Capítulo 9

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Tal vez el doctor se enteró de que venimos de Río Blanco y quiere devolvernos. ¿Y si no sabe nada y sólo quiere que lo acompañemos?

Mejor le pregunto a Rosi si sabe algo... Pero ya llevo diez minutos buscándola pero no aparece, mis nervios me ponen a sudar frío, estoy a punto de darme por vencida e ir a cambiarme cuando veo una melena azabache ondear con el viento y presurosa hacia mí. Tengo que hacer algo para evitar que nos lleve a Río Blanco.
-Ay, niña ¿dónde te habías metido? Tengo rato buscándote, el doctor me ha pedido que los prepare para ir al otro pueblo.- se apresuró Rosi a informarme.
-Disculpa Rosi, ¿sabes para que quiere el doctor llevarnos? ¿qué pendiente tiene por allá?- le cuestiono con la esperanza de que me responda honestamente.
-Lo siento Marien, no puedo decírtelo.-
Insisto de nuevo -Anda, dime. Prometo no decirle a nadie. Por favor...- le suplico juntando mis manos y brincando como la niña que soy. Creo que le provoca gracia porque ríe y lo suelta de una vez. -Te voy a decir, pero a nadie debes decirle. Entendido Marien? Si lo dices, el doctor puede regañarme por arruinarlo todo.-
Mis nervios se crespan y cuando estoy apunto de llorar...
-El doctor quiere llevarlos a Río Blanco para comprarles esos juguetes tan bonitos que venden allá.- dice por fin y mi corazón toma su ritmo normal. ¡Qué susto me ha metido esta muchacha!
Entonces decido de inmediato contarle al doctor Ángel lo que nos ha sucedido a Manuelito y a mí desde hace dos años. No espero más y salgo corriendo en la búsqueda del doctor. Estoy segura que nos protegerá y si no, podemos escapar de nuevo.
-¡Buenos días, doctor!- lo saludo a gritos cuando lo veo a lo lejos mientras corro a su encuentro. Siento el corazón en la boca porque no sé como va a reaccionar.
-Buenos días, Marien- me sonríe- ¿por qué no estás lista? Mientras estén viviendo en esta casa conmigo son como mis hijos, y quiero que cuando salgan estén bien vestidos. Así que dime, ¿Por qué esta niña tan bonita prefiere venir a hablar conmigo que estarse poniendo más linda?-
¡Momento! ¿Dijo "como sus hijos"? Eso me da el valor que necesitaba -Lo siento, doctor tengo urgencia de hablar con usted, pero en donde no escuche nadie, es muy importante.-
Sonríe y como si nada, me dice que hablaremos en su oficina. Y los dos vamos a allá.

-Bueno, Marien... Soy todo oídos.- sonríe y veo que no sabe nada de lo que voy a hablarle. Tomo aire y respiro...
-Por favor doctor, lo que voy a decirle es serio. No me interrumpa para que pueda contarle. Cuando Manuelito tenía un año mi papá falleció, entonces mi mamá buscó un trabajo para mantenernos a mi hermano y a mí, pero con los días se volvió una alcohólica a la que todo la hacía enojar, me gritaba y me golpeaba cada vez que podía, desde pequeña sentía que no me quería, en cambio mi papá siempre me abrazaba y me decía que me amaba. Al poco tiempo llegó a casa con un hombre llamado Roberto y nos dijo que nos iríamos a vivir con él, que sería nuestro nuevo papá y que nos cuidaría a los tres, ese día pensé que podíamos ser felices de nuevo, que mi madre dejaría de maltratarme... Pero, todo empeoró, ahora no sólo era ella quien nos maltrataba, sino Roberto y su hijo, Damian. Primero ella me obligó a cocinar, lavar y planchar para todos mientras ella trabajaba y luego se iba a emborrachar, tenía que hacerme cargo de todo, comprar la comida, asear la casa, preparar desayuno, almuerzo y cena, cuidar de Manuelito, lavar la ropa en el río y plancharla. No pasó mucho tiempo cuando Roberto abusó de mí la primera vez, yo lloraba y le suplicaba que no lo hiciera, pero con su fuerza y sus golpes me calló, tocó y besó todo mi cuerpo, no dejó espacio limpio en mí y después hizo lo que quería. Luego fue Damian quien aprovechando que ni su padre ni María estaban, me encerró en un cuartito que Roberto había hecho en el patio de la casa para Manuelito y para mí, me sentó en la cama de paja y me obligó a besarle sus partes, como primero me negaba sacó un cinto y me golpeó... Tuve que hacerlo, luego se quitó la ropa y también expuso mi desnudez, besó también mi parte más íntima mientras yo lloraba por la impotencia, abrió mis piernas y se metió en mi de forma cruel, sentí que no sólo me desgarraba el alma... Y así pasaron esas cosas conmigo durante muchas veces, no sabía qué hacer porque cuando le dije a Maria que Roberto me había acariciado el pecho no me creyó, me gritó cosas horribles y me amenazó con golpearme y quemarme la boca si volvía a decir eso. Pero lo peor... Lo peor fue cuando Manuelito cumplió tres años, Damian lo encerró en ese mismo cuarto asqueroso aprovechándose de que yo había ido por el mandado. Cuando regresé ya era muy tarde para mi hermano, lo escuchaba gritar y llorar desde afuera, yo le pedía a Damian que se detuviera, traté muchas veces de abrir la puerta para rescatarlo, pero no pude. Él se había llevado la inocencia de mi hermano también. Ese día tuve que cuidar sus heridas y cuando Roberto llegó volvió a abusar de mí. Ese fue el peor día de nuestras vidas. Sabía que había gente mala, pero ellos tres son monstruos...
Luego, un día, Roberto se fue de la casa y no apareció por mucho tiempo, Maria se puso peor, más violenta conmigo y más borracha. Se desquitaba conmigo, hasta me llegó a sacar sangre de la nariz. Pero de pronto, una mañana Roberto llegó y para la noche, como Maria no llegaba, me levantó de la cama del cabello y me llevó a su cuarto, cuando estaba abusando de mí, la puerta se abrió y Maria entró... Sentí la salvación cuando pronunció mi nombre, pero luego, sentí morir cuando me jaló del cabello, me gritó que no le quitaría a su hombre, me sacó desnuda a la calle y me dijo que no quería volverme a ver. Esperé que las luces de esa casa se apagaran y entré al patio por una abertura que quedaba en la malla que separaba a la casa de la calle, me puse ropa y salí de madrugada con Mauelito, sin rumbo fijo, sólo caminamos y caminamos hasta llegar a San Benito.- me di cuenta de mi mirada perdida recordando lo pasado- Lo demás usted ya lo sabe, doctor. Es por eso que no queremos ir a Río Blanco.- terminé mi relato y lo miré expectante, no sabía lo que haría...

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