Capítulo 3- Quizás fue una mala idea

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3 de Marzo - Época de Ichtheis

ARIAL

Luego de aquella bizarra escena de la que quería olvidarme, finalmente nos empezábamos a aproximar al auto de Michael, que lograba distinguirse a unos cuantos metros de distancia.

—Dejé tu vestido en la maletera —avisó Sam—. No hay tiempo de ir a mi casa a cambiarse, tendrás que hacerlo en el auto.

La idea me desagradó, pero no objeté nada al respecto. No era la primera vez que hacía algo parecido, y para mi suerte, las ventanas del vehículo eran ahumadas, así que no me preocupaba ser vista por alguien de la calle. Aún así, el espacio era pequeño y me incomodaba.

Michael estaba fuera del auto, esperándonos de brazos cruzados. Vestía casual, con una camiseta marrón unos jeans oscuros. Era guapo, su cabello oscuro y largo —que llegaba hasta el cuello—, junto al arete que usaba en su oreja izquierda, le daba un aire punk que meno atraía.

—Suerte que ya llegaron. ¿Tuvieron algún problema?

—Mi madre.

Sólo necesité decir eso para que Michel asienta y suelte un “ah" de su boca. Conocía muy bien la actitud de aquella mujer y lo que pensaba acerca de él.

—Además, un chico nos retrasó en la calle. —Le di un codazo a Sam para que hiciera silencio y esta soltó un leve quejido. A este paso, iría a la fiesta con un par de moratones.

—¿Qué chico? —pregunta inmediatamente, alarmado.

Michael era la reencarnación viva del novio celoso y sobreprotector. En los últimos meses, las personas temían a meterse conmigo y tener un pleito con este, que por lo general acababa en peleas o amenazas. No necesitaba algo así ese día, sólo quería pasarla bien una noche con mi mejor amiga y pareja.

—Nada de lo que tengas que preocuparte, cariño. —me acerqué a él y envolví mis brazos en su cuello, plantando un beso sus labios.

Sentí como tomaba mi cintura y respondía mi pequeño y tímido beso de la forma pasional y salvaje que tanto adoraba él. Apretó mis caderas y yo me dejé llevar, aunque fuera unos segundos, por su fogoso juego, siguiendo aceleradamente el ritmo de sus labios mientras sentía el piercing de su lengua chocar contra la mía.

—¡Que asco, están en publicó!

Acabamos nuestro beso abruptamente, separando nuestros labios al escuchar la chillona voz de nuestra amiga. Aún así, seguíamos abrazados, uniendo nuestras frentes mientras una risa escapaba de mi boca. No quería soltarlo, disfrutaba sentir su cálido aliento en mi rostro y él parecía estar igual de cómodo que yo.

—Oh no, esa mirada. Señal de salida  —alzó la mano en manera de despedida, dando un par de pasos hacia atrás para retirarse—. Iré a por un batido de la tienda que está en frente, no tardo.

—Yo quiero uno de coco —se apresura a decir Michael.

—¿Me ves cara de banco? Cómprate uno tú o dile a tu novia adinerada.

—¡Sam!

La pelinegra rio y se fue prácticamente corriendo antes de poder escuchar alguna queja o insulto —seguramente insulto— por parte mía. No me había causado gracia en lo absoluto, ella sabía que era un tema tabú para mí. Era cierto, mi madre era la organizadora de diferentes eventos automovilísticos anualmente, por lo que tenía ingresos bastante superiores a la clase media. Aún así, detestaba que se hiciera mención a eso, pues en la actualidad se vivía en una sociedad tan envidiosa que sólo hacia falta insinuar el dinero de mi familia para tacharme de persona vanidosa o presumida.

La guerra del zodiaco I: Fuego EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora