Capítulo 1- Ustedes son los protectores

394 30 19
                                    

27 de Febrero - Época de Ichtheis.

FABIO

El proyector del salón de audiovisuales finalmente se apaga, quedando la habitación completamente a oscuras. El silencio que gobernaba los alrededores era casi un coro de ángeles para mis oídos. Después de haber estado escuchando las constantes palabrerías del hombre que tenía delante de mí por casi una hora, estaba mentalmente agotado.

Son tan sólo segundos de espera para que las luces vuelvan a encenderse. Entrecierro mis ojos, intentando adaptar mi vista a la claridad de la sala. Estaba casi vacía, con sólo cuatro asientos ocupados frente a una enorme pantalla blanca de proyecciones y un escritorio.

Los pocos chicos que estaban a mi alrededor mostraban estar igual de aburridos y ansiosos, no era de sorprender. Sin embargo, el general Adonis, productor de tortuoso aburrimiento, lucía más fresco que una verdura recién cosechada, pareciendo capaz de seguir hablando sin pausa alguna por horas. Le rogaba a los dioses que no se presentara tal caso.

—Como deben saber, acabo de narrarles la leyenda Isorropiana, historia conocida hasta por los niños más jóvenes de nuestras tierras. —Apagando la laptop conectada al proyector, el mayor alza la vista a su público—. ¿Alguna duda?

El general no tardo en formar en su rostro un gesto de severidad, reacción muy esperada al detallar el comportamiento de las únicas cuatro personas que lo observaban.

Detalló a las tres personas que me acompañaban. A mi derecha estaba Alexa, chica joven de tez morena y cabellos tanto oscuros, cortos, y ondulados; quizá la única de los cuatro que prestaba atención, pues observaba fijamente al hombre como si no hubiera otro sitio al cual mirar. Mostraba interés en cada palabra y asentía a todo lo que hablaba. No podía evitar preguntarme si se trataba de algo más que una simple admiración hacia el hombre.

Muy a diferencia de la joven, nadie más mostraba el mismo interés por la clase de historia. El ejemplo perfecto era Melany, una joven alta y de belleza admirable, con unas proporciones físicas envidiables para una modelo y unos llamativos cabellos pelirrojos cuidadosamente peinados a forma de trenza. Sentada a mi izquierda, parecía estar sumida dentro de su propio mundo, observando el techo como si fuera lo más interesante en la sala mientras jugueteaba con el anillo de plata que llevaba en su dedo.

¿Y cómo olvidar a Moe? Sentado justo al lado de Melany, un chico fornido y de piel canela, uniformado con el traje de Neró. Era el más descarado del grupo, recostado del espaldar de su silla, estrujaba sus manos con sus ojos mientras bostezaba ruidosamente, despertando de un largo sueño que dio a lugar estruendosos ronquidos durante la clase.

Éramos la viva imagen del buen comportamiento.

Yo mientras, no me molestaba en fingir interés por una leyenda que ya había escuchado. Tan sólo me mantenía recto, intentando no irme de lado mientras contaba los minutos para dar fin a aquella tediosa reunión que no le encontraba sentido alguno.

Adonis lleva su mano lentamente a su frente, respirando profundo. Sabía perfectamente que aquel hombre no había sido bendecido con mucha paciencia, y ahora mismo debía estar buscándola para evitar lanzarnos fuera del aula de un golpe. En mi opinión, no veía de qué se sorprendía. Para nosotros, esta historia era tan conocida como el propio lenguaje, y no es como que hiciera gracia que nos hicieran viajar desde nuestros respectivos reinos hasta Isorropía para escuchar una clase recibida hasta el cansancio sobre la leyenda de los guardianes. Al menos a mí, no me causaba ilusión.

La guerra del zodiaco I: Fuego EternoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora