Capitulo 3

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"Noé era un hombre justo, perfecto entre sus contemporáneos; Noé andaba con Dios."

Génesis 6:9 

Narrado por Ana.

La mañana parecía prometedora, llevamos a los niños que estaban en recuperacion, la mayoría fue con sus madres y hermanos; al rededor de 20 personas en total. Generalmente estos niños son de escasos recursos, huérfanos, algunos nunca han ido a una escuela, aprovechamos ese día para enseñarles un poco mientras ellos se divertían.

Al llegar a la granja nos encontramos con Gertrude Bell, la encargada de cuidar la granja que pertenecía a la congregación, enclaustrada por voluntad propia obviamente. En el pueblo todos saben que es una solterona encontró a su prometido con otra mujer, los campesinos le temen ni siquiera hablan en su presencia, su infiel novio y su amante huyeron hace mucho tiempo. Ella no tiene muy buen humor, quizá por la tragedia de su vida, siempre trae su vestido gris y un delantal exageradamente blanco, cabello canoso y perfectamente recogido, delgada como un esqueleto,  me recuerda a la bruja de Hanzel y Gretel.

Preparábamos la comida, había algo que oprimia mi pecho, una sensacion de malestar desde que llegué, tal vez es mi mente pensando, orando por Ada, un exorcismo es un acto desesperado, un último recurso... Según los libros sagrados, si Ada muere en posesión demoníaca su alma se perderá en la oscuridad, a pesar de ser inocente, el demonio que la tiene va a  adherirse tanto que no descansara hasta llevarla al infierno a menos que...

-Hermana Amelie. -Interrumpió mis pensamientos la voz aguda de Gertrude.- Los campesinos me comentaron sobre aquella muchachita, ¿Es cierto que la exorcisaran? 

-La hermana Johana nos ha pedido que no hablemos de eso

-Luego de tentar a su padre, no es para menos. -Esta mujer me enferma cada que habla.

-Dios guarde su alma, Gertrude. -Amelie sabe que es mejor no topar un tema como ese, a menos que quiera escuchar una letanía eterna sobre el pecado y los adolescentes.

Mientras las mujeres del pueblo arreglaban la mesa del comedor, lejos del maltrato de sus esposos, el hambre y la pobreza; se veían felices acomodando la fina cristaleria, la vajilla de porcelana, y los cubiertos de reluciente plata; La madre superiora es una mujer tan caritativa, trata a todas las personas con respeto y amor. Ella insistió en darles lo mejor, es una santa. Pensé.

-No entiendo como Johana puede mandar a toda esta... gente. Tendré que lavar la vajilla en agua hirviendo. Bastaba con darles de comer en los platos de los perros.

-Relajese Gertrude, son nuestros invitados.-Dijo Amelie, usualmente le cerraría la boca yo misma pero prometi no dar más problemas, por hoy, por los niños.

-Yo solo digo que estas personas no son dignas de nada, ¿A visto como viven hermana? En pecado, son libertinos, promiscuos, la lujuria se apodero de ellos, es lógico que su descendencia este igual podrida... -Hipócritamente se persinaba.

-Recuerde tener compasión con sus semejantes.

-Hermana Amelie... ¡Dios tenga compasión de sus almas podridas! Y cada vez son mas, yo no entiendo como estas mujeres no pueden mantener las piernas cerradas.

-¿Envidia? -Susurré, Amelie contuvo su risa con algo de culpa por mi comentario subido de tono, y por suerte la aspirante a beata no me escuchó.

-Creo que sera mejor disfrutar el día, si le parece Gertrude

-¡Que remedio hermana! Es una pena que no haya venido Johana. Tenia algo importante que contarle

-Presiento que la madre superiora esta por llegar. -Las interrumpí, mi frente tenía un sudor frio que ignoré toda la mañana.

Angelus MortisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora