Capítulo 6- Confía en mí

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4 de Marzo - Época de Ichtheis

ARIA

Diferentes imágenes vienen a mí mientras intento despertar: la traición de Michael, el frío de la noche, el fuego y agua volando de un lado a otro, y aquel desconocido chico que me protegía como si nos conociéramos desde siempre. Todo lo sentía tan real, que temía abrir los ojos y descubrir que no se trataba de un simple sueño o alucinación.

Me tomé mi tiempo para despertar. La cabeza me dolía y la habitación en la que estaba daba vueltas. Un malestar en mi estómago se hizo presente, era desagradable. «¿Quién me manda a beber de esa manera?»

Observé mis alrededores. El ambiente era un cuarto desgastado y con falta de mantenimiento. Intuí que era la habitación de algún hotel con pocas estrellas al ver algunos muebles y una mesa para comer. Al otro lado estaban dos puertas, que seguramente serían el baño y la salida.

«¡La salida, ahí está! —eso me gustaría haber pensado, de no ser porque estaba siendo acompañada en aquella habitación».

En la pequeña mesa, un hombre bastante mayor —seguramente pasaba de los setenta— se hallaba sentado, leyendo un periódico mientras llevaba una taza de café en mano. Vestía elegante, con un traje clásico y unos lentes grandes que lo hacían ver cómico, sin mencionar el sombrero fedora negro que tenía puesto. Este no reparó en mí, tan sólo se hallaba en la —aparentemente— difícil tarea de distinguir las letras del papel.

—Hay un vaso de agua a su lado, señorita. —Finalmente habló. Su voz era rasposa y baja, como la de un anciano común—. Imagino que le debe hacer falta.

Una risa de burla salió de él. Miré a mi lado, donde había un vaso sobre una pequeña mesa de noche. Tomé el contenido sin pensarlo mucho. Quizás fue una mala idea, a saber si tenía alguna droga o algo.

—No fui violada, ¿verdad?

El anciano volvió a reír.

—Espero que no. Fabio es un buen guerrero, pero le falta experiencia como protector. —Dejó el periódico sobre la mesa para verme por fin, negando con su dedo índice—. Beber tanto es malo, señorita. Puede ser dañino para su salud.

«¿Me lo dice o me lo pregunta?»

Me llevé las manos a las cienes. No me estaba enterando de lo que me contaba el viejo. No sabía quien era Fabio o a qué se refería con los guardianes y guerreros. En ese momento, mi mente sólo estaba centrada en maquinar un plan para irme sin tratar con el mayor. En realidad, ni siquiera sabía como había llegado hasta ahí en principio. Quizás se trataba de aquel chico al que apenas puedo recordar de anoche, pero hasta ahora, sólo había visto a un anciano que fácilmente podía ser mi bisabuelo.

Mientras seguía distraída con mis propios pensamiento, el contrario volvió a hablar.

—Lo bueno es que está a salvo, señorita Aries. —Una ancha sonrisa se hizo en su rostro, dejando ver la falta de algunos dientes—. Fa Iuyu nein-iumun iuzu Ángel. Iuzu e neniuzu miunpuch ta.

Miré al mayor con sobresalto. Mi boca se abrió de par en par mientras sentía que el aliento se me iba. No era por el idioma que había hablado, el cual no me sonaba de haberlo oído antes en ningún lugar, sino que le había entendido. Me había dicho que su nombre era Ángel, y que era un placer conocerme. ¿Cómo lo había traducido? No tenía la menor idea y aquello era lo que me alarmaba.

La guerra del zodiaco I: Fuego EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora