Capítulo veintitrés

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Y lo vio a punto de saltar al momento que algo oscuro se asentó en su pecho, algo que le dijo que las cosas estaban mal, que no debían hacer lo que hacían, pero lo ignoró tanto como pudo; lo ignoró porque sino evitaría que saltara de ese tren y le ofrecería a Madón cosas que tenía prohibidas, cosas que podían costar su vida.

Sacudió la cabeza al momento en el que vio como con una lentitud escalofriante Madón saltaba por la gran puerta y con él, el sentimiento de tranquilidad mínima en su sistema.

Lo que fueron tres segundos los sintió como la más fría despedida de dos desconocidos que tenían más en común de lo que creían.

Porque después de todo, Helgio también quería volver a casa, y porque después de todo, Helgio también amaba a su anterior familia, su viejo hogar, aunque no quisiera admitirlo en otro lugar que no fuera su mente.

Mordió sus labios al momento que Madón fue dejado atrás con rapidez y Russel con una velocidad impresionante salió disparado hacia el techo del tren en movimiento; lo único que le quedaba hacer era ponerlos a salvo, dejar de pensar en Madón, en lo que sería de aquel al que de nada conocía y comenzar a preocuparse por los suyos de una vez por todas.

Y era difícil, demasiado, más cuando Helgio siempre había sido un problema para ellos, para su gente, aunque ninguno lo admitiera.

Un problema por sus malas decisiones.

Entonces solo le quedaba batallar contra sus emociones, dejar salir esa paz que todo el mundo decía tenía de una vez por todas para así salvarse, salvarlos, salvarlo; para terminar con eso de una vez.

Creía que podría con cada pedazo de bosque dejado atrás, con cada metro más cerca de casa, con cada paso más lejos de Madón.

Sí, eso creía, pero, ¿sería cierto acaso?, ¿o Helgio no sería capaz de evitar el fin del bosque y de su amado tren por un profundo mar, por una muerte que no debía darse en otro lugar y en otras manos que no fueran las de Oscar, por un vacío en el pecho que le rompía a pedazos?

Y entonces se hundió en lo más profundo de sus emociones, donde la vida como Helgio terminaba, y solo quedaba él, quien siempre había sido: un ser roto con máscara de lobo ante una sociedad de altrajos que juraba aceptarle, amarle y respetarle.

Pero... ¿En realidad lo hacían?, ¿o esa era solo otra mentira?

fecha de publicación: 14/10/17.

[errores ortográficos]

UN CAPÍTULO.

Madón y Helgio [#1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora