Fuego Cruzado

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Lian

Al principio, el plan parecía sencillo.

Simba y yo lo habíamos ideado de camino, y cuando Nala, Timón y Pumba nos dieron alcance, parecía que todo saldría a la perfección. Subiríamos a la Roca del Rey, buscaríamos a Scar, y en caso de que se rehusara a actuar de forma pacífica, Nala iría en busca de mamá y la manada para alertarlas.

Pero ni Simba ni yo habíamos pensado en que nuestro querido tío nos tenía aguardada una grata sorpresa: el lugar estaba abarrotado por sus pulgosos secuaces. Estaban en los campos secos, las piedras y los recovecos. La mayoría se congregaban al rededor de la Roca del Rey.

Si ver las Tierras del Reino infestadas de hienas era ya por sí solo terrorífico, el trabajo que Simba me había dado lo era aún más. Era preciso crean una distracción para poder atravesar sin llamar la atención de esas alimañas. Y ¿quién mejor que el trío de idiotas que hacíamos Timón, Pumba y yo?

Después de ayudar al suricato a confeccionarse una faldilla con las hojas de una pequeña palma cercana, cuya adaptación para retener agua en estaciones secas la había mantenido verde de milagro, construimos un escenario improvisado. Pumba y Timón se las ingeniarían para distraerlas, y cuando estas corrieran tras sus carnosos traseros, alguien tendría que asegurar que sobrevivirían al plan.

Ese alguien era yo.

Me escondería al otro lado de la Roca, y esperaría ahí a mis amigos para salvar sus pellejos. Era la más joven del grupo, y mi cuerpo delgado y de menor tamaño podría trepar mejor entre las rocas sin llamar la atención, por eso lo habían dejado en mis manos.

O al menos, eso había dicho Simba.

Mientras trepaba con cuidado hasta mi posición, iba asimilando las palabras de mi hermano. Empezaba a sospechar que lo había dicho para deshacerse de mí. Y es que yo no tenía un propósito importante. Scar era de Simba. La manada de Nala. ¿Qué papel jugaba esta pobre gatita entrometida?

O tal vez solo quería evitar que me quedara en medio de una posible pelea. Después de todo, quizá era aún demasiado joven para saber algo de guerras.

Sea como fuese, ya no era momento para regresar a preguntar.

Estaba justo en la cima del cúmulo de rocas. Como habíamos acorado, me asomé con sigilo por el borde del despeñadero para que mis amigos me vieran. Esa era la señal para que el espectáculo comenzara. Salté hacia el lado contrario del cúmulo, que descendía de nueva cuenta, y que me llevaría hasta mi posición.

Mientras lo hacía, podía escuchar la nerviosa voz de Timón inventándose una canción que atrajera a las hienas. ¿Qué mejor que ofrecer al mismo Pumba como un aperitivo?

Resbalé poco antes de llegar a la parte más baja de la Roca, y caí de bruces sobre esta. Estaba cubierta de tierra marchita que apestaba a muerte y podredumbre. Tenía un horrible color gris ligeramente teñido de verde y estaba tan agrietada como la piel de un elefante.

¿De verdad este era el lugar donde había nacido?

Recordaba escasas cosas del tiempo en el que había vivido ahí. Tenía vagas impresiones de recuerdos sobre la Roca del Rey, que lucía mucho más grande en persona, y apenas era capaz de distinguir los rostros de los animales con los que había convivido ahí. ¿Ellos me recordarían a mí?

Los gritos de ayuda de Timón y Pumba aparecieron más rápido de lo que esperaba. Con seis hienas pisándoles los talones, y el suricato corriendo con ese vestuario, no sabía si era mejor burlarme o ayudarlos. Lucía tan ridículo. Una de las hienas estuvo a punto de morder al jabalí, y mi instinto como leona me impulsó a socorrerlos. Salté sobre el animal moteado, sacándolo del camino de un solo zarpazo. Mientras daba vueltas sobre la tierra, golpeó a otra de las hienas.

Lian's Story: One-Shots (Vol. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora