Capítulo 5

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"No creo en el destino, creo en las señales."

Elisabeth Benavent

Narrado por Gabriel

Hace mucho tiempo no venia a la tierra, nunca sin mis poderes. 

-Los seres humanos son tan frágiles comparado con todo, su cuerpo, su mente y su alma, todo parece romperse tan fácil. -Pensaba mientras miraba a Ana aun inconsciente. Pálida por el frió.

Pocos conocen el secreto de la descendencia de Jesús, ¡Claro que existe un legado! Alguien tenia que cuidar la tan amada creación del Padre. Se me encargó la misión de protegerla hasta que...

-¿Estoy muerta? -Despertó. La escuché balbuceando.

-Eso no me conviene. -Pronuncié apartando la vista.

-¿Donde estamos? ¿Que pasó?... ¡Ada! ¡Noé! -Dijo sobresaltada mientras intentaba incorporarse sin resultado.

-El niño esta a salvo, le fué mejor que a la niña.

-... No 

-Su cuerpo no resistió pero su alma al fin pudo descansar. Es la meta de los humanos ¿no?

-Solo era una niña... 

-No le tocó un buen destino, lo sé

-No lo entiendes ¿cierto?

-¿Tú si? ¿Acaso tienes idea de lo que está pasando? -La recosté nuevamente, justo antes de que se desmayara.

Al contacto con su cuerpo noté que estaba frio como un cadáver. Lo tomé entre mis brazos y me recosté junto a ella, algo parecía familiar, su débil respiración hacía que mis latidos se aceleren, y la abracé mas fuerte como queriendo fundirme en ella, cerré mis ojos respiré profundamente.

Narrado por Ana

Nunca en mi vida me había sentido tan vulnerable. No sabia en donde estaba, que día era o que hora, solo mi adolorida espalda. El extraño "don" de la sanación siempre hizo sus efectos en mi, pues no sabía que se siente estar enferma. 

Me senté de golpe, poco a poco recobraba mis fuerzas.

Al abrir mis ojos vi el techo, por la poca luz, supuse que era ya muy tarde, de madrugada, todo estaba en ruinas, yo estaba recostada en un viejo colchón en el piso, cubierta por una manta muy cálida.

Me puse en pié y empecé a caminar a través de la habitación. Había una chimenea muy antigua encendida a un lado, unos troncos de leña, botellas de agua y comida enlatada, me detuve frente a un viejo espejo dorado de pared con la pintura desgastada.

-Siempre me ha gustado ese color... -Giré rápidamente al escuchar una voz relativamente conocida y junto a la ventana, en una esquina oscura, aquellos ojos azules me miraban, ¿A qué hora llegó? era aquel jóven misterioso. 

-Gabriel -Pronuncié.

- Espero no le incomode hermana pero su ropa estaba rasgada, sucia y cubierta de sangre. -Se aproximó hasta quedar frente a mi, mis latidos se aceleraron y mi rostro se enrojeció; era muy guapo. Lo pude ver mejor, instintivamente retrocedí hasta que mi espalda toco el espejo.

Angelus MortisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora