EL OJO [+18]

El Magnífico.

1

Despertó justo en el momento en que fue depositado en el suelo. Sintió a través de la ropa que estaba tendido sobre una alfombra abultada y percibía un leve olor a incienso y a mirra... ni siquiera estaba seguro de saber qué era esta última pero su subconsciente le advertía que eso era.

Abrió poco a poco los ojos tratando de acostumbrar la vista a lo que parecían varios focos rodeados de papel delgado y la luz que envolvía el lugar se había vuelto roja a más no poder. De pronto miró a todos lados como si buscara una salida, y claro que vio una puerta hasta el fondo, pero no se atrevió siquiera a levantarse porque frente a él, a unos escasos metros estaba un hombre con capucha como la de Ángela, con la gorra echada hacia atrás y mirándolo con unos escrutadores ojos verdes que denotaban odio y envidia. ¿Envidia? ¿Por qué?

"Veamos qué hay por aquí" Dijo el señor con una voz chillona parecida a la de un adolescente... no cuadraba con su físico ni su carácter. Estiró los dedos y los volvió a cerrar creando un puño como si esperara ansioso por abrir un regalo de cumpleaños deseado por mucho tiempo. "¿Cuál es tu nombre?"

Randall lo miró desde el suelo y pensó que ni siquiera necesitaba decirlo, ya que seguro podría leerlo de su mente como la chica.

"Bueno, muchacho, no contestes, de ti depende que tan bien te trataremos en esta organización".

"No quiero estar aquí" Su voz sonó retadora, a lo que el señor alzó una ceja y comenzó a acercarse lentamente. "Y no se atreva a tocarme".

"No pensaba hacerlo, Randall. Veo que eres mucho más fuerte de carácter de lo que se te ve".

"¡Usted no conoce nada de mí! ¡Exijo que me deje salir!"

"¡Calla!" Bramó el hombre dando un manotazo al aire como si abofeteara a alguien invisible y de pronto la cabeza de Randall se sumió un terrible silencio.

Lo comprendió todo en cuanto trató de hablar de nuevo, ya que no salía ningún ruido de su garganta, por un momento se había quedado mudo. Comenzó a gruñir sin sacar nada de la boca y el señor comenzó a hablar en cuanto este se levantó.

"Mira, chico, sé que no tienes nada de aprecio hacia mi, pero te aseguro que lo tomarás con el tiempo... ya que yo te guiaré mucho más de lo que lo hace ya tu Mentora y te aseguro que nos llevaremos bien". Se dio la vuelta y Randall vio como la capa se deslizaba por la alfombra. No se había dado cuenta que a los costados de la habitación había muebles en donde reposaban extraños objetos, como cráneos, algunas manos amputadas en descomposición encerradas en una especie de cuadrado de cristal, y alguna que otra botella llena de líquidos verdes, amarillos, marrones, y mechones de pelo dentro de ellas. "Yo soy el Magnífico, y soy el líder de esta sociedad. Verás, nuestro objetivo no es alabar el Ojo como te lo ha dicho tu Mentora, Ángela, si no me equivoco. Más bien nosotros tratamos de despejarnos de sus maldiciones, y tratamos de llevarnos bien con él para sobrevivir como cualquier persona normal".

Randall, algo calmado y nervioso no dejaba de ver el lugar en el que yacía, ya que a pesar de ser un cuarto algo cerrado y apretado por los muebles y una extraña silla de cuero en el centro, vio que el techo estaba más arriba de lo normal de lo que debería estar cualquier habitación pequeña. Estaba tan alta como si fuera un salón de fiestas para mil personas, y alcanzó a ver a través de la luz roja intensa que se hacía más negra en cuanto más arriba mirara, que caían lazos de cables negros donde al final estaban los focos cubiertos de aquel extraño papel rojo... ¿cómo demonios habían llegado a colgarlos de tan alto techo?

"¿Si te dejo hablar de nuevo juras no decir nada mientras te explico qué sucede?"

El chico vaciló por un momento sin dejar de mirar la mano en el cristal derramando larvas a montón y asintió para que el señor le regresara sus cuerdas vocales si es que se las había quitado. Con un ademán parecido a otra bofetada hizo que la voz regresara a su garganta y la tocó para ver si no había sufrido alguna lesión severa.