-Buenos días- le susurro después de un tierno beso.
-Buenos días- le respondió ella de espalda a él, mientras se acurrucaba más en su pecho desnudo, con un suave ronroneo de satisfacción.
-Eres tan deliciosa- dijo en un gemido - Me encanta levantarme así por las mañanas.
-Igual a mí.
Eso era lo que adoraba serena, las manos de él en sus senos desnudos, su miembro entre sus nalgas, el calor de su cuerpo abrasándola completa. No hay mejor forma que despertar que aquella.
-¿Me contaras?- le dijo mientras pasaba sus labios por los trazos de su espalda.
El cuerpo lo tenía agarrotado, la suave brisa cortaba su piel, el frio era insoportable, las lágrimas la lastimaban más. Alzo la mirada y vio un rostro enmarcado por un largo cabello plateado, facciones finas y masculinas. Aquel hombre le tendió la mano, pero ella no tenía fuerza.
-Cierra la mano de esta forma... ahora suelta el golpe- le dijo con voz suave.
-No quiero- fue su frágil respuesta.
-¡Pues tendrás que hacerlo!- la miro con pena -Así se sobrevive.
-No arruines el momento, por favor- le dijo ella con voz suave, dejando su pasado como debía quedarse, en el pasado. Ellos se entendían de un modo extraño, pero se entendían.
La beso con adoración, pasando sus labios por su espalda, saboreando la piel suave y tintada, saboreando con su lengua el contorno de listones negros, aquellos que tatuados en su piel unían a los astros; aspiro deleitándose con el dulce aroma que emanaba el cuerpo de su amante. No había más palabras para describir su relación. Ellos lo sabían, no eran amigos, tampoco novios, eran amantes, pero no solo en un plano sexual, su relación implicaba más y ante esto se sufría más.
Lo habían intentado, amarse, corresponderse, cambiar de pareja, pero no funcionaba. Siempre era lo mismo, Serena había conocido a muchos chicos, fue a la cama con todos ellos, pero ni uno le hacía vibrar, ni añorar su cuerpo, sus caricias, sus besos, sus manos, nada de aquellos, que sólo lograban saciar un poco su exuberante apetito sexual, lograba hacer mella en ella. No los recordaba, tampoco tenía la cuenta exacta de cuantos amantes tuvo desde que inició su vida sexual a los catorce años de edad. Igual pasaba con el joven español, no recordaba cuantas mujeres pasaron por su cama, no importaba cuantas veces se quisiera alejar de la nipona rubia, siempre quedaba en el mismo lugar, en los brazos de esa niña de sueños y anhelos rotos.
Y ella, siempre se acurrucaba y desahoga su dolor junto a él. "Las penas compartidas, aminoran el dolor" le solían decir, pero entre ellos las penas compartidas aumentaban la dependencia, la insensatez, y sobre todo el sufrimiento de impotencia, de no poder hacer más, por alejarse el uno del otro.
La pasión de horas antes revivió con mayor intensidad, se perdieron entre besos y caricias, entre susurros y gemidos, entre deseo y ardiente pasión. Silenciosos en sus grititos de placer, escalas máximas de satisfacción, entrega incompleta, pues nunca, aunque lo dijeran a veces, seria completa. Para que fuera completa debían entregar el corazón, y ambos sabían que eso era algo imposible.
Siguieron lo empezado en el baño, encima del retrete, en la ducha, en el suelo, en cada pequeño rincón del inmenso cuarto de aseo. Terminaron con otra ronda en la cama, con sus cuerpos mojados, cansados y saciados, pero ambos sabían que había un mundo detrás de esa habitación testigo de sus horas de derroche pasional.
-Aunque he disfrutado nuestra maratón de sexo, hay cosas que debemos...- empezó él a explicar ,ella lo miro de forma seria a través del espejo de su tocador, donde cepillaba su largo cabello.

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Recuerdame
FanfictionFue su último deseo, lo pidió desde el fondo de su corazón. Solo necesitaba una oportunidad...Una mísera y última oportunidad, pero nada fue como lo planeo, algo o alguien intercedió. Destinos separados, momentos olvidados, sentimientos no correspon...