Capítulo 10- Leo

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10 de Marzo - Época de Ichtheis

LEONARDO

Desconocía la hora, los párpados me pesaban demasiado para abrirlos y ver el reloj. No obstante, a juzgar por la molesta luz que reflejaba desde la ventana hasta mi rostro, di por hecho que ya era de día, y que debía levantarme. Pero, ¿para qué? ¿No era mucho mejor permanecer en cama? Tampoco es que me perdía de algo importante si seguía durmiendo, sólo la oportunidad que definiría mi carrera como boxeador. Siempre podía intentarlo el próximo año, o incluso estudiar leyes.

Pero no, mis planes de descanso fueron interrumpidos por el golpe de una almohada contra mi cara. Me senté del tirón, abatido por el repentino despertar. Tallé mis ojos con ambas manos y enfoqué la vista para toparme con aquella sonrisa irritante que tanto odiaba.

—¡Deja dormir al prójimo, Sasha! —reprendo, lanzándole una almohada devuelta.

—¡Ya levántate! Mamá y papá nos esperan para desayunar.

Con un gruñido y sin ganas, quité el edredón que me cubría, bostezando para eliminar todo el sueño que me tentaba a cerrar los ojos otra vez.

—¿Desde cuándo te gusta trabajar de despertador?

—Tienes entrenamiento hoy, idiota. No quiero que llegues tarde.

—Oh, ya entiendo —reí—. No irás conmigo.

Parecía haber leído su mente, pues me empujó furiosa, golpeando mi hombro izquierdo.

—¡No es justo! ¡Nunca dejas que te acompañe!

—Lo hago por tu bien, hermanita.

Sacudí sus lisos y largos cabellos oscuros. Esta apartó mi mano con enojo para luego irse de la habitación a base de zancadas. No hice caso a su berrinche y finalmente me levanté de la cama para caminar a paso somnoliento hasta el baño.

Mi hermana, Sasha, con la temprana edad de doce años seguía siendo sólo una niña a mis ojos. Sabía muy bien que le fascinaba ir a los entrenamientos de boxeo por Marco, mi compañero de prácticas. Era su crush infantil desde que nos conocimos hace cuatro años. Yo disfrutaba ver a la chica acosándolo cuando venía a mi casa para jugar videojuegos o ver películas; pero, un sitio sucio y lleno  adolescentes golpeándose entre ellos no era lugar para una niña como ella. Era una de las pocas cosas en la que mi padre y yo concordábamos.

El aseo me tomó unos diez minutos. Nada más salir de la ducha, me vestí con el uniforme habitual de prácticas, el cual consistía en una camiseta blanca con el estampado de un león —el logotipo de la escuela— y unos pantalones deportivos. Usé colonia y arreglé mi cabello con gel para ponerlo en punta como acostumbraba. Quería lucir bien, como siempre; aunque sólo fuera a entrenar.

Abro la puerta de la habitación y paso por los cuartos de mis padres y hermana para llegar hasta la cocina. Ahí está mi madre, limpiando mientras Sasha y mi padre comían en la mesa.

—Buenos días —saludo, sentándome en mi respectiva silla.

—¿Qué horas son estas para levantarse? —reprende mi padre, sentado a mi lado—. Son casi las diez.

—¡Ey! Esta cara no se hace por levantarse temprano —digo, apuntando a mi rostro.

—No sé para que presumes tanto tu cara, si hoy acabará hecha pedazos. —Se burla Sasha, llevándose una cucharada de cereal a la boca.

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⏰ Última actualización: Jan 05, 2020 ⏰

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