Capítulo 6: Suspiros de una bruja

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Las hojas comenzaban a caer dejando un hermoso color rojizo a su paso, el otoño tomaba fuerza justo después del regreso de Naomi, los árboles y el suelo compartían los tonos rojizos dignos de una pintura aquellos pequeños detalles que te hacen contemplar la belleza de la naturaleza y la vida en su estado más puro, un agradable viento soplaba trayendo consigo una variedad de dulces aromas, el sonido de las aves, el de las hojas al ser pisadas de forma sutil sin embargo pese a esta felicidad y tranquilidad mi querida bruja se mantenía perdida después de su regreso murmurando cosas con cierta nostalgia.

El lapso de ausencia de mi querida bruja fue extendido casi una semana más, regresando antes de una luna nueva, toda la noche contemple el bosque con expectación esperando a reunirme con ella, afortunadamente esta vez no fui tan imprudente como para ignorar su advertencia.

Celes dormía plácidamente sin entender aquello que existe más allá, en el bosque, un lugar algo alejado de la sociedad y también de lo espiritual, un punto medio entre la urbanización y la virginidad de la naturaleza. ¿Esto ocurriría en otros lugares? Para mi corta edad era difícil tener comparación inclusive de la capital del país, limitando a los ciudadanos a una simple cuna sin la posibilidad de avanzar hacia algunos de los dos extremos y yo era afortunada de poder observar por lo menos uno de esos extremos, poco a poco las lámparas de aceite fueron extinguiéndose, marcando el fin de un día.

En ese momento me inquietaba el jamás conocer en su totalidad aquello que compone un todo de este mundo ya que la posibilidad era mínima, sin embargo la fortuna me sonrió años después mostrándome escenarios indescriptibles tanto creados por el hombre como aquellos que pocas personas llegaron a presenciar, seguramente aún falta más por descubrir pero he de considerarme afortunada.

La mañana aconteció con los sonidos de la vida, las aves, voces, carretas pasando, todo aquello indicaba un nuevo comienzo. Me vestí lo más apresurada que pude, bajé las escaleras de madera hasta la cocina donde mi madre terminaba de preparar el desayuno, esta me recibió con su habitual abrazo dejando un suave beso al finalizar este, ambas nos sentamos a degustar el almuerzo que ella preparaba con dulzura y aunque no fuese algo tan elaborado como aquellos platillos que solía probar con Naomi eran una verdadera delicia y el motivo de esto era que eran exclusivamente preparados para mí con toda la dedicación y el cariño que una madre puede proporcionar.

Durante esos momentos de compañía mutua solía contarle las maravillas que presenciaba con mi compañera de juegos, ella cariñosamente escuchaba atribuyendo todo a la imaginación de una pequeña, de saber lo que ocurría seguramente aquellos días de felicidad hubiesen terminado pero sobretodo alguien que no cree en la magia es imposible mostrársela después de todo un principio de la magia era ese.

La magia existe para aquel que reconoce su existencia.

Este solía ser un precepto algo confuso pero tenía una explicación sumamente sencilla y ese era que sin importar lo mucho que muestres aquella verdad a la persona, esta simplemente se aferrara a sus creencias descartando lo que se oponga a ellas y no solo eso también suele perder su efectividad ante estas personas, esa era la simple verdad bajo la cual se debatía el duelo de Battler y Beatrice. Este precepto es muy importante y será mencionado con frecuencia y explicado a fondo sin embargo por el momento será solo una mención.

Una vez concluida mi rutina me dirigí al bosque sumergiéndome en aquel atrapante rojo, el sonido de mis pisadas y la de los residentes eran más claras y sonoras gracias a las hojas que cubrían el bosque, finalmente llegue a la gran cerca y posteriormente a la mansión donde una suave melodía escapaba del interior. Busque con la mirada a mi adorada bruja encontrando únicamente a Shannon y Miyo quienes sostenían dos grandes cubos de agua en ambas manos mientras las tenían extendidas y un balde más sobre su cabeza, estas se mantenían erguidas de forma rígida, tambaleándose un poco por lo que suponía era el cansancio o la incomodidad que esta posición producía.

Tres años a tu lado y una vida recordando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora