—¿Qué es eso? —exclamó Brígid con nerviosismo, señalando hacia el cielo.
La muchacha había divisado una enorme criatura alada sobrevolando Karián, que, en primera instancia, se le hizo similar a un hombre, pero rápidamente descartó esa teoría por ser inverosímil. Leo le indicó que no hiciera ruido mediante un gesto con la mano. Brígid hizo una mueca, luego observó nuevamente el cielo, pero la figura había desaparecido.
—Es mejor evitar que nos oigan hablar del tema —le indicó Leo.
Brígid enarcó las cejas con molestia, pues era evidente que Leo no le había prestado la más mínima atención. En aquel momento recorrían una vía parcialmente vacía debido a que la multitud había corrido a sus hogares en busca de refugio, ante la amenaza de un conflicto armado. A pesar de esto, Leo se mostraba renuente a entablar cualquier conversación con Brígid que pudiese distraerlo, o llamar la atención.
—¡Pero parecía un hombre con alas, Leonir!
Leo asintió, pero no prosiguió con la conversación; en realidad, no había atendido las palabras de Brígid, sino que observaba con detenimiento a los transeúntes. La joven estuvo a punto de asestarle un fuerte golpe como reprimenda por su falta de consideración, sin embargo, logró contenerse.
Mientras cruzaban en un recodo, Leo hizo un gesto a Brígid con la mano, indicándole que se detuviera.
—Espera un momento. Por favor, no te muevas —solicitó Leo con tranquilidad.
La muchacha asintió a regañadientes, pues sentía que el muchacho la trataba como a una niña. Leo caminó al centro de la vía adoquinada, lugar donde se encontraba una ansiosa mujer que giraba la cabeza en todas las direcciones. Se le acercó con actitud amigable, y con la mano levantada, procurando que la mujer no lo considerara una amenaza.
—¿Le ocurre algo? ¿Necesita ayuda?
—¡Espero a mi marido! Me pidió que aguardara en este lugar, pero me temo que algo debe haberlo retrasado. Estoy nerviosa —explicó la angustiada mujer.
—Entiendo, ¿desea que lo ayude a buscarlo?
—Gracias, pero no. Esperaré aquí.
Leo asintió. Le pareció que aquella era una decisión sensata. Se acercó más a la mujer antes de entablar conversación.
—¿Cree que la situación mejorará pronto? Todos en Karián se ven sumamente preocupados.
—No lo sé. De hecho, no estoy al tanto ni del porqué de todo este jaleo.
<<Demonios>> pensó Leo, pues su intención era averiguar más del tema.
Un fornido hombre apareció corriendo por la calleja, hasta colocarse junto a la mujer. Ésta sonrió, le tomó la mano y se alejaron con premura. Leo sintió indignación al ver la indiferencia con la que lo trató la mujer.
Pocas personas transitaban las vías de Karián, y aún menos eran las que lo hacían con calma. Leo, por otro lado, ya estaba perdiendo la paciencia. No sabía qué ocurría en la ciudad, y, desde que se enteró de que Iris había escapado, no tenía una idea clara de cómo proceder. Dicho de otra forma, en aquel momento la pareja de jóvenes deambulaba por la ciudad.
<<Quizá deberíamos refugiarnos>>
Aún no se había decidido cuando escuchó un alboroto proveniente de la misma dirección en la que se encontraba Brígid. Giró la cabeza y vislumbró una pequeña muchedumbre que aparecía desde un recodo, huyendo a gran velocidad.
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El Origen de un Inmortal
Fantasy"Los hogares se reconstruyen, los campos se vuelven a arar y las murallas a levantar; sin embargo, el odio y el rencor perduran en el tiempo, se arraigan en las víctimas de cualquier conflicto y, tarde o temprano, acarrean más odio, rencor y dolor...