Paradas.

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Cada mañana era lo mismo. Siempre me dirigía hacia la misma parada de colectivo que me llevaba hasta el colegio, sin excepciones. No pasó demasiado tiempo hasta que comencé a notar ciertas peculiaridades en mi rutina.

Ellos siempre estaban ahí. Un grupo de extraños cuyos nombres nunca sabré, actuando de manera individual y viviendo su día a día, de la manera mas normal posible. Sin embargo, mis frías mañanas en la parada del colectivo se veían completas gracias a este conjunto de personas. Me gusta pensar que yo, también siendo una extraña en su mundo, logré quedar como, por lo menos, una memoria fragil y borrosa en sus mentes.

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