Capítulo 2

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"Eh aquí la esclava del señor, hágase en mi según tu palabra."

Ella era una mujer completamente misteriosa, su esencia era la del viento que no sabe a dónde va ni de donde viene.

Su nombre era Ana, sin orígen y sin apellido. Tenia 26 años, ojos claros color miel apagados y tristes, cabello completamente negro y ondulado a la altura de su cintura que usualmente nadie notaba por su peinado recogido, estatura mediana, piel bronceada por las extenuantes horas en el campo. Una aspirante a novicia del convento de Santa Eva en un pequeño poblado llamado Orvieto, en la provincia de Terni, región de Umbría, Italia. Abandonada a horas de nacida y encontrada por la Madre Superiora Johana Rusalka, de origen esloveno.

Narrado por Ana

Para mi, el Convento de Santa Eva era todo lo que conocía, era mi hogar y mi cárcel. Un lugar enorme con un encanto algo sombrío, tiene su propio y escabroso bosque en el que los mismos espíritus se pierden. Lo mas cerca es un pequeño poblado de agricultores que acuden al hospital del convento, nunca he congeniado con ellos.

Con el pasar de los días me acostumbré bastante bien , la hermana Johana me ha cuidado tan celosamente porque espera grandes cosas de mi. 

Caminé por los mismos pasillos de siempre hasta la oficina del doctor Klaus.

-Doctor Klaus. Le tengo buenas noticias, el hombre que llego ayer con hemoptisis, Solomon Stravolsky, esta estable, incluso fue a jugar con su hijo en el jardín. Le pedí que descansara pero el hombre es testarudo. -Abrí la puerta de golpe por la emoción.

Desde los 14 años asisto al doctor Klaus Schafer, un alemán de 54 años que huyó junto a sus padres a los 15 años tras la caída de Adolf Hitler; su padre el doctor Adler Schafer era un médico nazi. Klaus es alto y robusto, cabello y barba blanca y ojos azules; que la apariencia no los engañe, el director del hospital es un hombre muy caritativo y bondadoso. El dice que hay algo especial en mí, que probablemente sería una doctora brillante, intentó persuadirme de estudiar en la universidad durante años, pero la hermana Johana jamás lo permitiría.

-Buen día Ana. Dios lo quiere así,el hombre es muy afortunado. -El doctor firmaba algunos documentos sobre su escritorio, yo tomé uno de sus libros para continuar con mis estudios independientes.

-Perdón, Buenos días doctor. -Me percaté de mi falta de modales.- Es solo que me sorprende. Cuando llegó tosiendo sangre pensé que moriría, es decir sus pulmones parecían haber colapsado por completo. -Dije mientras me acomodaba en el sofá cerca de la ventana.

-A mi no me sorprende, lo puse a tu cuidado por alguna razón. -Me miró deteniendo su trabajo.- Ese pobre hombre estaba a punto de morir... te felicito. -¿Porque me felicitaría a mi si solo soy su asistente? Me limité a sonreir.

-Doctor ese mérito no es mío, usted es brillante. -El me devolvió una sonrisa paternal y cálida.

- Nos quedamos en el capitulo 20, hoy nos toca: Hemato - Oncología Pediátrica. -Tomé el libro y mi cuaderno de apuntes.

-Hmm... pediatría. Eso me recuerda, los niños no han dejado de preguntar por ti hermana Ana, deberias ir a visitarlos. -Volvió a sus documentos regados en el escritorio parecía evasivo y distante.

-¿Vamos a descansar por hoy? -Era extraño porque jamas nos perdíamos una lección. -¿Está todo bien?

-Si, Ana está todo bien. Aún debo evaluar a Solomon antes de darlo de alta. Meras formalidades. Anda ve con ellos. -Ni siquiera me miraba.

-Doctor Klaus, con todo respeto usted es un buen médico pero un mal mentiroso ¿sabía? -Contesté insistente mientras el tomaba su maletín con todos sus instrumentos médicos.

Angelus MortisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora