Capítulo dos.

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-Julio 2009.

-Mami, ¿cuánto crees que tarde Yung en llegar? -Pregunté siendo muy obvia al mostrar lo mucho que me aburría.

Al llegar de la escuela, tenía que esperar justo tres horas a que Yung llegara. Habían días en los que no se sentía bien y prefería sólo darme un beso en la frente para después irse directamente a su casa. Rogaba porque hoy no fuera ese día.

-No debe tardar, cariño. ¿Tienen planes para hoy?

Entrecerré mis ojos pensando en lo que podríamos hacer.

-¡Lo vestiré como princesa! Tengo que elegir una corona, no tardo, mami.

-Sube las escaleras con cuidado, cariño.

Claro que no hice caso ante su indicación, las subí con tanta rapidez que tropecé con unos cuantos escalones. Apesar de eso proseguí con mi trayecto hacia mi habitación de esa casa, entré y lo primero que hice fue buscar la caja donde estaban todas las tiaras que mamá compraba para mi y que por alguna u otra razón Yung terminaba usando más que yo.

Fruncí el ceño al escuchar el chirrido de la puerta de la casa de Yung, era tan vieja esa puerta que el sonido seguro podía escucharse hasta mi país. Corrí a fijarme a la ventana, podría ser su mamá o quizá su papá pero no, eran unos chicos que lo llevaban cargado, ¿Yung se desmayó?

Los chicos lo soltaron como sí se tratara de un saco de papas, como sí no le doliera; paso seguido fue que uno de ellos le dio una patada en el estómago. No pude escucharlo gemir de dolor, pero estaba segura que había hecho un sonido similar por su semblante.

Dejé de mirar esa atroz escena para correr escaleras abajo y fuera de la casa con destino a la del mayor. La adrenalina que sentía era tanta que no escuché los gritos de mamá preguntando a dónde iba, no le respondí puesto que mi prioridad era el chico de linda sonrisa.

La puerta estaba cerrada, los chicos la habían cerrado para que nadie viera lo que hacían. Empujé con todas mis fuerzas pensando lo peor que podría estar pasando ahí dentro, podrían estar golpeando su cara, quitándole sus cosas, o peor aún, podrían hacer esas cosas que le hacían a las personas de los programas de papá con un cuchillo.

La puerta se abrió y terminé cayendo al suelo, elevé la mirada esperando encontrarme con los chicos pero solo era Yung. Éste sonrió como sí nada pasara, claramente no sabía que había visto todo lo que esos chicos horribles le habían hecho.

-¿Dónde están los niños? -Pregunté inútilmente en español, a veces olvidaba que no podíamos comunicarnos porque no nos entendíamos.

Frunció el ceño tratando de averiguar lo que trataba de decir. Solté un suspiro desesperada por no poder hablar con él, tenía que pensar en una forma de saber sí se encontraba bien. La idea cayó a mi como un balde de agua, me lancé a desabotonar su camisa blanca de colegio seguido de subir la camiseta interior del mismo color.

No podía creer lo que mis ojos miraban, parecía algo como lo del programa de papá. Solía decirme que era maquillaje como el de mamá y cosas falsas que hacían parecer las heridas reales, pero Yung nunca me haría una broma de ese mal gusto.

Elevé la mirada para ver sus ojos, apretaba sus labios y miraba hacia otra parte, había descubierto lo que ocultaba. Quitó mis manos lentamente evitando el ser brusco, volviendo a cubrir su abdomen. Se metió en su casa, cerró la puerta y me dejó ahí sola.

Volví a casa un tanto triste, nunca había hecho algo así como alejarse de mi, o dejarme sola, era tan extraño para mi.

-¿Estás bien, princesa? -Preguntó mamá mostrándose preocupada por la sonrisa desaparecida de mi rostro. -Sabes que puedes decirme cualquier cosa que te ponga triste, podemos buscar una solución a esa tristeza.

Negué con la cabeza, no podía decirle lo de Yung, probablemente él se endadaría conmigo.

-Perdí mi muñeca. -Mentí.

Era difícil decirle que "estaba bien" mamá siempre que me encuentro triste busca que le diga la razón o se enoja mucho, no era la verdadera pero la creyó.

Para aliviar mi tristeza mamá me dejó ayudarle a cocinar, que en otra ocasión podría ponerme feliz pero ahora me preocupaba Yung. Mamá no me dejaba irme de la cocina hasta que terminaramos, así que aproveché a que cogió el teléfono para escapar por la puerta trasera después de tomar una de mis muñecas.

Crucé la diminuta reja que dividía la casa de mis tíos con la de Yung, busqué con la mirada alguna entrada por la que podría pasar desapercibida. La ventana, crucé con dificultad logrando entrar a su casa, no habían señales suyas de que se encontrara en la planta baja por lo que subí a la segunda planta hacia su habitación. Abrí la puerta y entré, se encontraba recargado contra la pared con los ojos cerrados.

-Yung. -Lo llamé, esperé unos segundos y no se movió ni un solo centímetro por lo que volví a llamarlo. -Yung.

Me acerqué a pasos lentos y cuidadosos, subí a su regazo, lo que no fue nada fácil por sus largas piernas, mi estatura no ayudaba mucho en esa ocasión. Piqué su pecho esperando a que hablara y se moviera, no lo hizo por minutos continuos. Empecé a asustarme, lo movía, le hablaba, lo picaba y no se movía ni tampoco emitía algún sonido, pensaba lo peor que le pudo haber pasado.

De la nada, elevó su cabeza y comenzó a reírse a carcajadas.

Me abrazó con fuerza por los hombros riéndose de su broma que casi me hacía llorar, no hubiese podido estar bien sabiendo que Yung estaba mal

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Me abrazó con fuerza por los hombros riéndose de su broma que casi me hacía llorar, no hubiese podido estar bien sabiendo que Yung estaba mal. Podría enojarme nuevamente, pero me alegraba que ya no estuviese enojado conmigo por descubrir su secreto, por lo que terminé riéndome también, era un tonto.

Levantó un dedo y me dejó encima de su cama abandonando después la habitación en busca de algo. A los segundo regresó con una sonrisa aún más grande en sus labios y una bola de pelos entre sus manos, era un perrito. Acarició al cachorro con su mejilla, después quiso agarrar su pelaje con su boca.

-¡Yung! -Le recriminé y con mis manos le dije que los cachorros no se comían, a lo que soltó otra carcajada

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-¡Yung! -Le recriminé y con mis manos le dije que los cachorros no se comían, a lo que soltó otra carcajada.

Me estiré para tomar mi muñeca, se la mostré, sabía lo que haríamos con esa linda muñeca, terminaría sin cabello, mordida y quizá con la cara quemada.

¿La mejor amiga de V? | Kim Taehyung; BTS.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora