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Presente

El alboroto llegó inundando de voces lo que siempre era una casa silenciosa y en líneas generales, tranquila hoy era un completo caos. Las personas iban de aquí para allá con pasos fuertes y estaba segura que mi madre se volvería loca en algún momento con tanto escándalo; no voy a negar que no disfrutaba su cara, la manera en que cerraba los ojos con fuerza y contenía las ganas de gritarle a cada empleado que hacía las cosas exactamente como ella no quería.

Por mi parte estaba muerta de miedo, me alejaría de todo lo que amaba, que era la cercanía dolorosa e imposible de Guillermo, y de todo lo que me hacía daño también, mis padres. El choque emocional que sentía me tenía en una bruma extraña, mis piernas estaban débiles y sentía la necesidad de parar todo. Pero no podía, no podía hacerme esto ¿en qué me convertiría si me quedo? Casi no me puedo reconocer, casi no puedo discernir entre mis propios pensamientos y los que nacen por toda la crianza que me dieron.

Lucho conmigo misma todos los días y estoy cansada, llegará un punto en que no podré más y me convertiré en todo eso que no quiero ni deseo ser. Sería incluso peor que mamá, más estúpida y miserable.

A estas alturas Guillermo se encontraba más que lejos, viviendo su propio sueño pero como él decía, con una cucharada amarga por no vivirlo conmigo. También sabía muy bien lo que ocurriría hoy, estaba al tanto en qué lugar ocurriría incluso. El mundo entero sabía lo que iba a pasar el día de hoy y aunque estaba feliz la tristeza ganaba terreno cada vez.

Hacer el bien hace daño.

Saber que lo dejaré atrás me dolía aún más. Y así como yo estaba siguiendo adelante él también lo haría. No podía dejar que me esperara, no podía permitir que perdiera su vida por mí. Yo estaba marcada por la desgracia y quizás en otra vida podría estar a su lado en paz. Todo sería mejor a su lado y valdría la espera cada lágrima derramada en su nombre.

Un hermoso vestido de largo velo blanco me cubría a la perfección, destacando de manera noble mis atributos. Estaba hermosa, me encantaba la imagen que veía en el reflejo, pero odiaba que sería entregada al hombre equivocado. Pero ese ser, Fernando, es el único hombre que podría darme mí libertad y no tendría quejas por ello.

Fernando ha demostrado ser un chico amable, que debería estar disfrutando de su fama y el poder que el dinero le da sobre las demás personas, pero aquí está, apurado por llegar a una perfección conmigo. En algún punto todo esto nos cobrará factura de lo mal que está, pero en ese momento ya nada importará y podremos dejar nuestros demonios atrás.

Ahora a ambos nos aqueja la necesidad de unión, él para iniciar una vida diferente a la de sus padres y yo para alejarme de los mios. Que irónico.

-Una más...-El fotógrafo escondió su rostro tras el lente de una gran cámara fotográfica y el flash casi me dejó ciega por milésima vez.-¡Perfecta!- Anunció. No, no me sentía perfecta, bueno, me sentía perfectamente rota, vacía, idiota, estúpida, usada...

Pasé mi mano por la mejilla y casi tiemblo ante el recuerdo de las manos de Guillermo haciendo exactamente eso. Una caricia dice más de mil palabras, y él me lleno de las más puras y tiernas caricias. Nunca me cansaba de sus manos sobre mí y no me arrepiento de haberme entregado completamente a él, porque yo era para el y él era para mí. Nos pertenecíamos y lo demostramos mil veces aunque nos hayamos entregado solo una vez.

Y valió la pena cada momento, cada suspiro. Disfruté cada beso, cada roce.

-Creo que unas más bajando las escaleras serían perfectas...-Opinó mi madre sacándome de mis pensamientos. No me molesté por ello, la dejé ser feliz dándole órdenes a alguien más, a estas alturas hoy sería mi último día aquí y no la tendría cerca de nuevo. Mis maletas ya estaban en casa de Fernando, ahora, nuestra casa.

Desesperado DeseoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora