Capítulo dieciocho

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Madón observó aún con lágrimas en los ojos a Helgio sin saber con exactitud qué hacer al ver como el pequeño ratón caía rendido al suelo. La imagen era realmente devastadora, y él conocía sobre el tema para saber que el corazón de Helgio había sido roto en millones de pedazos, y que poco debía quedar de su pequeño amigo.

Con lentitud se levantó del suelo y observó como aquel tren que tanto significado tenía para su amigo se incendiaba siendo sola y únicamente controlado por la negrura del bosque, el cual se encargaba de absorber todo rastro de calor existente en el mismo.

Madón sintió como sus esperanzas y las de Helgio se extinguían al igual que una llama siendo soplada con gravedad al momento de que fue consiente de lo que significaba que aquello ya no estuviera como debería.

El tren se encontraba chamuscado y vuelto ceniza, con las maderas mayoritariamente intactas y casi todas las puertas cerradas a excepción de la última.

Eso le daba qué pensar.

Se acercó lentamente a ella sintiendo la pesada mirada de Helgio sobre sí, y se limitó a quedar a pocos pasos del fuego. Estudió sin cuidado a través de las llamas, hasta que lo notó: adentro no había fuego.

Su sorpresa fue tanta que retrocedió varios pasos sin pensarlo.

—Helgio... —le llamó ahogando un pequeño gemido, llamando la atención del menor, quien únicamente subió la cabeza para observar mejor a Madón cerca del fuego. Se sintió preocupado, pero su dolor era mayor a cualquier cosa que pudiera pasarle a alguien más. Eso era enfermo. O eso pensaba. Madón dudó antes de proseguir, pero cuando notó que tenía una pequeña oportunidad, habló:—No hay fuego dentro.

Todo se mantuvo en silencio por extensos segundos en los cuales Helgio seguía llorando destrozado y Madón no se movía en absoluto de su lugar. 

—No hay fuego dentro. —repitió, como si fuera lo más obvio del mundo, pero sin dejar su asombro. Era una mezcla extraña que confundió al menor.—Helgio, Helgio, mira, no hay fuego dentro.—Su voz cada vez sonaba más fuerte, más esperanzada y extrañada, más... humorística. Helgio no entendía nada.

—Eso... No tiene sentido.—murmuró él mientras se dejaba caer hacía atrás y observaba el cielo.—Perdiste la cabeza.

Madón soltó una carcajada limpia e infantil, cargada de histeria.

—¿Crees que no lo sé? Por favor, velo con tus ojos, permiteme dejar de creer que estoy loco. —pidió Madón entre divertido y asustado. Helgio no entendía absolutamente nada, y no estaba de humor para juegos, por lo que rápidamente volvió sus pensamientos a donde anteriormente estaban escondidos.

Di'Dang, estúpido Russel, ustedes no merecían esto... Pensó sintiéndose hundido, aunque no le dio demasiado tiempo para lamentarse gracias a la insistencia por parte del peludo, quien ya había comenzado a irritarle de sobremanera.

—Oye, Helgio.—llamó Madón, logrando que el mismo blanqueara los ojos y suspirara aún entre lágrimas.—Mírame —suplicó desesperado, pero aún no conseguía lo que quería.—¡Oye! —gritó al mismo tiempo que dejaba escapar un grito ahogado. 

Helgio lo observó rápidamente y sintió el corazón en la boca.

¿Qué diablos hacía Madón dentro del tren en llamas?

—¿¡Te volviste loco!? —gritó totalmente asustado y enfadado Helgio mientras se paraba y corría a intentar ayudar al mayor, el cual fruncía el ceño mientras hacía un puchero nada notable.

—Me pisé el pie.—murmuró Madón con lágrimas en los ojos, logrando que Helgio rodara los ojos y quisiera darle un golpe en la cara, aunque supiera que eso no le haría más que cosquillas al gigante frente a él.

Helgio se apartó un poco y corrió hacia atrás ganándose una mirada curiosa por parte de Madón, quien sin darle demasiada importancia observó el lugar sin moverse demasiado de su posición. Su vista pasó con lentitud por todo el lugar, observando así el piso de madera negra cubierto por una gran alfombra roja con extraños símbolos, seguido de varios muebles extrañamente pequeños y cuchillos colgados en la pared junto a cuadros en los que se enmarcaban extrañas máscaras que le resultaron hermosas, aunque fueran más que nada terroríficas y sombrías. Aunque debía admitir claro, lo que más le había llamado la atención había sido sin dudar el gran mueble a varios metros de sí, apretado en una esquina más oscura de lo normal gracias a la poca iluminación que lograba entrar por la puerta, producida por el fuego que cada vez parecía consumirse más.

—¡Madón! —gritó Helgio, logrando llamar la atención del mismo, quien apartó la mirada a regañadientes del gran mueble y la dirigió al pequeño ser. No tardó demasiado en encontrarlo, después de todo, Helgio era la única cosa con un color diferente a su alrededor.—¡Sal de ahí! —Madón no pudo ocultar su confusión, pero antes de que pudiera replicar, el gran mueble se movió, y a pesar de que había sido una simple vibración, la notó en cada fibra de su ser.—¡Tienes que ver esto! —Repentinamente enmudeció, logrando llamar más aún su atención y consiguiendo entonces que Helgio saliera del lugar, caminando con lentitud hacia él.

Una vez estuvo a su lado, Helgio señaló con su pequeño dedo como el fuego se iba extinguiendo y cada madera que formara parte del tren iba con dificultad volviendo a su estado natural, al igual que todo aquello que hubiera sido roto o incinerado por el supuesto fuego.

Ambos fruncieron el ceño al notar como cada luz del mismo empezaba a ser encendida, y un estallido se dejaba escuchar, uno que no comprendieron hasta segundos después, en los cuales una alta figura con pantaloncillos cortos salía despreocupada del mismo vagón al que Madón había entrado con anterioridad.

fecha de publicación: 30/10/17.

lamento la tardanza (?

hace mucho no les pregunto: ¿algún consejo o punto a recalcar en la novela?, ¿les está gustando el rumbo? :3

Madón y Helgio [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora