Capítulo 5: La primera sesión

353 34 16
                                    

Jean Flament, psicólogo.

Cada paciente especial, siempre tienen una historia que contar, algunas se repiten, casi siempre es lo mismo, problemas emocionales, algunas veces problemas físicos, pero nunca había tenido un caso como el de Félix Agreste, esta era la primera vez que le habían organizado una sesión, pues no se ve muy a gusto de verme, y claramente nadie se siente a gusto al estar frente a un psicólogo.

- ¿Puedo irme ya? Realmente me desespera este lugar.-dijo el chico sin muchos ánimos.

- Pero, todavía no hemos empezado.

- Yo estoy bien, no estoy loco, así que no entiendo por qué debo venir a un psicólogo.-dijo con un tono serio.

Palabra clave. Loco.

Uno siempre piensa que venir al psicólogo es porque está "loco" pero no debería ser así, nosotros no lo consideramos de esa forma, sino que es más una forma de liberarse, de sacar todos esos sentimientos combinados, porque siempre hay necesidad de hacerlo y cuando veo que mis pacientes lo logran se puede sentir algo muy satisfactorio, tanto para el paciente como para mí.

- Uno no viene al psicólogo porque está loco, es más bien para recibir ayuda, consejo, para sentirse bien con uno mismo.

- Admito que no estoy bien, pero no es necesario que yo esté aquí, si vine es simplemente me trajeron, es todo.

- Pero, puedes decirme lo que sea, no haré nada malo.-dije manteniéndome tranquilo.

- No quiero ni debo contarle sobre esto a un extraño. Yo me voy.-dijo levantándose bruscamente de la silla.

Sabía que si quería irse no iba a detenerlo, no tenía por qué hacerlo, él podía decidir lo que quisiera.

No fue muy impactante ver que Félix se quedó ahí sentado, simplemente estaba cruzado de brazos, sabía lo que eso significaba.

- Está bien, puedes irte si así lo deseas.

- Por alguna razón... no quiero irme.-admitió con cierta molestia.

- Bien, entonces dime, ¿Está bien si te llamo Félix?

- Sí... supongo, ese es mi nombre.-dijo rodando los ojos.

- ¿Naciste aquí en París?-dije dando inicio a la sesión.

- Sí, siempre he vivido aquí, es mi hogar.

- Ya veo... ahora, háblame un poco de tu familia, más que todo tus familiares más cercanos.

- Bueno... yo...-dijo tomando aire. - Tengo un padre que siempre ha estado ausente, su nombre es Gabriel Agreste, uno de los más famosos diseñadores de todo París y tengo a mi hermano, Adrien Agreste... él es mi hermano menor y...-dijo haciendo una pausa.

En ese momento supe que su problema tenía que ver con su hermano.

- Es ciego.-soltó de golpe.

No pensé que obtendría una respuesta como esa, las típicas respuestas son que no se llevan bien con su hermano, pelean o cosas así.

- Ya veo... y, ¿Cuál es tu relación con ellos?

- Pues, mi padre casi nunca está, y si lo hace solo es para regañarnos o exigirnos mucho, y respecto a mi hermano... él es muy amable, a pesar de no poder ver, nunca reniega, lo admiro y admito que... lo quiero.-dijo bajando la cabeza, pude notar que le costó pronunciar sus últimas palabras.

- ¿Cómo te describirías a ti mismo?

- Suelo ser una persona con una actitud firme, si le digo a alguien que debe hacer, tiene que hacerlo justo como yo se lo dije, no suelo interactuar mucho con las personas, ni siquiera con mi mejor amigo.-dijo bajando la mirada. - No... no debería ser así con él, ha sido la única persona que me ha comprendido y todavía lo hago sentir mal... no se lo merece.

- ¿Siempre ha sido así la relación con ese amigo?-pregunté con cierta curiosidad.

- Desde que lo conocí siempre fui muy serio con él desde que era un niño, pero, siento que algo ha cambiado, soy consciente de eso.

- Las personas suelen tener cambios actitudinales, es normal en un ser humano.-dijo el psicólogo.

- Mi cambio no es normal, o al menos yo no lo siento normal.-dijo cruzándose de brazos.

La mayoría de mis pacientes suele decir que ha habido cambios actitudinales en ellos, siempre hay un origen del todo, el todo sería uno mismo, el ser humano tal y como es, diferente de los demás. No era la primera vez que alguien me decía que se sentía diferente, varias veces lo había escuchado, pero, esta vez mientras me encontraba charlando con Félix, podía sentir algo diferente de él respecto a los demás pacientes, tenía algo que lo hacía único, diferente, aunque él no se diera cuenta.

- Bien Félix, ahora quiero que me hables de tu niñez, de lo que más recuerdes.

- Recuerdo... un peluche.-dijo poniéndose serio.

- ¿Un peluche?

- Sí... mi peluche preferido, un gato negro, mi padre me lo regaló cuando era tan solo un niño, yo lo adoraba, porque...

Vi que su mirada cambió por completo, era oscura, parecía sentir odio en su corazón, en ese momento supe que su padre es un punto importante que puede estar causando su enfermedad.

- Félix.

- ¡Basta! ¡No tengo porque estar aquí!-gritó llevando sus manos a su cabeza.

Se levantó de la silla bruscamente, simplemente lo observé, su rostro seguía enfadado, sus puños estaban cerrados, algo pasaba dentro de él.

- Félix por favor, regresa a tu asiento.-dije amablemente.

- No lo haré.

- Pensé que te estabas desahogando.

- No lo hacía, simplemente empecé a hablar sin pensar.-dijo tratando de evadir el tema.

- Félix, eres consciente de lo que sucede contigo, ¿no es cierto?

- Sí...-admitió con cierto enojo.

- ¿Cómo lo sabes?

- No soy tonto... suelo investigar estas cosas y... no es la primera vez que vengo a un psicólogo.

- Ya veo, ¿cómo es o solía ser el otro psicólogo? ¿Causaba algún tipo de emoción en ti?

- Aburrimiento.-dijo sin mostrar ninguna emoción.

Estaba acostumbrado a escuchar las mismas respuestas por parte de Félix, ya no era ninguna sorpresa para mí, aunque debo admitir que el tono de voz que emplea a veces puede ser alucinante y hasta escalofriante.

- ¿Puedo irme ya?-preguntó impacientándose.

Desesperación, se estaba desesperando de estar sentado en el mismo lugar, de estar conversando conmigo un tema muy personal, de todos modos ya no tenía que preguntarle nada más por ese día, podía irse.

- Claro que sí Félix, por hoy terminamos, regresa en una semana.

- No pienso volver-dijo alzando su mano derecha en señal de haberlo prometido.

Cómo olvidarse de Félix Agreste... un paciente muy interesante, con una historia que contar, además; la forma en que cuenta algo es intrigante, te deja ganas de conocer más, pues sus respuestas son cortas y muy literales.

Eso lo hacía especial a él, aunque nunca se hubiese tomado el tiempo de descubrirlo, aunque no quiera aceptarlo, él tiene un don oculto. El ser humano es así, se reserva de todas las cosas buenas, no disfruta la vida por esa misma razón, porque le tiene miedo a todo lo nuevo, a todo lo que lo rodea.

Félix me había dicho que era consciente de su enfermedad, sabía a lo que se enfrentaba, pero no hacía nada por tratar de combatirla y por esa misma razón creía cada vez más, por eso reaccionó de esa forma con su amigo, ha empezado a desconfiar no solo de las mujeres, sino de todo el mundo.

Si realmente quiere curar su filofobia, hará todo lo posible por no permitir que siga creciendo, él es capaz de hacerlo y lo sabe aunque le cueste aceptarlo. Yo solo sería su guía, su ayuda en su camino para ir reduciendo poco a poco la enfermedad, lo demás queda en sus manos.

FilofobiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora