Capítulo 15: El cambio que se necesitaba

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Gabriel Agreste

Los seres humanos cometen diversidad de errores.

Desde esa palabra que sale sin querer de la boca hasta infringir el delito de quitarle la vida a otra persona.

Nadie puede salvarse de este infame mundo, hasta la persona más inocente cae en la tentación del pecado.

Mas, ¿quién soy yo para recriminar la maldad del mundo? Soy igual o peor a él.

Sin embargo, considero que he tratado de brindarles la mejor vida posible a mis hijos, a pesar de mis errores y de mi ausencia, he tratado de alejarlos de todo lo ruin posible, incluyéndome.

Mi pasado lleva una mancha enorme encima, una cicatriz la cual nunca podré borrar de mi memoria. Esa cicatriz me carcome cada día, hora, minuto o segundo de mi existencia; pero eso no va a detener mis objetivos.

Hace unos días vino esa chica peliazul para charlar conmigo, a pesar de no pasar el tiempo necesario con mis hijos, soy consciente de sus visitas frecuentes hacia mi hijo menor, Adrien, ella es la razón por la cual recuperó su sonrisa.

Me encontraba justo como ahora, encerrado en estas cuatro paredes de mi oficina, sentado enfrente de mi computadora, trabajando, como siempre.

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— Buenas tardes, disculpe si interrumpo su trabajo, Sr. Agreste—dijo aquella chica mirándome fijamente.

— No hay pena, tome asiento, señorita—le indiqué con la mano—. Es amiga de mi hijo, ¿no es cierto?

— Sí. Mi nombre es Bridgette Dupain-Cheng. Es un placer conocerle, Sr. Agreste—dijo esbozando una sonrisa.

— Lo mismo digo. La he estado observando, me he percatado de lo cercana que se ha vuelto hacia mi hijo—dije empezando la conversación.

Ella se asustó por un momento, quizá pensó que iba a culparla por eso. A veces las personas se dejan llevar mucho por la apariencia de una persona, juzgan sin saber y luego trae consecuencias negativas.

— No se preocupe, no me molesta en absoluto, es más, desde que viene con frecuencia a la mansión, él ha recuperado esa euforia que lo caracteriza. Es cierto que Adrien es un chico muy amable y humilde, pero recuperó su sonrisa, su verdadera sonrisa—dije en tono nostálgico.

— Ya veo... ¡Me alegro que sea así!—dijo más animada.

La actitud de esta joven es muy eufórica y en ella se ve reflejado un aura tan angelical, esa misma aura veía reflejada no solo en mi hijo menor, sino también en la que alguna vez fue mi compañera de vida.

— Entonces, me enteré que quería conversar conmigo, ¿de qué se trata, señorita Dupain?—pregunté intrigado.

— Sr. Agreste, primero que nada quisiera decirle que su hijo, Adrien, es maravilloso, a pesar de su discapacidad me ha demostrado la valentía que hay en su corazón y la lucha que hace día a día, por esa misma razón, mis intenciones con él no son para nada malas en absoluto, jamás me atrevería hacerle daño, es una buena persona; por eso mismo, quisiera pedirle que me deje acompañarle y cuidarle siempre cada día, después de mis clases, prometo que haré lo mejor posible. Al igual quisiera que esto contara como un trabajo formal y que usted pudiera darme una remuneración—explicó.

Me quedé atónito en ese momento. ¿Realmente esa jovencita sin experiencia venía a solicitarme trabajar? Debe tener mucho coraje para hacerlo a su edad.

— Así que... viene a pedirme trabajo—dije con más seriedad.

— Por favor, Sr. Agreste, yo realmente necesito un poco de dinero—dijo bajando su mirada—. Por esa razón quiero ganármelo.

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