere, pero le pido fuerzas a papá.

BUSCANDO LA LIBERTADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora