La lámpara en la biblioteca alumbraba lo suficiente como para que Jongin pudiera observar, cabizbajo, sus propias pisadas yendo y viniendo de aquí para allá, una y otra vez, en espera de Byun Baekhyun. No podía permanecer quieto por mucho que lo intentara, sus sentidos estaban completamente centrados en el pequeño esposo del Ministro de Economía y Hacienda.
Necesitaba poseerlo.
Fue tan rápido e inesperado, que ni siquiera se dio cuenta cuando comenzó a pensar en él como algo más que un alumno. Era sencillo, Byun Baekhyun hechizaba a cualquiera, ¿cómo podría ser él la excepción? Era tan bello y puro, tan inocente.
Tan virginal.
Jongin sintió algo de lástima, quizá más allá del coraje; el pobre Baekhyun andaba desesperado queriendo satisfacer a su esposo, deseando que le tocara por primera vez, siendo injustamente reprimido de sus instintos sexuales. Él no merecía algo así, debía ser acariciado todas las noches, besado, estimulado hasta que llegara a su éxtasis.
El moreno se sentó en la silla aterciopelada detrás del escritorio, e intentó que el olor a café y fuego en la chimenea le relajara los músculos. Esta mañana había optado por una vestimenta más arábiga que no demostrara sus reacciones sexuales completamente, después de todo, Byun Baekhyun parecía sentirse aún muy intimidado con los temas eróticos.
Jongin sabía que a las mujeres victorianas les excitaban las vestimentas sueltas, infundía deseo al ser consciente de la desnudez bajo una sola prenda, y él quería seducir a Baekhyun, hacer que cayera en el pecado, tenerlo derrotado y a su merced para demostrarle lo que verdaderamente merece. Pero Baekhyun no era una mujer, e intentar seducirlo como si fuera una sería un reto que Jongin quería afrontar, porque amaba la manera en la que el chico se sonrojaba con cada palabra lujuriosa que decía. Esperaba tener éxito, después de todo, nunca había tenido que seducir a un hombre, siempre eran ellos los que se acercaban a él.
Aún era temprano, pero el castaño no debía tardar en llegar a su segunda clase. Jongin estaba ansioso, desesperado, y solamente había estado así en una ocasión: cuando su padre le desterró de Alsabrid, apenas tenía los trece años recién cumplidos. Le había robado la virginidad a una doncella destinada al harén de un importante mercader como regalo de su padre, eso era calificado como una deshonra, y alguien como él, que no tuvo el honor suficiente, merecía un castigo ejemplar.
Y más por ser un hijo bastardo, aun si fuese del mismo Sultán de Alsabrid.
Jongin no tuvo la culpa, simplemente no pudo resistirse a las curvas de aquella hermosa mujer, que le incitaban a caer en la tentación. Era sólo un muchacho que deseaba a una esclava, su cuerpo necesitaba un lugar húmedo, suave y caliente que pudiese embestir con las seis posiciones principales que el Jeque Nefzawi indicaba en su libro. Pero sólo dos de ellas fueron su prioridad:
El Dok-al-arz, cuando la mujer monta al hombre sentado.
Jongin en ese entonces perdió los sentidos como un animal en celo, y no se resistiría a perderlos de nuevo si se tratase de Byun Baekhyun. ¿Cómo sería el sonido de sus pieles chocando? Muslos con glúteos, miembros friccionando, sus testículos balanceándose de una forma casi bestial por las auto embestidas de Baekhyun; Jongin por poco podía escucharlo.
El Nik-al-kohoul, cuando el hombre penetra a su amante echado en la cama con el culo al aire. ¿Cómo sería el Baekhyun sudoroso y jadeante, soltando gemidos que se perdían en la almohada, aferrándose a ella en busca de soportar el placer? Su piel blanca en las sábanas doradas haría un bello contraste con su piel desértica.
Esas eran sus dos posiciones favoritas, y las dos principales que quería practicar con Baekhyun. Jongin quería excitarlo, encandilarlo, hacerle pecar.
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El Tutor {KaiBaek}
Roman d'amourByun Baekhyun es el esposo sumiso y obediente del Ministro de Economía y Hacienda, Kim Taewoo, aspirante a Primer Ministro. Baekhyun quiere seducir a su esposo, quien no le toca ni un pelo y Kim Jongin, el Jeque Bastardo, desterrado de Arabia, le da...