Maratón (1/3)
La lluvia caía del cielo y las gotitas corrían por los cristales, como si fueran pequeños pececillos en una carrera en aquel día tan gris.
Una joven hermosa, de cabellos blancos, miraba por la ventana con añoranza. El mundo de repente le parecía más oscuro, ya no solo porque ese día no saliera el sol, sino porque se sentía una zombi. Tenía los ojos hinchados de tanto llorar, adornados con unas profundas ojeras de no dormir y, por si eso fuera poco, estaba más pálida y delgada de lo habitual, ya que últimamente comer no era su actividad favorita.
No pensaba en nada; no quería. Se le habían agotado las lágrimas de tanto llorar y por la noche tenía pesadillas, así que no podía dormir, y se pasaba el día encerrada allí, sin querer a nadie a su lado. Emma iba de vez en cuando a visitarla. Tal vez ella era la única con la que compartía alguna palabra. En realidad no hablaban mucho; la pelirroja simplemente se sentaba con ella y estaba allí un rato. Silvia agradecía que no le hiciese preguntas, ni que la agobiase con sus sentimientos. Tal vez solo ella sabía cómo tratar con aquello, porque ya lo había vivido antes con sus padres adoptivos.
—Es la hora —se oyó una voz conocida, después de que abrieran la puerta.
Silvia asintió y se levantó, luciendo su largo vestido negro y caminando junto a su hermana.
Emma se iba a ir, pero, cuando supo que Leya había muerto, al parecer porque había tenido una recaída con su enfermedad, cambió sus planes. No iba a dejar a su hermana sola, como se había sentido ella durante la muerte de sus padres. Nunca dejaría que nadie sufriera de esa forma, no si podía evitarlo.
—Sé que ahora es lo último en lo que quieres pensar, pero debes dejar a alguien a cargo del reino mientras nos vamos —dijo Emma, mientras se reunían con el consejo en la sala del trono.
Silvia lo pensó. Eran decisiones difíciles. Cathmir era el más sabio, pero Ashjer era el miembro del consejo que más respeto le había mostrado.
—Lo sé. Ashjer, se quedará a cargo —sentenció ella. La verdad es que creía que Cathmir merecía un descanso de tanta obligación, ya era un hombre mayor que había trabajado toda su vida.
—Será un honor, majestad. Gracias por vuestra confianza —dijo el hombre de mediana edad, con un asentimiento de cabeza.
La sala se sentía muy vacía. Kópiler había sido expulsado de su consejo por traición y había sido encerrado, pero se había escapado y no sabían dónde estaba. Sin embargo, lo que más notaba Silvia era la ausencia de su madre. Es como si, en ese momento, en su vida, Leya hubiese dejando un vacío, que nada ni nadie era capaz de cubrir.
Ese día era el entierro de la mujer que tantos años la había cuidado. Era tradición que los miembros de su familia se enterrasen en una cripta, que estaba situada en la cima de una montaña, pero estaba a un día de camino, por eso debía dejar a alguien a cargo del castillo. Tardarían dos o tres días en volver y no podían dejar el reino en el desastre, por mucho que a Silvia poco le importara en ese momento.
Todo pasaba de forma borrosa y, antes de que ella se diera cuenta, ya estaban en la cima de la montaña. El tiempo seguía adelante, pero era como si Silvia siguiera sin creerse nada de eso, como si esperara despertar de su pesadilla en cualquier momento.
—Necesito un minuto sola —dijo la reina al final del entierro.
Emma asintió y se retiró junto a los guardias, Peter y Jack. Ninguno de los dos se había quedado en el castillo; Peter porque quiso acompañarla y Jack porque tenía curiosidad por aquel lugar, ya que nunca lo había visitado.
La pelirroja daba un paseo por los alrededores, cuando sintió que alguien tiraba de ella hacia el suelo y la escondía junto a un arbusto. Habría gritado, pero le tenían la boca tapada. Eran sus dos amigos, el Pancake y el Espárrago. La chica mordió la mano que le impedía hablar y Jack soltó un quejido silencioso, mientras Peter le indicaba que guardara silencio con mucha seriedad.
La chica miró de qué se estaban escondiendo y dio un respingo. Los guardias de la reina estaban todos muertos junto a la cripta y parecía que los responsables eran unos hombres con la cara parcialmente cubierta. Uno de ellos volvió del lado donde se enterraban a los muertos, con un saco y a Emma se le paró el corazón por un segundo.
— ¿La tienes? —preguntó uno de ellos.
—Sí, la reina está a buen recaudo —respondió el otro, dándole unos golpecitos al saco.
La pelirroja iba a ir, pero cuatro brazos la detuvieron.
—Ni se te ocurra. Nos delatarás —susurró Jack.
—¡Tienen a mi hermana!— exclamó Emma, entre preocupada y enfadada porque no lo entendieran.
—¡Shh! —espetó el pirata—. Lo sé, pero no le serviremos de nada si nos matan.
La pelirroja gruñó. Tenía razón y lo sabía, pero no podía ver como se llevaban a su hermana delante de sus narices, así que lo intentó de nuevo, pero Peter la retuvo cogiéndole la mano para que se quedara. Ella se relajó en un principio, pero luego se dio cuenta de que volvía a tener de nuevo ese sentimiento y apartó su mano de la de él. Aun así, no volvió a intentar ir a por su hermana, porque la matarían, pero, sobre todo, porque tenía miedo de que el rubio volviera a detenerla y provocara sentimientos nuevos en ella que no quería en su vida.
—Rápido. Llevémosla al castillo —ordenó uno de ellos.
Los hombres obedecieron y se marcharon de allí tan rápido como habían llegado.
—¡Tenemos que rescatarla! —exclamó la pelirroja—. Dijeron que se la llevaban al castillo. Debemos ir a por ella.
—¿Por qué se la llevarían al castillo? No tiene sentido —comentó Peter.
—Lo sé. Pero eso no importa. ¡Tenemos que ayudarla!
—Vosotros tenéis que ayudarla. Yo me marcho —interrumpió Jack.
—¿Qué? ¿Por qué? ¡No te puedes ir ahora! —gritó Emma.
—Sí que puedo y lo haré. Te he traído hasta aquí y me he jugado el cuello por tu causa, pero no lo haré más. Te dije que aguantaría tu arrogancia por el momento, pero hoy por culpa tuya casi nos descubren y matan. No llegaríamos a entrar en el castillo, sin que tu arrogancia lo estropeara todo. Así que no, no pienso ayudarte —explicó el pirata.
—De acuerdo. ¡Lo siento! ¡¿Es lo que querías oír?! ¡Fui imprudente, pero es mi hermana, la única familia que me queda! ¡Haré lo que sea!
Jack la observó unos minutos, antes de caminar lejos de ellos.
Emma se quedó en shock. No le había convencido.
—¿Os vais a quedar ahí mirándome o vamos a rescatar a la "ancianita con cara de niña"? —preguntó el pirata, girándose y deteniendo el paso.
La pelirroja y Peter sonrieron. Eran un equipo.
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Dedicado a mireiagur, por todo su apoyo. Siempre has estado ahí, desde el principio y sigues estándolo. Gracias.
PD: Se acerca el final.
Nos leemos :)
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Peter Pan y el Corazón del León #Worlds2018
FanficEmma Hart, una huérfana de doce años que se ve obligada a hacer tratos con adultos despreciables para que no la manden a un orfanato. Sin embargo, todo cambia cuando Peter Pan y Campanilla entran por su ventana. Su vida se convertirá en una aventura...