Capítulo 4

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 " El verdadero valor se encuentra entre la cobardía y la temeridad" 

Miguel de Cervantes.

Narrado por Ana

Alguien me empujó, y caí sobre mis manos, todo pasó tan rápido que no pude notar su presencia aproximándose, un hombre vestido de negro que llego a salvarme la vida inesperadamente. 

Él estaba frente a mi, de pie, marcando un muro que me cuidaba de aquella mujer desquiciada, vestía totalmente de negro, jeans y una sudadera con capucha que cubría su cabeza. Era rápido, también era fuerte, muy fuerte. Tomó la pistola y la bala atravesó su mano, la sangre caía manchando su ropa, pero el ni siquiera se inmutó.

-¡¿De dónde saliste?! ¡¿Que cosa eres?! -Fiorella, la madrastra de Noé estaba furiosa no se inmutó por haberle disparado a quemaropa a aquel hombre , su sangre fria helaba la mía.

-Estupida humana ¿Crees que eso va a protejerte de mi?

Desde el piso vi a Noé, estaba perdido en el bosque y tenia algo en sus manos, nada rompe mas la fe que los ojos de un niño con miedo, nos recuerda nuestros mas profundos miedos de la infancia. Me incorporé aún adolorida.

-¿Porque estás tan indefensa ante este ser inferior? -Me dijo aquel hombre, su voz era embriagadora, ese tono de voz tan peculiar, una voz tan masculina y serena... 

De la nada un recuerdo en mi mente despertó, una mujer de largos cabellos dorados sobre una cama, desnuda completamente, su piel de porcelana, su cuerpo que mostraba unas curvas inocentes que se retorcían al compás de unos besos y en la base de su espalda un par de hoyuelos, su cuerpo sudoroso era explorado por unas manos desesperadas, y aquella voz tan especial, que acababa de escuchar, susurrando un dulce nombre entre respiraciones agitadas... " Alera"

-¿Acaso estas sorda monjita? Pon a salvo a estos niños... -Exigió sacándome de mi trance, no era el momento de todas maneras.

-Niños... ustedes vayan a la cocina con la Hermana Amelie. -Poco a poco todos  se alejaron. Aquel jóven le arranchó el arma a Fiorella lastimado su mano. 

-¡Maldito! -Ella le dió una bofetada, tan fuerte que lo descubrió. Su rostro era impresionante, nunca en la vida vi a un ser humano tan... perfecto, sus facciones eran inusuales y jamas lo había visto en el pueblo, un completo desconocido con ojos azules, vi entonces su cabello, rubio claro o... más bien grisáceo, sus labios partidos sonriendo levemente.

-No tengo tiempo para lidiar con una prostituta. -Se aseguró de que los niños se alejen, extendió dos de sus dedos y tocó su frente. 

La mujer puso los ojos en blanco, palideció al instante y un liquido amarillo se acumuló en el piso entre sus piernas, quedó petrificada.

-¡Ana! - A lo lejos la Madre Superiora llegó con el Doctor Schafer,  y con ellos varios enfermeros. Los vi acercándose a nosotros.

-Así que tu nombre es Ana. -Se giró rapidamente y me miró a los ojos, en ese instante sentí que no era la primera vez que lo tenia frente a mi.

-Gabriel... tú eres Gabriel, el guardián del trono Dios. -No entendía como pero lo sabia, no dejaba de mirarlo con asombro mientras el, era tan... ¿celestial? No dejaba de sonreirme

-Así que me conoces, algo raro para un ángel caído. -Nunca antes me había sentido atraída hacia alguien, el comenzó a caminar al rededor de mi como un lobo, mi respiración era agitada. -Estas muy nerviosa Ana... -Estaba detras de mi, acercó su cuerpo al mío, tomo un mechon de cabello para descubrir mi oído y me susurró. -Creo que el pequeño que está en el bosqueestá en un serio problema.

Angelus MortisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora