El sufrimiento de unos puede ser provocado por la ambición de otros.
Teresa lo descubre de mala manera cuando le arrebatan a sus hijas. Descubre la verdad tras la realmente trágica historia de su muerte.
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Se dirigieron al elegante, nuevo y oscuro coche de Arturo. Carla miró por última vez a su casa, ella no quiere abandonar su bonito hogar, siente que no ha tomado una buena decisión. Los elocuentes rostros de las hermanas transmiten estados de ánimo muy contradictorios, Sara se ve muy excitada, pero por el lado contrario, Carla está funesta. El silencio era sepulcral, se podían percibir las respiraciones de los individuos. En un intento de confortar la situación, Arturo enciende la radio.
- Apaga la radio, odio todas las canciones. - Expresa Carla.
- No pienso hacerlo, me gustan las canciones que pone esta emisora. - Contesta Arturo fríamente.
Después de que Carla escuche ese comentario, se levanta para apagar la radio ella misma, pero al tiempo que se acerca al botón, Arturo da un rápido y brusco giro con el volante. Atemorizada, Carla retorna repentinamente a su lugar, mientras que Sara la visualiza silenciosamente la situación.
Tras unas largas e interminables horas de trayecto en coche la gran ciudad queda atrás y el paisaje evoluciona a altos y frondosos árboles.
- ¡Wow mira qué coche más precioso! -Dice Sara mientras señala estupefacta con su dedo índice.-
Sin previo aviso el grande y elegante móvil de Arturo empieza a vibrar y a sonar una triste melodía de un violín. Arturo, estresado estaciona el coche en un lugar seguro y contesta la desconocida llamada. Carla y Sara observan a su padre que refleja mucho estrés y preocupación por sus expresiones. Después de unos minutos de charla Arturo sube al coche y sigue con el trayecto, en media hora llegan a la tan anhelada cabaña en el bosque.
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