Parte 1: El Hombre.

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El primero que noté fue quién adoptó el nombre de "El Hombre". Sabía que era un señor joven, común y corriente, que medía alrededor de 180 cm de altura. Aún así, su postura encorvada y su cabello grisaceo le daban una apariencia sin edad, semejante a la de un ser de otro universo. Inmortal. Siempre vestía el mismo abrigo. Un saco largo, el cual en un principio creí era marrón, aunque luego me dí cuenta de que en realidad era negro. Caminaba arrastrando los pies, como si estuviese cansado y sus penas y dolores estuviesen tirando de él hacia lo más profundo de la tierra. Vivía detrás de la parada del omnibus, un edificio con una entrada minúscula frente a un puesto de diarios, y trabajaba en frente, una cuadra hacia la izquierda, en el Tribunal de Justicia. Lo sé porque ahí es a donde siempre se dirigía luego de pasear a su perro, el cual era pequeño y gris, lo cual me confirmaba que sí, los perros tienden a parecerse a sus dueños. A veces salía de su hogar con un pequeño abrigo rojo, y yo no podía evitar sonreír.


 Me sorprendí una mañana de invierno, de esas tan frías que sientes como se te entumecen los dedos de las manos. Ese día lo ví con una mujer. Su cabello era rubio, largo; enmarcaba su pálida cara. Delante de ella íba un cochecito de bebé. De alguna manera supe, aunque no logré verlo,que se trataba de un bebé hermoso. Entre ellos hablaban en susurros, como si cualquier sonido un decibel más alto perturbase al niño.Seguro se preguntan por qué me sorprendí. Bueno, el caso es que ya había imaginado la vida del hombre en mi propia mente. Tengo esa mala costumbre, y cuando me dí cuenta de que el único amigo de este hombre no era su perro.. No estaría exagerando si dijese que me sentí como un artista cuya musa cambia de posición y exige que corrija el retrato cuando ya casi estaba terminado. 

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