Capítulo 2: Miedos

451 39 6
                                    

Félix Agreste

Un día solamente...

Un día nada más pido, ¿es muy difícil que se cumpla?

Solo quiero un día tranquilo, en el que nadie me moleste, en el que no tenga que soportar los regaños de quien dice ser mi padre, aunque yo no lo considero así. Quiero que las molestas niñas con sus hormonas alteradas dejen de perseguirme y traten de seducirme todo el día, es tan molesto.

Es difícil llevar esta vida, no aguanto más, quisiera que hubiese algo bueno por lo cual luchar, por lo cual vivir... pero es imposible. ¿De qué sirve tener todo el dinero del mundo si no te sirve para ser feliz?

Vivo encerrado en mis cuatro paredes, ese lugar donde descargo mi ira y básicamente hablo conmigo mismo, no me gusta el gentío, no quiero relacionarme con la gente, mucho menos con las mujeres, porque ellas te lastiman, te engañan, te desprecian, pero realmente no me importa.

Escucho sonar la puerta, ¿quién demonios quiere molestarme?

— Hermano, ¿puedo pasar?

Lo que me faltaba, mi hermano quiere verme, justo en este momento que no me encuentro de buen humor.

— Sí, pasa.

Abrió lentamente la puerta y entró rodando su silla de ruedas.

— Quiero saber cómo estás, últimamente te he notado melancólico.

— Vaya, ¿en serio pudiste notarlo? Yo creí que no podías hacerlo.-dije cruzándome de brazos.

— Félix... por favor, soy tu hermano, tanto tú como yo sufrimos y está bien, no te culpo por ser así conmigo.

— No es contigo Adrien, sé que tú no has hecho nada, es solo que... no me encuentro de muy buen humor.

— Sé que algún día todo cambiará, volverás a hablarme como lo hacías antes, volverás a abrazarme tan fuerte, aunque no pueda verlo, sé que podré sentirlo, no te preocupes, yo esperaré.-sonrió.

Ahí iba de nuevo con su optimismo, la verdad no me molestaba que fuese así, pero... ¿por qué no podía comprenderlo? De por sí yo no podía hablar con nadie, no me gustaba, por eso casi no me gustaba tener relación con la gente, apenas si lo hacía con mi hermano, aunque... no se lo merece.

— Como digas...-dije sin tomarle mucho interés.

— Félix, prométeme que... intentarás hacerlo, por favor.

Vi su rostro suplicante, a veces no lo entendía... pero seguro era muy importante para él, solo por esa razón es que lo prometí.

— Está bien, pero no creo lograr mucho.

— Dime Félix, ¿qué se siente volver al colegio y además estar en último año?

— No siento nada... nada de nada, no me emociona, no me entristece ni me enoja, solamente sé que me desesperaré al ver tanta gente intentando acercarse a mí, es más, durante estos días y en vacaciones, ¡no han dejado de venir y escribirme!-dije desesperado.

— La verdad no sé cómo te sientes, nunca me ha pasado, pero, por lo que sé seguramente las rechazaste a todas.

— ¿Y por qué no? Ellas saben que no me interesa nadie, ni creo que me llegue a interesar por alguien, nunca lo he hecho y no pienso hacerlo, y tú sabes muy bien el porqué.

— Lo sé... sé que es lo que tienes, por esa misma razón no te culpo que casi ni me busques o me hables, es normal en ti.-dijo dándome la razón.

— Sí... bueno ya que, bueno, me voy, adiós hermano.

— Hasta la tarde Félix, vuelve pronto.-dijo sonriendo.

Otra vez sonreía, ¿cómo podía sonreír sabiendo muy bien que él también sufría por una enfermedad?, ¿cómo podía ocultar debajo de esa sonrisa toda esa ira? Me enojaba que nunca intentara dejar salir esos sentimientos, que siempre fuese bueno con toda la gente sabiendo el daño que podían hacer... pero era su vida, no la mía, y realmente no me interesaba lo que hiciese, aunque la verdad, no odiaba a mi hermano.

*************************

6:50 A.M

Dentro de poco empezarían las clases, por supuesto yo ya había llegado al colegio y ya se me habían acercado algunas niñas enamoradizas tratando de hablar conmigo o llevarme a otro lado.

Claro que no hice ninguna de las dos cosas.

Lo único que hago es dejar que hablen de puras tonterías, después de cierto tiempo simplemente me alejo de ellas, es la mejor forma de librarse, aunque a veces, tenerlas tan cerca me agobia y suelo marearme, por eso siempre decido irme lo más rápido que pueda.

Vi a Nino acercarse hacia mí, podría decir que es mi amigo, aunque todavía me cuesta considerarlo de esa forma.

— ¡Félix, amigo! ¿Cómo estás?

— Hola Nino...-dije manteniendo distancia.

— ¿Qué sucede amigo? ¿Por qué me miras como si fuese un bicho raro?

— No es nada, solamente... no he tenido una buena mañana.

— Apenas comienza el día, ¿por qué es que estás así?

— Prefiero no hablar sobre eso.-dije cruzándome de brazos.

— Está bien, no te preocupes, te entiendo.-dijo sonriendo.

Él se acercó intentando chocar puños conmigo, siempre intentaba hacerlo pero yo siempre me negaba, me desagradaba cualquier tipo de contacto que pudiese tener con la gente, hasta con mi propio "amigo"

— Creo que... deberíamos entrar a clases, pronto sonará el timbre.-dije sintiéndome incómodo.

— Sí, tienes razón, vamos.-dijo algo desanimado.

A veces realmente me sentía culpable, él no sabía nada de esta enfermedad que yo tenía, por eso nunca comprendía por qué siempre intentaba estar lo más distanciado posible, pero no puedo evitarlo, no puedo permitirme el lujo de confiar en la gente...

Desde ese día que no lo hago, y no pienso arrepentirme ahora.

Vi que a lo lejos dos chicas me observaban, no me quitaban la mirada de encima y eso me ponía incómodo, simplemente las ignoré antes de que pudiese reaccionar peor.

El timbre sonó, eso indicaba que pronto iniciaría la clase, estuve a punto de entrar al aula pero sentí como unos pasos acelerados se acercaban hacía mí.

Sin haber podido reaccionar, terminé cayendo al suelo, sintiendo que alguien había caído arriba de mí. Y no me había equivocado.

Una chica de cabello azabache estaba arriba de mí, cuando vi la distancia que teníamos sentí que me empecé a marear, mi corazón cada vez latía más rápido, mi respiración era cada vez más entrecortada, no, no podía ser, los síntomas estaban nuevamente apareciendo.

Antes de que sucediese algo peor, me levanté rápidamente del suelo sin importarme si ella se había golpeado.

— Disculpa...-dijo sin poder terminar la frase pues yo había salido corriendo.

— ¡Oye, espera!-dijola voz femenina.

— ¡Félix!-gritó Nino.

Escuché a esa chica y a Nino llamarme, pero no quería volver, no lo haría... no podía tener contacto con las personas, y menos con las mujeres, ellas siempre son las culpables de las cosas malas.

Vi a varias chicas observarme, me puse peor, mi cabeza daba mil vueltas, no podía soportarlo más...

En ese momento vi todo negro.

FilofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora