Prólogo

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La lluvia comenzaba a amainar. El suelo adoquinado se cubrió con una fina capa de agua que hizo ser precavido a más de un espectador, de manera que a la hora de dar un paso eran sumamente juiciosos. La enorme explanada frontal al palacio real se había llenado de habitantes ansiosos. Incluso aristócratas de alto nivel, incluida parte de la familia real, estaban presentes aquella tarde. La muchedumbre se agolpaba en frente del cadalso, en dos enormes masas divididas en el centro por una distancia de aproximadamente dos metros, las cuales eran controladas por grupos de soldados preparados para cualquier eventualidad. Ni la inclemente lluvia había sido capaz de ahuyentar a los numerosos testigos.

El cielo mostraba un aspecto lúgubre, con numerosos nubarrones que cubrían casi en su totalidad al sol. El aire que se respiraba presentaba ese envolvente aroma a lluvia que agrada a más de uno. El ambiente era fresco, provocando que la espera fuera más llevadera. Los presentes murmuraban toda clase de suposiciones acerca de cómo lucirían aquellos criminales; algunos decían que mostrarían un aspecto demoníaco, con grandes garras y mandíbulas, mientras otros sugerían que asimilarían a espectros.

Entre las dos masas de gente apareció entonces un hombre sumamente bajo, con cabello largo y oscuro atado hacia atrás, formando una cola de caballo; poseía, además, una inusual nariz que a punto estaba de ser totalmente redonda. El hombre sostenía con su mano derecha un yelmo, y vestía una rutilante armadura plateada, rematada con una larga capa dorada que iba desde sus hombros hasta la parte trasera de las rodillas; ésta tenía empastada un águila roja, símbolo de los Inmortales, y de la imponente ciudad de Karián.

Detrás de él, aparecieron cuatro hombres de diversos tamaños, ataviados, todos, con armaduras plateadas y lustrosas que lucían el símbolo de la ciudad pintado en el peto. Estos traían a tres prisioneros encadenados. El primero de ellos era un hombre moreno con el rostro demacrado y rasgos frágiles, además de una cabellera larga y descuidada; parecía haber atravesado mejores momentos, y las marcas de su cuerpo esbelto indicaban que había pasado mucho tiempo luchando. Detrás de él venía otro hombre, con rasgos faciales bastante más delicados y piel mejor cuidada, aunque también moreno y con cabellera larga y oscura; era bien parecido, e incluso en un momento aciago como aquel, su rostro parecía esbozar una sonrisa; era bastante fornido, y más alto que el primero de los prisioneros. Por último una mujer de menor tamaño, con cabello castaño y ondulado, además de unos hermosos ojos verdes; su rostro estaba sucio, además su expresión indicaba cansancio y abatimiento.

Un hombre enjuto con una barbilla triangular esperaba encima del cadalso; se aclaraba la garganta y parecía hablar ocasionalmente consigo mismo, probablemente practicando su discurso, después de todo era el heraldo encargado de presidir la ejecución. Como tal, vestía con una túnica púrpura con bordados blancos en las mangas.

Al cabo de unos segundos, los prisioneros subieron al cadalso, y los soldados que los habían escoltado se encargaron de colocarles sogas alrededor de los cuellos; el hombre de la capa dorada permaneció de pie sobre el último escalón de la escalera lateral del tablado, con una mirada impasible y una postura que emanaba orgullo; orgullo por su honrosa victoria.

La plataforma era amplia, y disponía a los tres prisioneros en una fila a la vista de todos. El trío, como era de esperar por su condición física, no opuso ningún tipo de resistencia, sino que parecían aprovechar aquellos últimos momentos para reflexionar internamente.

-Nos han vencido. Éste es nuestro fin -dijo con tono nostálgico el segundo prisionero a sus compañeros, quien comenzó a revolverse algo inquieto.

-Así es, Tristán. Fue un honor haber luchado a tu lado. -Volteó a ver a la mujer- Lo mismo te digo a ti, Eleanor, y no sólo por tu hermosura -el hombre esbozó una pequeña sonrisa; se esforzó por disimular su temor.

El Origen de un InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora