13 Serena Ogawa

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Verla de aquella forma le rompió el corazón. Podía insultarla a sus espaldas una y otra vez solo para complacer a quien amaba, podía ignorar el hecho de ser causante indirecto de su desdicha, podía aparentar indiferencia, fingir que cada marca de su cuerpo se la merecía, podía decir mil veces que ella solo era un cheque más en su cuenta bancaria, pero él sabía que era mentira.

Serena significaba mucho para él, podría decir que la amaba más que a su propia familia y ¿Cómo no hacerlo? si siempre la considero su primer amor, aquella que te enamora solo con tocar tu mano, quien te da una sonrisa y quieres poner el mundo a sus pies.

En aquel tiempo la admiro por su entereza, por su orgullo y la manera tan apasionada en la que defendía a los suyos a costa de su propia vida.

Y ahora, por más que se le viera fría y arrogante, siendo sincero consigo mismo, la realidad era que la seguía amando; él sabía que esa actitud era su manera de protegerse, de proteger a los pocos que ella amaba, evitándoles sufrir el infierno por el que ella había pasado, por el que sigue pasando.

¿En algún momento podría vivir en paz?

No tenía respuesta a ello, pero esperaba con todo su ser, que se le dirá un poco de paz a su desdichada y maldita vida.

La vio ahí, frente a él, tan preciosa como siempre, solo una carpeta en su mano y toda su indumentaria en color negro. Zapatos de tacón- estaba seguro que eran de suela roja- vestido entallado sin mangas, guantes, lentes de sol y sombrero de ala ancha.

Era pura y completa elegancia, con esa aura peligrosa e imponente.

Que diferencia de aquella jovencita casi mujer, tratando de mostrar el odio en su mirada y fingiendo un tono de voz arrogante...

Pretenciosa, fue lo primero que pensó al verla por primera vez, pero la realidad era otra, solo era una niña asustada. Eran otros tiempos, aun no tenía las herramientas para defenderse, pero en la actualidad ella era otra.

Los años, la edad mental y emocional, todo en ella había cambiado, era rencorosa, orgullosa y peligrosa.

-¿Me dejara pasar?- pregunto ocultado su exasperación- o pretende dejarme en el marco de la puerta.

Él no respondió, solo se hizo a un lado dándole paso.

-Bonita casa- alago, en cambio él seguía callado, cauteloso sin saber que decir o hacer.

-Pasemos a su despacho- se escuchó casi como una orden, pero así era ella.

- Imagino tiene uno- aseguro, pero él no respondió, prefirió darle la espalda y hacer que le siguiera.

Ya estando en el mismo, ella con total confianza, sin esperar algún ademan de él, tomo lugar en una de las sillas frente al escritorio, espalda recta, tobillos cruzados.

Reiteraba, era elegancia en su máximo esplendor.

No se había sentado, cuando ella había iniciado la conversación.

- Siento mucho el venir directamente aquí y no a su oficina- le dijo mientras se quitaba los guantes, el sombrero de ala ancha que revelaba un peinado bastante elaborado y los lentes que trataron de cubrir tal vez un castigo que ni siquiera el maquillaje pudo ocultar.

-Pero comprenderá que es una situación de suma urgencia y que prefiero se maneje con total confidencialidad, por lo que no deseo nadie me vea entrar a una firma de abogados.

Trataba de seguir el hilo de sus palabras, pero le era casi imposible viendo su estado. Podía apreciar su hermoso rostro de angel todo mallugado y ya de por si sus brazo izquierdo lleno de heridas lo tenían desconcentrado, era la segunda vez en el tiempo que llevaba de conocerla que la veía mostrar la piel superior de su cuerpo, sobre todo si esta se veía lastimada.

RecuerdameDonde viven las historias. Descúbrelo ahora