En algún principio no le presté atención, cuando recién comenzaba a tomar el colectivo luego de las circunstancias que me habían forzado a mudarme al centro. Eventualmente me percaté de este hombre, tan alto hasta el punto en el cual su cabeza rozaba el techo del omnibus. Tenía el pelo corto, rapado a los costados de una manera muy clásica. Siempre se subía en la misma parada, y compartíamos un recorrido de 10 minutos hasta que yo me bajaba en la parada detrás de mi escuela. Nunca supe hacia donde se dirigía, ya que no llevaba con sí nada que delatase su destino, y siempre seguía en el colectivo después de que yo bajaba. Algunas veces subía con bolsas de compra, pero no me servían como pistas. Muchas veces era el único que subía en esa parada, en la cual muchas veces tomé yo misma el colectivo antes de vivir en la zona. Me daba gracia verlo extender su brazo en señal al colectivero, ya qué se tornó una acción tan predecible cada vez que pasábamos por esa esquina. Me siento afortunada por haber logrado interactuar con él, una vez que se sentó al lado mio en un asiento doble. Ese día noté que llevaba puestos auriculares, y no pude evitar querer saber que escuchaba.Sentados, el era una cabeza más alto que yo. Mientras almacenaba en mi mente todos estos pensamientos, llegamos a mi parada. Y así como si nada, me bajé del colectivo hacia la fría calle, el sol apenas saliendo, las únicas palabras murmuradas siendo un "permiso" y un "gracias" hacia ese desconocido tan conocido.
No pude evitar, más adelante, querer entregarle una carta a este hombre. Explicándole por qué en las mañanas reía para mí misma cuando lo veía, y por qué me enfocaba tanto en él. Lo haría, solo si yo misma supiera la respuesta a esas preguntas. Siempre serán un misterio.
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Paradas.
Non-FictionCada mañana era lo mismo. Siempre me dirigía hacia la misma parada de colectivo que me llevaba hasta el colegio, sin excepciones. No pasó demasiado tiempo hasta que comencé a notar ciertas peculiaridades en mi rutina.