En primer lugar, hace demasiado frío. A pesar de la casaca negra con cuello alto que traigo puesta, el frío logra colarse como una maldita sombra que no puedo detener. Pero, a pesar de todo, no quiero irme de este lugar, porque por alguna extraña razón, y a pesar del insoportable frio, me siento amargamente inspirado, y eso no está del todo mal.
Cierro los ojos, inhalo y exhalo; creyendo y esperando, tontamente, estar mejor al abrir los ojos, después de hacer todo aquello. Luego medito sobre los cinco pisos que me separan del suelo y los efectos que estos, combinados con la gravedad, podrían tener sobre mí cuerpo. Al final sólo me quedo con un pensamiento extraño... «La altura es tan tentadora.»
Logro ver muchas cosas desde aquí arriba... Personas, veo personas. Todas ellas se ven demasiado felices. Y eso me hace cuestionar ciertas cosas; una de ellas es ¿Qué demonios hago aquí arriba? Y otra, es por qué de pronto estoy pensando en estas tonterías. Supongo que tan sólo estoy buscando evadir la realidad, únicamente estoy tratando de ocultarme de aquellos pensamientos tenebrosos que me acechan en ciertas horas del día. Porque mi cabeza, sí aquella cosa ubicada entre mis dos oídos, es un lugar horrible para vivir... es un lugar donde prefiero no estar solo.
Aún sigo aquí, todavía no me he ido. Sigo en el quinto piso, apoyando mis codos sobre una baranda, que me protege de una caída larga y una muerte horrible; es ciertamente curioso que le confíe mi vida a un pedazo de metal. Pero me pregunto si no he hecho cosas peores ya; como fiarme de quien que no debía, o hacer llorar a alguien que yo quería...
¡Sí! ¡Maldición! Ahora lo recuerdo, he hecho lo último, y por eso estoy aquí. Vine a este lugar con un objetivo; pero soy tan cobarde... y la vista es tan jodidamente hermosa: Las luces de los edificios cercanos, y las luces de aquel pueblo ubicado en las faldas de un cerro lejano; el sonido de la pileta, en el primer piso; y la niebla, que se logra divisar cuando ésta pasa a través de las luces de aquellos postes de alumbrado público...
Qué cobarde estoy siendo, tratando de desviarme, con cosas tan estúpidas como el sonido recalcitrante de una pileta, de mi verdadero propósito en este lugar.
Como sea, ya no haré nada. Sólo me quedaré aquí, como un estúpido, soportando estos pensamientos retorcidos y este frío incesante. Tal vez al llegar a casa lo haga, donde nadie pueda molestarme. Donde no pueda molestar a nadie, al menos no hasta que mi olor termine por delatarme. Sí, así será. Porque la he cagado últimamente, y mi cabeza no deja de recordármelo cuando estamos solos. Y no, no lo haré. No me despediré de nadie, porque sencillamente ninguna de las miles de personas que dicen conocerme han estado siquiera un minuto conmigo, acompañándome, apartándome de estas ideas repugnantes...
Sí, así lo haré. Volveré a casa, cantaré una última canción frente al espejo para mí mismo y tocaré la guitarra. Pero no será una de mis canciones, que de esas ya he tenido suficientes y estoy harto... y últimamente también avergonzado. Tocaré aquella canción de mi compositor favorito —que no es tan conocido como yo—, aquella que siempre me lleva de regreso a mi infancia... a mí puta y jodida infancia. La tocaré hasta que me duelan los dedos, la cantaré hasta tener reseca la boca. Luego colgaré mi guitarra para siempre, junto con mi propia existencia.
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Palabras Sin Contexto
Historia CortaPalabras de amor y de odio. Palabras de tristeza o indiferencia; de desesperación e incluso aburrimiento. Simplemente palabras... "Palabras Sin Contexto".