Así pasé mi vida los primeros 5 años, destruyendo todo lo que tocaba. Mis padres no me habían puesto en una escuela porque temían lo que podría pasar con los demás niños o con el colegio en sí. Yo era una niña muy hiperactiva, me encantaba correr de aquí a alla dejando un rastro de destrucción por toda la casa. Una vez fuimos mi mamá y yo a una tienda a comprarme ropa... Nos tuvieron que echar de la tienda.
Era un lugar muy lindo, siempre tenían la mejor ropa de Malibú, ya sea en trajes de baño o en cualquier otra ropa; era tan grande como un estadio de fútbol y siempre llena de personas, como un supermercado, pero en vez de comida, ropa. Cuando puse un pie dentro de la tienda los abanicos se detuvieron de repente, fue algo muy incómodo para mi mamá, porque ella sabía lo que iba a pasar. Llegamos a la sección de ropa para niñas, mi mamá se me acercó y me dijo:
—Nena, espérame aquí sentada, estoy aquí mismo, no te vayas a parar para que no causes un desastre. Te voy a comprar unos lindos vestidos.— Entonces ella empezó a rebuscar entre varios vestido y blusitas. Lo estaba haciendo un poco rápido porque quería salir de ahí lo más pronto posible. Algunas personas le pasaban por el lado y se le quedaban mirando, pues parecía un loca buscando y moviendo ropa. Un error que cometió fue sacarme la vista de encima...
Yo, desde que ella empezó a buscar ropa, me fui corriendo al pasillo de trajes de baño para damas. Estaba lleno de maniquíes, pero yo no sabía lo que eran, apenas tenía 5 años!. Toqué a un maniqui en la pierna pensando que era una señora, y éste se cayó encima de otro maniquí, que se cayó encima de otro maniquí, que se cayó encima de otro maniquí... En fin, fue como jugar a derribar los dominos en fila. Eran 8 maniquíes. Pero el desastre no terminó ahí: El último maniquí se cayó y empujó un estante lleno de ropa, y éste a otro que estaba al lado... Y siguió la cadena... Pero como todo desastre que provocaba, éste me venía encima, literalmente, ahí va... Atrás de mí se encontraba un estande más alto que los demás, el cual fue el último en caer, aunque no cayó completamente: Se quedó atorado gracias a uno de los abanicos. Toda la ropa que estaba en el estante me cayó encima.
Imagina que estas viendo una pelicula y en ésta aparece una chica saltando entre hojas de árbol secas dispersas en el suelo, entonces las reúne todas y hace una montañita de hojas y se tira en ella... Era algo así, sólo que era ropa, no hojas, y además yo no estaba sobre, sino por debajo de toda la ropa. Cuando mi mamá escuchó el desastre, dejó lo que estaba haciendo y levantó la vista; yo no estaba donde me había dejado. Soltó todo lo que había elegido y fue corriendo hacia donde había escuchado el ruido. Un desorden de ropa por todo el piso; ella empezó a buscarme con la mirada, y no me hubiera encontrado si yo no hubiera gritado:
—¡Yippi! ¡Estoy bajo una montaña de ropa! ¡Qué divertidooo!— Ella fue corriendo a buscarme y me sacó del fondo.
—Nena, nos vamos, la ropa puede esperar, podemos venir otro día— Me dijo rápido agarrándome de la muñeca.
—Pero yo no me quiero ir— Y le puse ojitos de borreguito, algo que siempre funciona.
—Vamos, te compraré helado en el camino— Una buena oferta, considerando que destruí media tienda.
—Yeiiiii, heladooo— Pero el helado funcionaba más para mi.
Ella iba casi corriendo, quería salir de ahí, antes de que alguien notara mitad de la tienta destruida. Por desgracia, el guardia de seguridad nos detuvo antes de salir:
—Sabe que tiene que pagar por eso, señora— Dijo el guardia muy tranquilo señalando la tienda. Mi mamá volteó y vió una parte de la tienda abajo; los estantes inclinados y tirados sin ropa, los maniquíes en el piso, algunos sin cabeza, y varias personas tiradas en el piso o bajo unas montañitas de ropa.
—Eh... Si, claro que si. Tenga— Y le pasó 200 dólares al sujeto. Con ese dinero iba a comprar la ropa. Todo por culpa mía.
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Al año siguiente: Los días de verano acostumbraba a ir con mi papá a la playa, que está literalmente en frente de mi casa. Desde los 3 años él me había enseñando a nadar para después enseñarme a surfear. Lo que pasa es que mi padre, cuando era joven, era el mejor surfista de Malibú; en una repisa en la casa se encuentran todos sus trofeos de 1er lugar de competencias sucedidas en la playa. Ésto no duró mucho ya que un día yo los estaba mirando y de repente se cayeron uno por uno de donde estaban. Las olas eran perfectas en Malibú, pero siempre que me entraba al agua, desaparecían y solo se veía el agua en calma. Primero él me enseñaba en la piscina, y luego ibamos a la playa a practicar. Yo apenas tenía 6 años, pero gracias a él, ya era una experta nadando a esa edad. Me acuerdo que un día de entrenamiento en la playa, tomamos un descanso y nos sentamos en la arena, entoces pasa un chico como de 17 años aproximadamente, caminando tranquilo en frente de nosotros. Al parecer tenía hambre, porque se tragó toda la arena....
Tropezó con algo y cayó de cara en la arena; el chico era moreno, pero cuando se levanto, se veía blanco de tanta arena, hasta escupía arena. Después de un rato, unas gaviotas pasaron por encima de nosotros, mi papá me dijo que las mirara, y me empezó a dar clases de Biología sobre las gaviotas. Ya que no podía ir a la escuela, eran mis padres los que me enseñaban. Cuando nos pasaron exactamente por encima, empezó el tiroteo de gaviotas. Todas al mismo tiempo soltaron bombas de popo sobre nosotros.
—¡AAAAHHHH!, ¡PAPI, LAS AVES NOS ESTAN TIRANDO POPO, YO NO ME QUIERO BAÑAR DE POPO!— Terminamos llenos de popo, parecía como si las gaviotas tuvieran un serio problema de digestión. Al final, en vez de bañarnos en el mar, llegamos a casa bañados en popo de ave.
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Al cumplir los 7 años, mis padres me dijeron la verdad sobre mi maldición; ellos lo hacían ver como un don, pero ¿cómo un don puede arrastrarte a cosas malas?. Me explicaron lo peligroso que era, que no solo me afectaba a mí directamente, sino que también podía causar daño a personas u objetos cerca de mí. Me dijeron que tenía que mantener eso en secreto hasta que resuelvan el problema y encuentren la razón de esto. Todo tenia sentido entonces. Todos los desastres, toda la mala suerte, el hecho por el cual no asistía a la escuela como los otros niños. En casa estaba todo asegurado: las ventanas extra reforzadas, las paredes de material esponjoso, el mismo piso estaba lleno de almohadones y cojines por si algo de cristal se caía, todo lo que colgaba lo tuvieron que quitar, esconder los cuchillos y a todo lo filoso ponerle un malvavisco en la punta... Se veía bien...
Desde ese día en que me contaron todo, empecé a tratar de controlar la maldición, pero mientras más intentaba aguantarla, solo pasaban cosas peores. Mis padres no cambiaban de casa cada año gracias a Dios. Yo no tenía amigos, nisiquiera vecinos, porque tuvieron que mudarse. Nadie quería estar cerca de la casa. Mis padres tenían miedo de un pensamiento que les cruzó por la cabeza un vez: Yo era pequeña y sucedían cosas no tan malas... Entonces, mientras yo fuera creciendo, la mala suerte podría empeorar y terminar en un desastre mayor. Desecharon esa idea, no querían asustarse más por lo que me podría pasar en un futuro. Ellos me habían llevado a doctores, psicólogos y demás, pero ninguno de ellos encontró la razón de mi don de la mala suerte. Mi padre se veía muy tranquilo ante todo eso que estaba pasando, lo que me llevó a pensar, no sólo una vez, que si él especialmente me había contado toda la verdad...
Peque Pickle🍄
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La Ley de Benjamin
Ficção AdolescenteAcompañame a ver esta triste historia... Solo bromeaba, ni tan triste es, solo mi vida, mi hermosa vida. ¡Hola! me llamo Harper y pues mi vida no es del todo ordinaria, de hecho cambió de ser desastrosa y solitaria encerrada en casa, a ser desastro...