Capítulo veinte

196 50 19
                                    

Maratón II.

Madón observó atentamente como sus dos acompañantes se sumían en un largo y tenso silencio, dándole mucho que pensar sobre lo que acababan de decir.

Indagó en su mente por varios segundos y tiró suavemente de sus cabellos en gesto de concentración que atrajo las miradas de ambos, mientras observaba el suelo y sentía pasar toda la información sobre monstruos que había leído a lo largo de su corta vida. Y entonces, cuando creyó tenerlo, acalló sus palabras no pronunciadas brutalmente, subió la vista y no la despegó de Marilú ni por un momento.

"El monstruo señaló a través de una ventana que Madón no había notado muchos árboles oscuros.

—Son árboles alucinógenos, podrían haberte provocado sueños extraños e irreales, como también visiones distorsionadas del futuro, o pesadillas horribles. —Cuando terminó de hablar, Madón lo miró asustado, y no pudo evitar tirar del pelo en sus brazos ante el pensamiento de que las sombras podían ser reales."

—Por supuesto. —murmuró causando curiosidad a sus allegados.—Hace unas horas yo seguí a Marilú gracias a que me sentí atraído por su poder y belleza, pero antes de eso, me vi sometido a un, podría llamarse, "lavado de cerebro" —explicó con lentitud Madón mientras analizaba cada palabra que salía de sus labios.—Solo hay dos seres en el bosque capaces de jugar con la mente utilizando el hipnotismo. En este lado del bosque, que si mal no recuerdo es el norte, existen los árboles alucinógenos, que son capaces de provocar sueños extraños e irreales, como también visiones distorsionadas del futuro, o pesadillas horribles. Yo viví todos los síntomas, pero logré superarlos gracias a mi crianza de raza. —Guardó silencio mientras pensaba en cómo sería capaz de decir lo siguiente, hasta que con un suspiro y sin pensarlo demasiado agregó:—Fueron horribles; cada segundo que viví en ese estado nunca va a ser olvidado, y si yo apenas lo dejé atrás, ¿crees capaz a tu amigo de hacerlo? —preguntó esperanzado, aunque sabía de antemano la respuesta: un rotundo no. Porque de ser así, Di'Vang estaría con ellos en ese momento planeando como enviarlo a casa y volver a donde quiera que ellos vivieran.

Todos guardaron silencio y se centraron en el mapa que Marilú había terminado.

La misma voló sobre la cabeza de Madón y se posicionó allí, sin intención de moverse en ningún momento. Madón se sintió un poco intimidado por el hecho ya que, después de todo, había intentando matarlo y no era algo que fuera a olvidar con rapidez.

Dejando el tema un momento de lado Russel tomó el mapa y se colocó frente al timón, para comenzar así a dirigir y movilizar el tren, el cual no tardó ni medio segundo en responder a su llamado. Con mucho cuidado colocó el mapa en una tarima a medida con un borde exterior que lo sostenía.

—Dejaremos a Madón donde vive y partiremos a mundo. No podemos estar mucho más tiempo aquí, Helgio. Este lugar está comenzando a afectarnos, y si tú sigues en esa forma por más tiempo para ocultar lo evidente me dará un ataque al corazón. —explicó aún de espaldas Russel mientras movía una que otra palanca.—Dime Madón, ¿dónde debemos ir? —le preguntó mientras vertía un líquido extraño a través de una bombilla en un agujero pequeño.

Madón se acercó temeroso al lugar y comenzó a ver el mapa. Siquiera se dio tiempo de detallarlo con tranquilidad cuando localizó las montañas donde él vivía y la señaló con el dedo. Con rapidez el ser de gran estatura lo apartó y le señaló un pequeño lugar para sentarse que antes no había notado.

—No les recomiendo salir de aquí; con cualquier movimiento los otros podrían salir, y si Madón quiere llegar a casa no le recomiendo conocer a los demás; no son muy agradables con carnes nuevas. —dijo con un tono extraño en su voz que Helgio no se tragó en absoluto, pero que Madón dejó pasar sin problema alguno, asintiendo aunque no pudieran verlo.

Todos guardaron silencio cuando el tren con rapidez comenzó su marcha a una velocidad sumamente alarmante, logrando que los parpados de Madón vuelen por el susto y su cuerpo se mueva varios centímetros hacia atrás sin cuidado alguno, chocando con un pequeño mueble que le provocó un susto.

Madón no pudo pensar en más que pronto estaría en casa, en si sus padres estarían preocupados por él, y en si su madre lo abrazaría al llegar a casa y le diría cuánto lo amaba, a lo que él claro respondería lo mismo o con mucha más efusividad. También esperaba que ese deje ofensivo desapareciera de la mirada de su padre cuando le contara como logro sobrevivir solo en el bosque, pensó que sería genial que se sintiera orgulloso de él. También pensó en qué sería del paradero de Elyan y en qué dirían sus padres cuando él les contara como lo sacó de casa prácticamente a la fuerza; seguramente no volverían a hablarle, si es que en verdad eran amigos. Pensó, sin embargo, aunque aquello fuera más utópico que otra cosa, en que todo sería perfecto al llegar a su hogar, en cuánto amor sentiría de parte de sus padres hacia él, y en como su mamá lo amaría mucho más de lo que amaba a su tío Rocco.

Sí, todo sería perfecto.

Sí, él sería completamente feliz.

—¿Oyeron eso? —murmuró Helgio al mismo tiempo que sus orejas se volvían aún más puntiagudas. Russel y Madón prestaron atención, pero no oyeron nada. Las luces se apagaron y volvieron a prenderse de un momento a otro, asustándolos.—Ahí está, otra vez. —dijo alarmado, mientras subía con rapidez un mueble alto y observaba por la ventana. Los controles de la máquina se descontrolaron por un momento y Russel soltó un gruñido cargado de frustración.—Madón, ¿por qué los árboles se están volviendo cristalizados?, ¿por qué todo se está congelando? —preguntó con temor Helgio mientras no paraba de ver cómo los árboles morían a manos del frío.

Era simplemente aterrador pensar que el moriría por eso también.

—El invierno comenzó oficialmente, debemos apurarnos. —respondió algo asustado mientras copiaba la acción de Helgio.—Las sombras no tardarán en aparecer.—murmuró más para si mismo que para los demás.

Russel se enderezó al escuchar aquello.

—¿Las sombras?, ¿las sombras de las que Di'Vang hablaba preso de su locura? —preguntó Russel acelerando la máquina sumamente concentrado en su tarea.

Madón sonrió tristemente antes de responder:—Esa no era locura, Russel, era realidad. Una realidad aterradora.

Todo se sumió en silencio y Madón intentó refugiarse en pensamientos positivos y utópicos, en los que todos llegaban a salvo a sus casas y eran consolados por sus padres al haber pasado un mal momento. En los cuales todos se volvían amigos y prometían verse pronto. En los que sus padres lo amaban y siempre lo habían hecho.

Simples utopías.

 —Madón...—llamó preso del pánico Helgio, logrando que el anteriormente nombrado le prestara suma atención.—Madón, ¿¡qué es eso!?—gritó completamente asustado observando como las mismas sombras que anteriormente había visto en su pesadilla se volvían una realidad ante sus ojos.

Y entonces, el tren colapsó.

Fecha de publicación: 01/11/17. 

cuatro capítulos más. ay, ME MUERO.

Madón y Helgio [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora