Llegada

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    La reina Sarabi arrugó la frente entre sueños. Algo interrumpía su descanso.

    Se removió un poco en su lugar con la esperanza de encontrar una posición cómoda para dormir con su abultado vientre, producto de su avanzado estado de embarazo.

    Pero le fue imposible.

    Más que la incómoda pose que se veía obligada a adoptar, existía otro factor que le robaba el sueño a la leona. Una ligera punzada había aparecido en la parte baja de su vientre, cosa que la puso alerta y la obligó a abrir los ojos. Cuidando no despertar a su compañero y a su cachorro, ambos dormidos a un lado de ella, Sarabi levantó la cabeza y clavó la mirada en su preciada barriga. El sol aún no aparecía en el horizonte, y la poca luz que llegaba hasta el interior de la cueva de poco le ayudaba. Sin embargo, la leona fue capaz de observar su cuerpo en la penumbra. Todo lucía normal.

    Una corazonada la embragó, pero se convenció que sería solo su cachorro intentando conciliar el sueño dentro de ella. Así que la reina se recostó nuevamente, lanzando un profundo bostezo al aire. Cerró los ojos, y se concentró de forma casi automática en ese pequeño ser que aún no nacía. Le llenaba de dicha pensar cómo sería, y crear en su mente diferentes combinaciones entre los rasgos de ella y su compañero para imaginar los de su nueva cría se había vuelto costumbre.

    La pareja no podía estar más feliz, aun cuando ese segundo embarazo los hubiera tomado por sorpresa. Simba, su primogénito, tendría poco menos de una temporada de edad cuando Sarabi descubrió que estaba encinta de nuevo. Era muy pronto, pero a la leona le emocionaba la idea de tener un segundo cachorro.

    Se descubrió a si misma sonriendo en la oscuridad cuando sintió otra punzada en su vientre, más fuerte que la anterior.

    La reina decidió sentarse para inspeccionarse mejor. Apoyó una pata sobre su vientre y palpó con sumo cariño la piel. Estaba cálida, pero no notaba ningún cambio. Acarició un poco la zona, como solía hacer cada vez que quería sentir a su bebé moverse. Sin embargo, este no respondió.

    Su mente se llenó de dudas. ¿Estaba pasando algo malo con su cría? ¿Por qué no sentía movimiento? ¿Y ese dolor a qué se debía? El corazón de la leona se llenó de angustia y su impaciencia la obligó a ponerse de pie.

    Sarabi se acercó hasta el león que dormía a su lado con la intención de despertarlo, cuidando no pisar a su hijo. Simba dormía hecho un ovillo al lado de su padre. En otro momento, a la leona le hubiese llenado de ternura aquella escena, pero en ese momento supuso un problema para ella. Un nuevo chispazo de dolor la aquejó, y decidió que necesitaba asegurar primero que su cachorro estuviese bien.

    Con el sigilo de la experimentada cazadora que era, la reina caminó entre el mar de patas y cabezas de su manada. Era la primera vez que aborrecía que no hubiese un área libre por dónde salir decentemente. Aun con los contratiempos, Sarabi consiguió llegar al exterior, donde la briza matutina la recibió. Empezaba la estación seca, por lo que la atmósfera no estaba tan fresca como hubiese deseado, aunque no le dio demasiada importancia.

    La leona caminó hasta la base de la Roca del Rey en busca de un poco de luz. Pero el amanecer no tendría lugar sino pasados varios minutos. Sarabi se tumbó sobre el primer conjunto de piedras que encontró, dejando su estómago a la vista. Volvió a acariciarlo, suplicando por sentir los pataleos de su cría. Pero en su lugar sintió otra punzada.

    Una vez pasado el dolor, su mano sintió por fin el movimiento que tan desesperadamente buscaba. Exhaló aliviada. Sin embargo, esta sensación no duró más de unos pocos segundos, pues pronto la reina se percató de los cambios que estaban ocurriendo en su cuerpo. Se estaba preparando para dar a luz.

Lian's Story: One-Shots (Vol. 1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora