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- Sí mamá, tengo todo, el teléfono, la merienda, dinero por las dudas... ¡Todo!

-Excepto las ganas...- dijo su padre desde la cocina.

Cande se encontraba en el Living con su mamá, guardando las cosas para una excursión que harían con el colegio ese día. Ya era demasiado pasar 6 horas en esa cárcel, ahora debía pasar como 10, hasta que volvieran.

*Tendría que haberme hecho la enferma*

- Sí, es cierto papá, tienes toda la razón. Debería faltar...- dijo Cande, mirando a su mamá.

-No existe ninguna posibilidad, además, debes socializar con tus compañeros...- dijo su madre intentando cerrar la mochila de su hija, que estaba a punto de reventar- hazlo por mí.

- agh, de acuerdo- dijo cande, blanqueando los ojos.

-Sólo son tres meses, hasta que tu tía se recupere.- dijo su papá.

- Creo que la que se enfermará seré yo, si tengo que ir otra vez a esa cárcel a la que le llaman escuela.- dijo Cande, quejándose.

Su mamá no dijo nada, ni su padre interrumpió con algún comentario, simplemente se mantuvieron en silencio hasta que su mamá la dejó en la escuela.

Cuando Cande bajó del auto, sólo se limitó a decir un "chau" a su mamá. Quien al parecer no pareció ni ofendida ni nada. Ni siquiera mostraba señales de comprensión hacia su hija quien, verdaderamente, padecía cada día que pasaba en esa estúpida escuela.

*Són sólo tres meses* No dejaba de repetirse Cande, todo el trayecto del a colectivo desde la escuela hasta el museo, soportando todos los gritos de sus compañeros, e intentando ignorar todo su alrededor.

Cuando llegaron al museo, vio algo que le revolvió el estómgo. Un cuadro de un pueblo, que le hací recordar lo que era su antigua casa. Entonces, sintió como si esa época hubiese sido hace miles de millones de años, y que para el reencuentro con la felicidad que éste lugar le daba, faltaría una eternidad.

Enana...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora