Estaba muy confundida en cuanto salí de ese lugar, no recuerdo haber entrado ahí, ni tampoco haber salido, pero lo supe de inmediato. Supe apenas la vi, que tenía que ayudarla a escapar...o salvarse.
Era una niña, no debe haber tenido más de 13 años, pero aun así era más alta que yo, tenía el rostro rodeado por pequeños rulos incontrolables que quedaban absolutamente hermosos con el color de su piel oscura. Todo en esa niña era hermoso, excepto la expresión de su rostro.
Estaba asustada, se sentí a miles de kilómetros que esa niña tenía miedo de algo, o de alguien, no sabía a qué o a quién, la niña no emitía palabra alguna. Sólo me miraba en medio de la calle y yo también a ella, hasta que luego de algunos segundos, se acercó a mí con paso ligero, tomó mis manos, o tomó algo de mis manos, para luego girar sobre sus pequeños y frágiles talones e irse de allí.
Me quedé ahí de pie, observando a mí alrededor en busca de una pista de que alguien más la había visto, pero todos seguían su rumbo sin si quiera levantar la vista del suelo. A unos metros de mí había alguien a quien nunca había visto que destacaba de los demás, ya que éste alguien, no miraba el suelo, miraba exactamente el lugar en donde la niña se encontraba hacía tan sólo segundos.
No sé quién era él, no podía ver su cara, ni sus manos, ni el color de sus ojos, sólo se veía la silueta envuelta en una oscuridad que sólo nosotros dos percibíamos. Otra cosa que sí sabía con certeza, era que tanto él, como yo, debíamos encontrar y ayudar a la pequeña.
Nos encontramos con un lugar oscuro y abandonado, el revoque de los muros se encontraba vistiendo el suelo, y el techo desaparecía ante la niebla que hacía difícil respirar. Estábamos asustados, y estábamos solos. Nos dimos la mano fuertemente al observar una sombra acercarse a nosotros, pero aun así no podíamos movernos.
La niña nos miraba complacida, y con una media sonrisa en su rostro, ninguno de los dos lo supo entonces, ninguno de los dos supo hasta ese momento que la niña era especial, era algo, era alguien, o sabía algo, no estaba segura, pero era buena y estaba en peligro. En sus manos sostenía una pequeña cajita de madera oscura, era completamente lisa, no tenía adornos ni ninguna placa, pero la identifiqué inmediatamente, porque el chico y yo, la habíamos robado hacía sólo unos minutos.
Sabíamos que era el momento de despedirse, pero por alguna razón ninguno de los tres podía hablar. No queríamos hablar, porque sabíamos lo que eso significaba pero debía decirle lo que tenía que decirle, abrí la boca y con un suave susurro le dije: Es hora de volver a casa...
El chico apretó mi mano con más fuerza, y la niña nos sonrió mostrando sus blancos y brillantes dientes, para luego asentir con la cabeza. Pero eso no duró demasiado.
La falta de aberturas y los muros desmoronados nos permitieron ver un auto negro, o gris oscuro, ahora no lo sé, podría ser ayuda, quizás los padres de la niña. Pero por más que quisiera que así fuera, sabíamos que no iba a pasar.
Le gritamos a la pequeña que corriera, que debía irse... pero ella sólo se quedaba parada en medio de los escombros con sus pies descalzos y sucios, y con la pequeña caja agarrada sobre su pecho. ¡Corre! Le gritamos aún con más fuerzas hasta tal punto que nuestras gargantas se sentían rasposas.
Ésta vez, la niña nos hizo caso y por segunda vez en el día, la pequeña había desaparecido en la oscuridad de aquel extraño lugar. Pero ésta vez sabíamos que era diferente, ésta vez era para siempre... la niña estaba a salvo, y nosotros... despertamos con una pequeña caja de madera entre medio de los dos.

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Hora de volver a casa.
Kısa HikayeEl tiempo juega con sus propias reglas. A veces está de nuestro lado, y otras veces las cambia a su antojo. Pero siempre el juego termina. Siempre nos regresará a donde pertenecemos.