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19 ABY

–Maestro Windu, tiene que creerme.– suplicó Hade encubierta. Había tenido una visión donde el templo yacía en llamas y varios niños gritaban de dolor.

–No tienes derecho de llamarme Maestro, menos una Sith como tu. Si te creyera estaría violando mis principios, traidora.– respondió sin mirarla, subiendo a la nave.

–El Maestro Yoda me creería.– replicó con remordimiento. Windu no se volteo y partió, dejando el templo Jedi solo. Aheda se maldijo, nadie la escucharía. Ahsoka ya no estaba mas en la Orden, algo que Hade dedujo, le habían fallado mucho a la Togruta menor. No había casi Jedi de confianza allí, cualquiera que la viera la intentaría matar. Corrío escondida al departamento de Padmé, tal vez ella sí la escucharía. Tocó la puerta y la mismísima Padmé abrió.

No había envejecido casi nada, de hecho parecía resplandecer, y luego lo noto. Estaba embarazada, en las últimas etapas parecía.

–Oh por la Fuerza.– susurró Aheda con la boca abierta. Padmé la miro con las cejas fruncidas, como si estuviera molesta y aún así, vio un brillo nostálgico en sus ojos.

–Aheda... no vendrás a hacerme daño ¿verdad? –iniquirio Amidala con cierta distancia, una mano protectora en su vientre.

–No Padme, por dios. Seré Sith pero no ese tipo de Sith. Vengo a advertirte algo, sobre una visión que tuve y creo que corres peligro.–mencionó simple. Luego de que la Senadora asintió, Aheda prosiguió.–El templo Jedi, lo ví en llamas y escuche niños gritar. No sabía que estabas embarazada... ¿sabes que es ya?–

–No lo sé, pero presiento que es una niña. Ella será como mi princesa, Leia.–

–¿Y quién es el padre? Si puedo preguntar claro...–

–Es...por favor no se lo digas a nadie...–suplico Padmé. Aheda asintió.–Es Anakin, él es su padre.–

–Hay no... dime que es una broma– murmuró incrédulo Hade.

–No, ¿por qué sería una broma? Además ¿que tiene de malo?–

–Corres peligro Padme, hazme caso. Vete lejos, en Naboo estarás segura.– explicó preocupada.

–¿Porque todos me dicen que corro peligro? ¿De qué corro peligro?–

–Lo vi en una visión Padme... preferiría no decirte quien es, no sé con exactitud, son sólo deducciones. Hazme caso, antes que sea demasiado tarde.– sentenció Aheda, levantando su capucha negra, preparándose para partir.

–Espera Aheda... noté que tus ojos no estan amarillos como me contó Obi-Wan... ¿Qué es lo que pasó?–

–Me di cuenta que fui muy estúpida. No encajé del todo bien, me faltó algo de odio por la galaxia, no lo tengo claramente. Extraño a...– Hade se frenó y se arrepintió profundamente.

–Ven Aheda, pasa por favor, te noto algo afligida, creo que te hizo falta una amiga todo este tiempo.–observó Padme, haciéndose a un lado.

–Si Anakin llega a venir, se pondrá feo.– mencionó, tratando de evadir todo lo posible una charla entre chicas. Padme insistió y Hade se resignó, ambas se sentaron en el sofa.

–Cuéntame Aheda, esa persona que extrañas, ¿no será Obi-Wan?– señaló Amidala, tomando un sorbo de su té.

–¿C-cómo?–

–Desde que te fuiste, Obi-Wan estaba... como decirlo... deprimido, y no de la misma forma que cuando Ahsoka se fue. Anakin estuvo deprimido, sí, pero lo del maestro Obi-Wan era mal de amores.–

–Tonterías Padmé, Obi-Wan me detesta desde que lo traicione, además mató a mi hermano, no es algo que le perdonaré tan fácilmente.–

–Aún así lo extrañas, aunque no lo perdones fácilmente, quieres verlo y abrazarlo. Obi-Wan nunca fue predecible pero pude leerlo Aheda, te extraña tanto como tu lo haces, deberías encontrarte con él, es una lástima que este en una misión ahora.–

–No, es muy pronto para volverlo a ver... No estoy preparada.– susurró la Togruta quien segundos después se paro, asustando a Padme. Sintió la presencia de Anakin. Le gesticuló un adiós a la senadora, sin saber que esa era la última vez que la vería.

[...]

Se encontraba a la deriva en una nave. Algún tiempo había pasado desde esa vez que charló con Padmé. Algunos días después la Orden 66 fue ejecutada y Aheda descubrió algo terrible. El temible Lord Sidious, a quien servía antes, era el Canciller Palpatine; aún peor fue cuando se enteró que Anakin Skywalker se había convertido en Darth Vader, la mascota favorita del Lord. Esta fue la razón principal por la que Aheda desertó, viajando en los confines del espacio, buscando rastros de Obi-Wan o Ahsoka, esperando que no los hubieran matado, sintiendolos en la fuerza.

A quien no sentía en la fuerza era a Padmé, había desaparecido poco a poco, dejando un pequeño dolor en el pecho de Aheda. Estaba lejos de Coruscant, orbitando Dantooine para estar alejada de los Sith y los peligros de la reciente Orden 66. Había pedido un favor a un amigo de confianza en Dantooine, que durante su viaje en planetas remotos busque el paradero de Obi-Wan Kenobi, mientras ella buscaba a su ex-compañera togruta.

En ese momento, situada en uno de los asteroides de Nal Hutta, recibió una transmisión de su amigo. Supuestamente en Tatooine había rastros de que un Kenobi anduvo por allí. Le agradeció a su amigo y reflexionó al respecto. Se tomaría un tiempo para seguir buscando a Ahsoka en planetas remotos, luego iría a Tatooine.

Durante unos años, 6 para ser precisos, vió como el nuevo Imperio deformaba el antiguo sistema de la república. También vio grupos de rebeldes surgir en cada planeta, dispuestos a luchar contra la tiranía del emperador. De vez en cuando Aheda se unía a ellos, pero mantenía un perfil bajo, quedándose en distintos lugares durante no mas de 3 meses. Iba rotando y entrenaba a aquellos que lo necesitaban, quienes no tenían experiencia pero poseían valor y perseverancia. Pero no parecía haber rastro de Ahsoka, era tiempo de ir a Tatooine y enfrentarse con Obi-Wan.

El sol la azotó. Toda vestida de negro entre toda esa arena, reflejando la luz era carnada. Se notaba que no era de allí. Decidió quitar toda esa capa de ropa, quedando en su top usual de color azul marino y en su pantalón ajustado negro. Las botas altas e intactas golpeaban en la arena y desearía tener un speeder con ella.

Llegó a la ciudad principal, llena de escoria. Entre tanta porquería chocó con alguien, alguien pequeño. Un niño rubio de ojos claros estaba frente a ella, y la miraba sorprendido. No sabía si era por su raza o por su sable, pero lo ayudó a levantarse.

–Pequeño, ¿que haces por aquí?– se agachó a su altura, preocupada.

–Venía a buscar unas cosas para un droide, ¿que hace usted aquí?– pregunto el niño con curiosidad.

–Vengo a buscar a un viejo amigo.– respondió simple la togruta. Al niño se le iluminaron los ojos

–Tal vez la pueda ayudar... Señorita...?– preguntó tendiendo su mano, algo temblorosa, no de miedo, sino de emoción.

–Aheda, mi nombre es Aheda, Joven...?–Hade tomo su mano, dándole un apretón amistoso.

–Llameme Luke, un placer conocerla.– dijo amable, sonriendo.

VanishedDonde viven las historias. Descúbrelo ahora