4. Agradecimientos

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—¿¡Qué demonios estás haciendo aquí!? —vociferó Sam al reparar en Brígid, aún sentada en el suelo, herida.

—Quise seguir a Blain, me equivoqué. De no ser por Seth, yo... —musitó apenada y cabizbaja. Sonrió al muchacho en señal de agradecimiento.

Sam desaprobó la actitud de Brígid, sin embargo decidió ahorrarse la reprimenda. La extensa llanura ya no estaba tan vacía como hacía unos minutos, pues cerca de diez de los habitantes del pueblo encabezados por Sam rodeaban a Seth y a Brígid. Tres de estos se acercaron a Blain con precaución; el brujo estaba agonizando. Lo ataron para arrastrarlo hasta pueblo. Sam, que observaba orgulloso, desvió la mirada a Seth.

—Muchas gracias, muchacho, de verdad te lo agradezco; parece que no me equivoque al permitir que te quedaras en Nido —dijo Sam con patente sinceridad, antes de retirarse en pos de los captores de Blain.

Brígid se sentía decepcionada de sí misma; había sido derrotada con una desalentadora facilidad, y de no ser por Seth ni siquiera estaría con vida. Se levantó lentamente y abrazó con fuerza al muchacho. Éste sonrió levemente. El lacio y oscuro cabello de la muchacha apenas le llegaba al pecho, situación más que familiar para Seth debido a su destacable altura. Brígid lo soltó y, juntos, regresaron al pueblo. Seth se resintió ligeramente de las heridas, de manera que caminó a ritmo parsimonioso. A su lado, Brígid se adaptaba al ritmo del inesperado héroe. Tenía ciertas dudas acerca de Seth, pero era claro que el muchacho representaba una bendición para Nido.

—Eres muy fuerte. ¿Cómo lo hiciste? —inquirió Brígid.

—No es la primera vez que me he visto en aprietos. —Su rostro lucía unas oscuras ojeras que Brígid interpretó como los efectos de un descanso insuficiente—. Soy bastante hábil.

—Pues sí, es muy cierto. —Brígid sintió la necesidad de hacer la protocolar pregunta—. ¿Hay alguna manera de compensarte por todo esto?

—¡Me encantaría un trago! —contestó, luego esbozó una sonrisa.

Brígid sonrió con asombro. No parecía afectado en lo más mínimo por la situación. Resultaba remarcable lo rápido que Seth había mejorado.


Al vislumbrar nuevamente el lugar de la disputa, Brígid sintió náuseas. Varios cuerpos inertes, cortados, magullados e incluso acribillados por flechas reposaban sobre el suelo de Nido. Algunos habitantes arrastraban a hombres con rostros familiares para la muchacha. Su ánimo decayó estrepitosamente. Observó el suelo y se percató de que se había parado sobre un pequeño charco de sangre. Enarcó las cejas.

Seth, en cambio, no se inmutó, observó a la muchacha y le puso la mano sobre el hombro. Sintió empatía por Brígid.

—La primera vez que se ve un escenario así resulta nefasto.

—¿Ya habías visto algo similar? —inquirió Brígid inquieta.

Seth no respondió. Brígid no deseó insistir.

La muchacha alzó la vista; Leo se acercaba, atravesando la calleja sin apenas notar los cuerpos en el suelo. Éste parecía molesto.

—¿¡Dónde estabas!? —reclamó el joven a Brígid. Inhaló aire con fuerza para serenarse antes de continuar— Olvídalo, ya todo pasó y estás a salvo. Nos hemos librado de ellos, aunque algunos de los patrulleros... —Leo no continuó. Repentinamente estaba más calmado.

—Lo siento, Leo, sé que he sido impetuosa —bajó la mirada.

—Ya te he dicho que lo olvides. —Leo reparó en Seth, quien permanecía de pie junto a Brígid— ¿Quién eres tú?

El Origen de un InmortalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora