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No solo eras doctor, padre, esposo, tambien eras entrenador.

Eras esa voz que me hacia levantarme por las mañanas de cada fin de semana.

Mis hermanos y yo saltabamos de la cama para colocarnos ropa deportiva, el tiempo siempre fue oro, porque en cinco minutos tu mente ya tenia planeado el itinerario de ejerecicios.

Llegabamos al parque y en instantes cuatro pequeños corrian, saltaban, rodaban, hacian de todo, aunque cada entrenamiento era distinto todos eran agotadores.

Siempre al terminar jugabamos 21, ese gran juego en el que hicieramos lo que hicieramos, siempre terminabas ganando tú.

Siempre fuiste fiel al deporte, amabas al basquetbol tanto como a tu familia, de joven fuiste un excelente jugador, con decir que tu vida eran las canchas, reta tras reta te hicieron conocer de pies a cabeza ese bello deporte, sabias las reglas a la perfeccion y nos transmitiste tu sabiduria, al jugar siempre tratabas de corregir nuestros errores.

Verte jugar en mi mente, verte feliz, verte botar la pelota, hacer tus pases y tus excelentes canastas.

Aunque siendo entrenador eras mas duro, mas enofocado en ponernos al limite, a enseñarnos a dar el cien porciento siempre, a no dejarnos vencer y ser fuertes tanto fisica como mentalmente, el dolor no era problema.

Mi entrenador.

Mi padre.

El mejor, gracias por todos esos fines de semana en que te dedicaste a entrenarnos, a enseñarnos a amar el deporte tanto como tú, gracias por enseñarme a jugar, por enseñarme a ser una niña sana y fuerte, a ser quien soy.

Gracias por elegirla a ella entre todas, por enamorarte de ella y por hacerla siempre feliz.

Gracias por darle todo tu amor a mamá.

Gracias por ser mis padres.

-Atte: Tu hija

P.D: Espero que allá arriba en el cielo haya canchas, aunque aca entre nos tú les ganas a todos.

Solo a tíDonde viven las historias. Descúbrelo ahora