Parte 16

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La abuela, pienso yo, entendía tanto como yo. Se frotaba la nariz y miraba desesperada. Tatiana,


que estaba junto a la abuela, también se refregaba la nariz y trataba de imitar a la abuela. Yo estornudé


de nuevo y Oliver, que estaba junto a la puerta, preguntó cuándo vendría mamá.


-Aparentemente -dijo la Trabajadora Social a la abuela-, usted no comparte mi opinión. ¿Cómo ve


usted este caso?


La abuela dejó su nariz.


-¡Escúcheme de una vez! -gritó-. ¡Este no es un caso! Se trata de Ilse e Ilse es mi nieta! Y lo que veo


es que a Ilse no le ha ido demasiado bien, sino demasiado mal. Sí, demasiado mal. Y a Érika -me


señaló con el dedo índice-, a ella también le va muy mal, si quiere saberlo. Pero Érika es distinta y no


todos los seres humanos resisten las adversidades de la misma forma. Ilse no las soportó,


evidentemente.


-Y, ¿entonces qué? -dijo la Trabajadora Social llena de grandeza-. ¿Qué le ha faltado a la buena de


Ilse aparte de una mano dura?


La abuela se puso roja. Noté que estaba furiosa. Tomó aire profundamente y habló:


-Usted habla como si nunca hubiera tenido un hijo, como si viniera de la luna. Ilse ha soportado


suficientemente a su madre, quien la ha golpeado más de lo necesario. Por otra parte, les ha faltado


todo lo que usted dice que han tenido.


La Trabajadora Social quería interrumpir a la abuela, pero no pudo sino decir:


-Por favor, pero...


-¡Déjeme hablar! Tener una comida diaria no quiere decir tener una madre que se preocupe por


uno. Tener seis o siete cuartos, no quiere decir tener un hogar. Que no se burlen de uno, no quiere


decir que uno tenga cariño. ¡Y el que la madre se compre un lavaplatos, no quiere decir que los niños


no tengan problemas de dinero!


-¡Pero...! -gritó la Trabajadora Social.


-Ningún pero -dijo la abuela-. ¡Su nuera, mi nuera, todavía no se ha dado cuenta de lo que pasa a


su alrededor! ¡De los hijos que tiene! -la abuela calló un instante-. Sabe qué número de zapatos usan y


cuánto pesan, pero no sabe nada más.


-¡Eso no lo puede asegurar usted! ¡Eso no es cierto! -la Trabajadora Social estaba furiosa.


-¡Eso sí lo puedo asegurar! -la abuela no estaba menos furiosa-. Primero se casa y tiene hijos,


porque naturalmente se tienen. Luego vienen las dificultades y ella no resiste y se separa. No les


pregunta a los hijos si están de acuerdo. Y luego los niños van a donde la abuela y allí se quedan dos


años. Luego viene un día y dice que se casará de nuevo y que se llevará los niños. De nuevo, no les pregunta a los niños si quieren o no dejar a sus abuelos con quienes han convivido dos años. Tienen


un nuevo padre, y nadie les pregunta si ellos lo quieren. No, ellos deben cerrar la boca y ser


obedientes. ¡Todo el tiempo han sido obedientes! ¡Nadie les pregunta cómo están resistiéndolo todo y

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