Capítulo 3.

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El pelinegro despertó varios días después en el hospital, totalmente recuperado. Intentó levantarse de la cama al no observar a Mikan junto a él, pero Ruka lo detuvo.

—Natsume...no te preocupes por Sakura, está bien, solo tiene algo de fiebre por haber pasado tanto tiempo bajo la lluvia y cansancio por lo de su nuevo alice. Descansa un poco más y dejarán que vayas a verla.

—Nunca entenderé cómo Sakura puede ser tan imprudente, y además sabiendo lo que pasó la otra vez, increíble. — Permy también estaba con ellos.

—Es una idiota, pero tengo que admitir que no podría imaginar lo que hubiera pasado si ella no hubiera aparecido. Siempre poniendo su vida en riesgo por los demás. — Las palabras de Natsume sorprendieron a todos los presentes.

—Ella es así, pero es lo que tiene de especial, nunca se rinde cuando se trata de proteger o ayudar a la gente que le importa. — Narumi entró en la habitación con su sonrisa característica, aunque esta desapareció al instante. —Sé lo que pasó, y lamentablemente aún no puedo hacer nada para que dejes de ir a las misiones, lo siento, Natsume-kun. Lo único que puedo hacer es interferir para que no te manden tan seguido y dejar que te recuperes para la siguiente, así evitaremos que resultes herido al estar tu cuerpo en óptimas condiciones para realizar los trabajos que se te propongan...Sé que no quieres ir, y sé que te amenazan con ciertas cosas para que vayas a las misiones, pero te prometo que llegará un día en el que no tengas que hacerlas ni una vez más. —

—Solo son misiones estúpidas, Naru. Algún día tendré la fuerza necesaria para oponerme a ellas, cuando deje esta estúpida academia. Mientras, vigila a esa baka para que no se meta en problemas. — La última frase la dijeron Natsume y Hotaru al unísono, ya que ella entró en la habitación. —

—Creo que evitar que se meta en problemas es algo muy complicado, pues su madre era exactamente igual...— Narumi se rascó la cabeza sin saber muy bien qué hacer. —

—Natsume, la baka de Mikan todavía está dormida, pero los médicos han dicho que puedes ir a verla cuando quieras. Nosotros ya la hemos visitado, solo faltas tú. — La pelinegra desapareció en un abrir y cerrar de ojos, posiblemente para dirigirse a su laboratorio para seguir con sus inventos.

—Será mejor que dejemos a Natsume descansar para que pueda ir a ver a Mikan. — Narumi condujo a todos hacia la salida de la habitación. —Seguro que tienen mucho de qué hablar. — Natsume no tuvo tiempo de responder, pues se cerró la puerta y solo pudo ver la sonrisa pícara de su molesto profesor.

—Tch, maldito Naru...— Natsume maldijo en voz baja, pero no tardó en levantarse de la cama y corretear hasta la habitación de Mikan. ¿Cómo supo en qué habitación estaba? Ni él mismo se paró a pensarlo.

Entró sigilosamente en la habitación, y efectivamente, no se equivocó. La castaña estaba tumbada en su cama mientras dormía plácidamente, con su cabello sin aquellas infantiles coletas, desparramado por la blanca almohada de hospital. Sus mejillas estaban sonrojadas a causa de la fiebre, aunque parecía no ser tan grave como cuando los dos se desplomaron.

El pelinegro había entrado en pánico absoluto en aquel momento, pues no sabía qué hacer y detestaba no tener la suficiente fuerza como para protegerla. Pero él estaba débil también, y aunque no pudo hacer nada seguía culpándose, pues podría haber pasado algo mucho peor. Se puede decir que tuvieron suerte.

Se acercó despacio hacia la cama, apartó los mechones rebeldes de cabello que se posaban sobre su frente, y se sentó en la silla que estaba junto a la cama. La observó durante unos momentos. Observó que una de sus manos estaba ligeramente abierta, y cuando quiso darse cuenta, su cuerpo pareció moverse por si solo y dejó su mano sobre la de ella. Encajaban a la perfección.

La castaña apretó la mano de Natsume levemente al sentirla junto a la suya y la acercó más a su cuerpo, cambiando su posición de estar boca arriba a estar su cuerpo mirando hacia él y cogiendo la mano del pelinegro con sus dos manos. Natsume pensó que se había despertado, pero seguía dormida profundamente.

Pensó en una forma efectiva de combatir la fiebre. Calor. Sabía que como Mikan se enterara se encargaría de regañarlo durante 3 horas (mínimo) por usar de nuevo su alice, pero en aquel momento no le importaría siempre y cuando estuviera despierta y sana. Posó su mano restante en su frente, haciendo que el calor de su cuerpo pasara al de ella. Rápidamente desaparecieron sus mejillas sonrojadas y comenzó a abrir los ojos.

Mikan nunca hubiera imaginado quien era la persona estaba cuidando de ella.

La castaña comenzó a mirar el techo de la habitación algo aturdida, hasta que se percató de que una mano estaba sobre su frente, que inesperadamente, le brindaba calor y tranquilidad. También, apretó de nuevo con suavidad su mano restante al notar que otra mano estaba sobre la suya, y dirigió su mirada a su desconocido compañero de habitación. Natsume.

—¿Natsume...? — El pelinegro apartó rápidamente ambas manos de ella, echando la silla un poco hacia atrás. Había sido descubierto, y no solo eso, estaba avergonzado de que precisamente ella lo hubiera visto haciendo eso.

—No te confundas, Lunares, me sentía culpable de que acabaras en una cama de hospital, así que por lo menos tenía que hacer algo para que salieras cuanto antes de aquí. — Estaba sonrojado, y no había forma de ocultarlo.

La castaña se levantó rápidamente de la cama, y sin ofrecer ni un segundo para que Natsume reaccionara, le abrazó, sonriendo feliz.

—Gracias, Natsume. — Natsume observó cómo su cabello se movía a causa del aire que entraba por la ventana, y durante una fracción de segundo, imágenes de ellos dos bajo un árbol de Sakura inundaron su mente, como si una ilusión se tratara. Una idea apareció en su cabeza. Cerró los ojos durante un instante, disfrutando de la calidez que Mikan le brindaba y se apartó suavemente de ella, incapaz de ocultar sus mejillas coloradas. Las de Mikan también estaban sonrojadas, y no a causa de la fiebre, precisamente.

—Ya, ya, ¿crees que me basta con un simple gracias? Tch, parece que no me conoces, Lunares. — La cabecita de Mikan comenzó a echar humo al escuchar, otra vez, ese maldito apodo, pero intentó aguantarse las ganas de protestar.

—Natsume, ¿podrías ser tan amable de dejar de llamarme de esa forma? Tengo nombre. — En lugar de ser grosera, intentó ser lo más educada posible.

—Hmmm...—

—¿Hmmm? —

—Hmmm.... — Natsume cogió un mechón de la castaña y tiró suavemente de él, haciendo que se acercara lo más posible a su cara. — Nunca. — Le sacó la lengua en un gesto infantil, y antes de que Mikan respondiera, dio un salto y se posó en la ventana, mirándola.

—¡Natsume, BAAAAKAAAAA! — Mikan gritó con todas sus fuerzas, mirándole muy sonrojada. El pelinegro, antes de que viniera alguien y lo culpara por molestar a un enfermo, puso su dedo índice en sus propios labios haciendo que la castaña guardara silencio, sorprendido por el hecho de que obedeciera.

—Te espero mañana en el árbol de Sakura, y ni se te ocurra llegar tarde o te quemaré el trasero, fresitas. —

—¿HAS VUELTO A MIRAR MIS...? ¡IDIOTA! — La castaña quiso acercarse a la ventana con intención de hacer que se quedara para que escuchara sus protestas, pero su misión se vio frustrada cuando observó una leve sonrisa en los labios del pelinegro.

—Eso te pasa por dejar la ventana abierta para que entre el aire cuando tienes visita, fre-si-tas. — La pobre no tuvo tiempo de reaccionar, pues Natsume ya había desaparecido. Nunca lo había visto sonreír, y aquello la tomó por sorpresa. Lo único que pasó por su mente en aquellos instantes, fue su deseo de verle sonreír muchas más veces, ahora que había quedado fascinada por aquella sonrisa en aquel rostro tan inexpresivo.

Mientras Mikan se debatía internamente entre acudir o no al lugar donde Natsume le dijo, el pelinegro se propuso volver a ver aquella sonrisa alegre que tanto lo había cautivado, y por eso se encontraba en Central Town comprando una caja de Howalon extra grande.

—Tch, más te vale que sonrías como una baka con esto, Lunares...—

Ojalá pudieras sonreír.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora