Nuestro hogar

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Severus Snape se encontraba caminando por las transitadas calles de Londres, su actual pareja y dueño de la casa donde vivía había discutido con él sobre cuál de ellos sería el más capaz de ir a la ciudad para comprar las provisiones necesarias sin contar con la pintura o cualquier artefacto necesario para arreglar la casa como era debido. Por obvias razones él elegido de Slytherin era quien se encontraba caminando de un lado a otro como lo había hecho días anteriores.

Este también aprovechaba la oportunidad para tener un empleo, de cualquier cosa sin embargo conseguir un empleo en el mundo muggle era tan difícil como en el mundo magico, solo que allá buscaban talento, determinación y claro dependia de la ascendencia familiar (como en el caso de los Black o los Malfoy) sin embargo con los muggles parecía que se lo daban a quien más se dejará sobreexplotar sin poner resistencia. Una total desgracia y pérdida de tiempo.

Más allá de querer seguir a merced en la casa con Sirius buscaba una manera de ayudarle con los gastos y contribuir al que sería su hogar provisional de allí hasta que pudiera irse a otro lado o en el peor de los casos que terminara la relación y lo corriera. Tenía miedo de que eso pasara pues había desarrollado más que unos leves sentimientos hacia el. Terminando su recorrido de ese día por la ciudad e igual de derrotado que el día anterior se dirigió a la dichosa casa que se encontraba demasiado lejos como para llegar de otro modo si no era caminando.

Sirius se sentía una de las personas más inútiles que existía en la tierra, debía quedarse en casa limpiando y tratando de hacer una comida decente para él y su pareja; estaba totalmente convencido de que el siguiente hogar que tuviera con Severus sería en el mundo mágico, donde pudieran usar sus poderes y no ocultarse por poder actuar extraño frente a los muggles.

Ya estaba anocheciendo cuando visualizó por fin a su novio llegar, le encantaba esa parte del día, era cuando al fin podía besarlo y abrazarlo, si se lo permitiera llegaría aún más profundo, se entregaría a él pero igual no se lo permitían. Se haría fuerte y paciente hasta que el momento ideal llegará.

-Hola amor, ¿qué tal el trabajo?-preguntó con tono femenino, si algo sabía es que no perdería jamás su curioso sentido del humor.

-Te sorprenderá que aún no encuentro nada, además los Dunne nos volvieron a invitar esta noche a cenar-suspiro un poco resignado, pero no había que hacer jamás regresaría a su casa-nos deben de estar esperando, les dije que solo vendría a avisarte e iríamos para allá.

-Al menos dame un beso de bienvenida, tu bello novio trabajo todo el día para mantener de pie esta casa y es lo mínimo que merece-solo Sirius podía decir tremenda mentira sin reír, los muebles estaban mal sacudidos, su cuarto era un desastre y hasta había pensado que era cuestión de suerte que los invitaran a comer esa noche que había quemado el estofado. A pesar de saber la mentira y conocer al novio Severus lo beso para luego salir acompañado de él hacia la casa vecina.

No tardaron más de cuatro minutos para llegar a su destino, era la tercera vez que comerían en la casa y siempre era la misma rutina. Se sentaban les servían guisado de pollo y verduras, tomaban té con galletas y luego Elizabeth ayudaba a Severus a lavar los trastes mientras su "hermano" platicaba con los padres.

-Severus, perdona mi osadía pero tú y tu hermano no se parecen, ¿por qué?-preguntó con camuflajeada inocencia la señorita Dunne. Mientras observaba intentando analizar la expresión puesta en el rostro de su oyente, sin embargo no pudo deducir nada.

-Ambos tenemos el mismo padre, diferente madre-fue lo único que te dijo y prosiguió lavando, le molestaba cada que la muchacha curiosa trataba de interrogarlo.

-¿Sabes si tu hermano tiene novia? Sé que estoy siendo algo atrevida pero realmente es un joven muy apuesto-se había ruborizado levemente, desde que los había visto pensó en ello. Su idea era casarse con alguno de los hermanos a final de cuentas ambos eran guapos y seguro de una familia con dinero.

Era solo una broma Donde viven las historias. Descúbrelo ahora