En la tarde del viernes, Ilse y yo estábamos sentadas en nuestra habitación. Ella leía una historieta
de Ásterix y yo una del Pato Donald. Ella estaba tranquila, pero a mí las manos me temblaban tan
fuertemente que todos los patos de la historia se movían. No hablamos. A las tres y media dijo:
-Bueno, ¡manos a la obra!
Me fui en silencio hasta el depósito y tomé la maleta de cuadritos de la repisa. Si mamá hubiera
pasado casualmente por allí, le hubiera dicho que necesitaba la maleta grande porque iba a llevar mis
cosas viejas al sótano. Gracias a Dios mamá no apareció. Estaba en su habitación resolviendo un
crucigrama.
-¿Por qué no lo piensas? -pregunté. Ilse sacudió la cabeza diciendo que no.
Entonces, como lo planeamos, saqué la caja grande con fichas de lego de debajo de la caja y la
llevé a la habitación de Tatiana y Oliver.
-Se los regalo. Ya no lo necesito -dije.
Oliver y Tatiana gritaron de emoción. Voltearon la caja y metieron las manos entre las nubes de
fichas.
Con seguridad estarían ocupados durante las siguientes dos horas.
Volví a la habitación. La maleta estaba más o menos llena de vestidos y ropa interior. Lo intenté
de nuevo:
-Oye, Ilse...
Ella me interrumpió:
-Deja de molestar y trabaja.
Saqué de la maleta el cuaderno de ejercicios de matemáticas y fui a donde mamá. Apartando el
crucigrama de su cara, dije:
-Mamá: no entiendo esto. ¡Por favor, explícame!
Mamá no quería. Dijo que Kurt era mejor para matemáticas y que esperara hasta que él llegara.
Le dije que tenía muchos deberes y que Kurt llegaría muy tarde para explicarme.
Mamá suspiró y abrió el cuaderno.
-¿De qué se trata? -preguntó.
Yo le señalé un ejercicio especialmente difícil. No difícil para mí, sino para mamá, porque mamá
no entiende absolutamente nada de conjuntos.
Le expliqué a mamá los conjuntos desde el primero hasta el último ejercicio. Mamá asentía. Luego
me explicó los conjuntos desde el primero hasta el último ejercicio y yo asentía, aunque no dijo sino
tonterías. A pesar de eso el tiempo pasaba muy lentamente.
Ilse me había pedido que entretuviera a mamá durante una hora. Sólo habían transcurrido treinta
minutos, cuando mamá dijo:
-Bueno, mi amor, ya que has entendido, déjame tranquila; quiero acabar mi crucigrama.
Puso mi cuaderno a un lado.
-¿Puedo ayudarte? -pregunté.
-No -murmuró mamá y escribió «papagayo» perpendicularmente.
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Por favor, vuelve a casa
Teen FictionPor favor, vuelve a casa es una novela emblemática de Christine Nöstingler, impacta nuevamente con su emotividad y su potencia narrativa en este relanzamiento. Ilse, una adolescente de 14 años, decide escapar junto a un hombre. Deja atrás a su madre...