Parte 7

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Uno no puede pasarse días enteros en la cama y estar enfermo cuando no se tiene sarampión, ni


fiebre, ni nada. Me levanté y mamá dijo que me veía mejor. La Trabajadora Social dijo que nunca


estuve mal, y Kurt me dijo que si me sentía triste podía quedarme en cama y que no importaba lo que


esas «viejas» dijeran. Realmente dijo «viejas». Últimamente Kurt ha sido muy amigable conmigo.


Nunca ha sido mala persona, pero ahora me habla más. Me pregunta y me cuenta cosas. Ayer se sentó


en mi cama y me dijo:


-La vieja se fue a la pensión muy temprano. ¡Debiera ser Trabajadora Social durante veinte años


más, así tendría algo que hacer! ¡Ahora nos confunde a todos con sus servicios de oficina!


Creo que lo dijo para que me riera, y me reí y él se alegró. Creo que se esfuerza por reemplazar a


papá.


Me vestí y dije que debía irme, porque tenía un ensayo para el concierto de Navidad.


-¡Tan pronto? -preguntó mamá-. Todavía falta para Navidad.


Tenía lágrimas en los ojos. Tal vez piensa que va a ser Navidad y que Ilse no ha aparecido todavía.


Yo dije:


-Sí. Como todos cantamos mal, el maestro de música teme que la presentación sea un desastre.


Eso era verdad. Sólo que yo no canto en el coro.


Es un coro voluntario y nunca me ofrezco a las cosas voluntarias. Tenía que irme porque tenía que


hablar con alguien a quien pudiera decirle la verdad. Fuera de eso, hace tiempo que no iba donde la


abuela.


Dije que la prueba de coro duraría bastante, y que tal vez llegaría tarde para la cena. Mama


asintió, pero la Trabajadora Social volvió a resoplar.

-¿Yeso qué quiere decir? Si el ensayo tarda demasiado les dices que te vas porque tu abuela te


espera puntual a cenar.


-¡Vete ya, que se te hace tarde! -dijo mamá.


Me fui a pie donde la abuela porque no tenía dinero para el autobús. Casi siempre ando sin


dinero.


Si uno se apresura, sólo se necesita una media hora para llegar a donde la abuela.


Cuando voy a casa de la abuela, me pregunto por qué no voy más seguido. Claro que la casa de la


abuela es demasiado lejos. Es como si viviera en otra ciudad. Y de alguna manera es en otra ciudad.


La abuela no estaba en casa. Detrás de la puerta se oía murmurar al abuelo. Él habla mucho


consigo mismo. Golpeé fuerte a la puerta, pues la abuela no tiene timbre y el abuelo es bastante sordo.


Fuera de eso alguien martillaba en el primer piso y mis golpes se confundían con el martilleo.


Me senté en el borde de la ventana del corredor y miré al patio. Antes jugaba allí. Me agarraba del


marco de la ventana y me imaginaba que era una artista de circo. Y, detrás de la caja de carbón del


señor Guentesdorfer, Edi y yo jugábamos al doctor.

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