Capítulo 4

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Los golpes del mazo del juez resonaron por toda la sala

—Doy por cerrada la sesión— dijo con una voz grave que sonó demasiado alta.

Elsa cerró los ojos decepcionada y cubrió su rostro con una mano.

Otra Vez.

Otra vez había caído con lo mismo.

—Bien jugado— escuchó esa asquerosa voz a su lado y al alzar la vista observó a Hans con una sonrisa arrogante mientras tendía su mano delante de ella.

Ella no dijo nada y resignada le estrechó la mano.

Elsa podría estar todo lo cabreada que ella quisiera pero aquella situación no borraba sus modales obtenidos por tantos años en una escuela femenina.

Agradeció el momento en el que pudo salir de allí e ir a un instituto normal.

—Mira el lado positivo, Elsa... El buffete se lleva beneficios sí o sí.

—Eso es lo único que te importa,Hans...los beneficios— dijo ella dándose la vuelta para guardar algunos documentos en su lujoso maletín de cuero negro y algunos arreglos de oro.

—Oh vamos,no te pongas así... Verás como algún día vas a ser capaz de ganar— dijo el pelirrojo agarrando su mejilla como si de una cría se tratase.

Ella bufó y empujó su mano para apartarla de su cara.

—Nos vemos mañana​,Hans—dijo recogiendo todo y saliendo de la sala sin darse cuenta de que había varias personas observándole

Y la pregunta era

¿Cómo no observarla?

Elsa Arendelle era bastante codiciada entre los solteros de la alta alcurnia.

Buena familia, con un padre juez poderoso.

Era la princesa de papá...y ya estaba cansada de eso.

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(Jack y su bicicleta🌚)

Un peliblanco iba montado en una simple bicicleta azul con una mochila sobre sus hombros mientras pasaba por el trafico ,el cual siempre estaba revuelto, del centro de Nueva York

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Un peliblanco iba montado en una simple bicicleta azul con una mochila sobre sus hombros mientras pasaba por el trafico ,el cual siempre estaba revuelto, del centro de Nueva York.

Maldecía mil y una de veces a Elsa por vivir en un lugar tan concurrido.

Después de conseguir milagrosamente llegar al lujoso bloque de apartamentos donde la rubia vivía, bajó de la bicicleta y entró en el edificio.

Un robusto pero simpático hombre se acercó al peliblanco.

—Buenas,señor Frost— dijo con una sonrisa

—Hola Tom...¿Ha llegado ya?— preguntó quitándose el casco.

—Sí, hace una hora. Deme ,yo se la guardo— dijo agarrando la bicicleta.

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