Capítulo 2

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Sus garras estaban manchadas de sangre por la repentina aparición de un demonio que había tratado de atacar la aldea

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Sus garras estaban manchadas de sangre por la repentina aparición de un demonio que había tratado de atacar la aldea. Al acercarse al río lavo sus manos quitándose el olor y la sangre que tenía.

Se sentó al borde y miro como el agua bajaba, le recordaba un poco a la cascada en donde había dejado a Kagome aquella mañana después de una larga misión al fin la había dejado en su hogar y ella le había agradecido con una gran sonrisa. Se había adentrado en una cueva y vio un poco como Koha la había recibido antes de irse saltando.

Quizas le eso le había producido un poco de tristeza pero mientras viera a Kagome feliz no pedía más.

Ella debía de ser feliz después de todo el daño que le había provocado cuando Kikyo aún vivía.

—Gracias por proteger la aldea Inuyasha—giro sus ojos encontrándose con Miroku, Sango y sus hijos—estuvimos ocupados y al final no pudimos ir.

—No hay problema, es mi deber.

Las gemelas hijas de ellos dos se acercaron a él corriendo a su alrededor como siempre lo hacían y se lanzaron a él riendo. Al final Inuyasha solo las aparto torpement y ambas niñas salieron corriendo a buscar flores como hacían la mayoría de veces.

Sango se sentó aún lado de él y Miroku al otro.

—¿Estas bien haciendo eso? Koga puede hacer lo mismo y no tendrías que verlos a menudo solo en nuestra reunión del mes.

—Estoy bien.

—¿Como esta la señorita Kagome? La vez pasada no vino a nuestra reunión.

—Esta bien, Koga la esta cuidado mucho y ya no puede estar hiendo de aldea en aldea, Kagome piensa quedarse más en casa para cuidar de su hijo.

Los ojos de Sango se abrieron mostrando sorpresa pero al instante desvío la mirada a su hijo que ahora lo tenia en brazos.

Miroku no comentó nada sobre ese asunto.

Ambos lo sabían perfectamente, que Kagome era un tema delicado que no debían tocar tan fácilmente con Inuyasha.

El silencio permaneció en el ambiente de ellos tres hasta que las gemelas regresaron con una corona de flores que colocaron sobre la cabeza de Inuyasha. Ambas niñas rieron al ver el rostro confundido de Inuyasha que tocaba levemente su cabeza viendo como unos pocos pétalos de flores caian de su cabeza.

—Estas muy lindo tío Inuyasha—opino una de las gemelas con alegría.

—Vamos por otros para papá y mamá.

Después de la tormenta Donde viven las historias. Descúbrelo ahora