[ uno ]

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¿Alguna vez has tenido la sensación de que todo el peso del mundo cae sobre tus hombros? ¿Si? Pues eso era exactamente lo que sentía mientras miraba estupefacta a la mujer que había sido mi delirio durante tanto tiempo.

Probablemente no entiendas nada, así que comencemos desde el principio, hace cinco meses atrás.

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"Soy hermosa, soy inteligente, soy valiosa." repito como cada día al despertar. Es mi mantra, es lo que me empuja a vivir cada día y hasta la fecha me ha servido para no rendirme ante mi inseguridad, que está escondida por algún lugar en mi mente esperando para salir por cualquier pequeño motivo; yo intento no darle ninguno.

Todas las mañanas después de mi mantra, corro a desayunar, una ensalada es suficiente, aunque me mate del hambre debo de mantener mi peso, no debo de subir ni una libra, puede parecer extremo pero la vida de una bailarina de ballet es exigente; una sola libra podría ser la diferencia entre el papel principal o el menos importante.
Después de mi insípido desayuno, hacía estiramientos básicos, después de treinta minutos haciendo eso, corría a bañarme, al finalizar me ponía ropa deportiva y después de secar mi cabello y sujetarlo en un gran moño, me dirigía a la salida de mi departamento, no sin antes tomar la maleta que había dejado preparada desde la noche anterior con todas mis cosas de ballet dentro.

Me dirigía a la Universidad, donde estudiaba ballet clásico, y pasaba por un café, porque nunca era malo mantenerse despierta.
Estaba en mi último año, si hacía las cosas bien podría graduarme con honores y conseguir un trabajo en cualquier ballet que quisiera; y las cosas probablemente fueran más fáciles si conseguía el papel protagónico de la rutina que estábamos preparando como proyecto final "El lago de los cisnes"

Sonreí, estaba a un paso de conseguir todo lo que quería; había luchado por llegar hasta donde estaba pero me sentía orgullosa con lo que estaba obteniendo.
Mi teléfono comenzó a sonar, lo saqué del pequeño bolso donde estaba y lo coloque en mi oreja.

—¿Si? —dije.
—Beatriz cariño. —la voz de mi mejor amiga sonó al otro lado.
—¡Sharon! ¿Qué pasa? —pregunté animada.
—Necesito ayuda.
—¿Si?
—Al parecer la fiesta a la que acudí anoche estuvo divertida, desperté en el apartamento de una mujer guapa pero que apenas conozco. —dijo. No pude evitar rodar los ojos, típico de Sharon. —El caso es que logré salir del apartamento, no tengo ni idea de donde está pero según mi GPS solo queda a diez minutos de tu casa...
—¿Quieres llegar a mi departamento? —pregunté adivinando.
—Tengo resaca y quiero reponerme, así que si, por favor. —confirmó.
—Está bien, ¿tienes las llaves no? —pregunté.
—Si.
—De acuerdo, con cuidado y no hagas un desastre de mi cocina por favor.
—Cuando vuelvas de la escuela te recibiré con pizza como premio, te lo juro B. —dijo.
—Más te vale. —amenacé.
—Te veo en unas horas. —dijo mi amiga mandando un beso antes de colgar.

Sharon era mi mejor amiga desde que ambas teníamos 7 años; con ella había hecho algunas de las mayores locuras de mi vida, como por ejemplo: mudarme a la ciudad. Ambas éramos dos niñas con grandes ambiciones y el pequeño pueblo de donde veníamos no las llenaba todas, así que al cumplir dieciocho tomamos todos nuestros ahorros y salimos en busca de algo mejor; y lo conseguimos.
Ella había terminado su carrera en fotografía y ahora trabajaba para algunas revistas importantes; había conseguido su propio departamento dejándome a mí el que habíamos alquilado al llegar a la ciudad por primera vez; Sharon ahora era libre y vivía bien.
Y yo, como aún no terminaba de estudiar tenía que trabajar en un bar por las noches para solventar mis gastos, no me quejaba, no era algo indigno, solo tenía que cantar, y lo disfrutaba, aunque a veces, cuando los gastos no salían cómo debían, Sharon estaba ahí para darme una mano, o mejor dicho, dinero; a pesar de que siempre le pagaba, me sentía como una abusiva pero ella decía que después de todo siempre la dejaba llegar a mi apartamento cuando tenía problemas, o resaca.
Todo esto hacía a Sharon la mejor persona que pude conocer, y me impedía enojarme con ella, o negarle algo ¿como podría?

Matryoshka. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora