Pasado.
Año 1986
Corría de un lado para el otro tratado de alcanzar a Guillermo. Sudaba muchísimo y el sol era el único culpable de eso. Mami me castigaría si me viera correr así.
Siempre que me quejaba de la rapidez de Guillermo el solo se defendía diciendo era por ser mayor. Cuándo contaba con mis dedos me parecía complemente injusto pues el solo tenía nueve años, un año más que yo.
Según mis cuentas a este paso nunca podría alcanzarlo porque por algún motivo el seguía superando mi edad y cada vez era más y más rápido.
Cuando le preguntaba a mamá por qué Guillermo, mi mejor amigo, siempre era mayor que yo decía que era porque nació primero que yo. Pero eso no tenía ningún sentido para mi pues ambos teníamos el mismo tamaño.
No sabía cómo pero de alguna manera Guillermo hacía trampa y por eso me ganaba, o simplemente ha mentido toda su vida sobre su edad. Debía sacarle la información a sus padres como hacen los agentes espías en las películas de disparos que ve papi.
-¡Eres tan lenta!- Guillermo se burló de mi y me tiré en la grama cansada. No podía más. Siempre era lo mismo.
-¡Eres un tramposo!- Lo acusé. -Le diré a mamá que haces trampa y ella hablará con tu mamá y entonces dejaras de hacer trampa.- Crucé los brazos en mi pecho. Mis labios temblaban pero no quería llorar, ni si quiera quería ver de nuevo a Guillermo.
-Los amigos no se acusan. No deben acusarse.- Guillermo se sentó a mi lado mirándome con miedo. Lo había atrapado, si se asustaba quería decir que sí estaba haciendo trampa.
-¿Quién dice?
-Está en la regla de los amigos.- Asintió.
-Yo aún no sé leer podrías estar mintiendo.- Está vez no me quedó más que verlo a los ojos, papi decía que las mentiras se descubrían al mirar a los ojos, pues los ojos son las almas de la ventana. O algo así decía.
-También dice que los amigos no se mienten.- Sus ojos se veían igual que siempre así que supuse que no me estaba mintiendo, sino sus ojos me lo dirían todo.
-De acuerdo.- Jugué con el borde sucio de mi vestido rosado. Mami se enojaría tanto por mi vestido sucio que debía esconderlo en algún lugar antes de que lo note y así no lo descubra y me castigue por eso. Los castigos eran aburridos, no me gustaba estar encerrada en mi cuarto.
-¡Te propongo algo!- Gritó Guillermo y se puso de pie. Yo lo imité porque eso era lo que los amigos hacían, imitarse.
-¿El qué?- Estaba ansiosa por escuchar a Guillermo, el siempre tenía ideas geniales y divertidas, excepto algunas veces que me lastimaba y debía ir a su casa para que su mamá me curara y así mi mami no me castigara por eso. Tenía que esperar muchos días hasta que al fin se curaban los raspones y podía dejar de usar medias altas.
Yo también era inteligente, si mami no veía los raspones no había castigo.
-¡Sí corremos agarrados de las manos podremos correr igual de rápido y serás como yo!
-¡Sí!- Aplaudí brincando de un lado al otro, Guillermo también brincó conmigo. Estaba tan emocionada, el era tan inteligente por eso es que siempre era el mayor, nadie podía tener unas mejores ideas
-¿Lista?- Me tendió su mano y la agarré con fuerza. Comenzamos a correr y me sorprendí al ver que corríamos a la misma velocidad, ¡Guillermo tenía razón!
Cuándo me despedí de Guillermo en el gran árbol caminé en silencio hasta la casa, no podría dejar que mamá me viera llegar con el vestido sucio y mis coletas sueltas.
Odiaba tener coletas porque me hacían doler la cabeza, cuando me quejaba con mami ella decía que la belleza duele. Pero si era así prefería ser fea, no me gustaba el dolor de la belleza.
Entré por la parte trasera de la casa y la cocina estaba vacía. Mi corazón latía tan rápido como cuando corría para alcanzar a Guillermo.
¡Hoy le diría a mami que había corrido tan rápido como el! Seguro que se alegra y me felicita, quizás me de una galleta por eso.
Seguí caminando a pasos lentos sin perder de vista ningún lugar para no ser sorprendida, cuando escuché un grito de papá y me agaché en la salida de la salón. No podía dejar que ninguno me viera.
Cuándo papá gritaba no era bueno y siempre me tapaba los oídos, aunque mami decía que tenía que ser como ella, desconectar el cerebro de mis oídos. Pero yo no sabía cómo se lograba eso, ni si quiera tenía un cable en el cuello para desconectar mi cerebro.
-¡No soy idiota maldita mujer!- Tapé mi boca, Guillermo me había dicho que su mami le dijo que "maldita" era una mala palabra que nadie debía decir, también le dijo otro montón de palabras. Pero creo que papi no lo sabía porque siempre las repetía sobre todo cuando tomaba su jugo marrón, a veces cuando tomaba mucho jugo marrón se quedaba dormido de la nada.
-Estás imaginado las cosas...-Mami sonaba tranquila y no gritaba. No podía verlos pero sabía que estaban cerca. Quería irme de ahí mientras podía pero también quería saber por qué papi decía todas aquellas malas palabras.
-¡No me digas algo así, carajo!- Escuché un aplauso fuerte y mami chilló asustada. Sonó como los aplausos que le daba papi a los caballos cuando montaba sobre ellos y corría veloz por todos lados. Cuándo papi corría con los caballos siempre lo alentaba a ir más y más rápido, a él parecía gustarle que hiciera porras porque me hacía caso.
-Eres una revoltosa.- La regañó de nuevo pero a pesar de todo mami volvió a hablar. Yo ni si quiera puedo hablar cuando mami me regaña, mami es tan fuerte.
-Por favor Julio, los empleados van a escuchar.- A mami no le gustaba que los cuidadores de la casa escucharan a papi hablar duro y nunca le decía a nadie que papi gritaba tan fuerte que parecía una película de terror de esas que Guillermo siempre me contaba para asustarme, pero como era una niña grande jamás me asustaba. Yo era tan fuerte como mami.
-¡NO ME IMPORTA UNA MIERDA LO QUE PIENSE NADIE MI! ¡Eres una zorra!- Me alejé dos pasos por el miedo. Esa era la palabra mala número uno en la lista de malas palabras de la mamá de Guillermo, no podía decirle eso a nadie. Después Guillermo no querría jugar conmigo.
Según las reglas de amigos que él lee para mí los amigos no se guardan ningún tipo de secreto, pero esto es lo más feo que había escuchado en mi vida y si le decía algo a Guillermo podría perder su amistad. Yo quería ser su amiga toda la vida.
Mientras me alejaba choqué con algo que no estaba antes ahí y cuando subí los ojos María, la cuidadora de la cocina se tapó la boca, era un secreto, ella también lo sabía. Me cargó y me alejó de ahí muy rápido.
-Necesito subir. Mami no debe ver mi vestido sucio. ¡Ay no le digas María será mi fin!
-¡Shhh!- Acarició mi frente y me gustó la sensación, mami nunca me acariciaba, decía que solo se acariciaba a los perros pero no sabía por qué si era algo tan delicioso de sentir.-Necesitas subir a escondidas...
-¿Cómo los espías?- Ella asintió y abrió el pequeño elevador por donde mami bajaba la ropa y cualquier cosa que quisiera. María y yo jugábamos a los espías cuando papi y mami no veían y era nuestro secreto.
-Corres a tu cuarto y yo subiré en un momento...- Entré en el pequeño elevador que era perfecto para mi tamaño.
-¿Y mis coletas?
-Te haré unas nuevas y más bonitas.
-¡Super!- María cerró la puerta y abracé mis piernas mientras sentía como se movía toda la oscura caja, no me gustaba mucho pero era una espía muy valiente y joven para mi edad. María dice que está orgullosa de mí por ser tan buena espía, siempre resuelvo todos los enigmas más rápido que ella.
Cuando la caja se detuvo salí corriendo hasta mi cuarto y me senté a esperar por María, siempre era la segunda en terminar su misión y debía esperar por ella.
A pesar de que era más lenta corriendo con Guillermo era mucho más rápida en todo lo demás con María.
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Desesperado Deseo
RomanceA Daniela García siempre le enseñaron cómo debía ser su vida, por dónde debía caminar y de qué manera tenía que hablar. A Daniela García le indicaron su modo de vestir, actuar, incluso pensar. Ella estaba destinada para algo grande y lo sabía, así c...