[ cinco ]

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Me gustaría decir que lo que me despertó a la mañana siguiente fue un rayo de sol que iluminó mis ojos; lo típico.
Pero en realidad me caí de la cama y azote contra el piso de madera.

Logré salir del nido de sábanas que ahora estaba en el suelo, sentía como estaba despeinada.
Me levanté y con felicidad me di cuenta que mi pie ya no dolía tanto como ayer, parecía que Ekaterina tenía razón.

Ekaterina.
Miré con rapidez a mi cama, ahí ya no había nadie.
Mi corazón se hundió, lo sabía, ese era el resultado de volver a confiar en ella, se había disculpado y todo ¿para qué? Para dejarme otra vez.
Aunque en realidad no tenía derecho a culparla, no era su obligación quedarse, tampoco había sido su obligación ayudarme ayer.
Ella lo había dicho, no era mujer de más de una noche, en realidad no tendría porque decepcionarme ni esperar nada de ella.

Suspiré largo y tendido antes de dirigirme a la cocina con desgana; aún cojeaba un poco pero nada con lo que no pudiera lidiar.
Al llegar encendí la cafetera, y abrí la nevera para sacar el envase de zumo de naranja.
Saque un vaso de la encimera y comencé a vaciarlo.

—Доброе утро

La voz me hizo saltar, el zumo se derramó por toda la barra.
Mi corazón estaba latiendo como un loco y me di la vuelta con una mano en el pecho.

—¡Te asusté! —gritó divertida la rusa que me miraba con una gran sonrisa.
—Pensé que te habías...
—¿Qué me había ido? —me miró con una sonrisa. —Claro que no, te lo prometí. —me guiñó un ojo.

Sonreí, sintiendo una sensación de calidez en mi estomago que preferí ignorar.

—¿Quieres café? —pregunté.
—Está bien, gracias. ¿Cómo está tu pie?
—Duele menos. —sonreí.
—Eso es genial. —aplaudió emocionada. —Ahora necesitamos hablar seriamente. —tomó mi mano y me llevó hasta el sofá.

Me miró con seriedad en sus ojos y abrió la boca para hablar, poniéndome nerviosa.

—Hable con Elina, no le conté todo, pero tiene la idea de lo que sucedió así que te voy a preguntar ¿quién fue? Ella lo quiere saber y también yo.
—Yo... —dije, no sabia si era buena idea revelar quien había sido, después de todo Ekaterina tenía una especie de relación con Magenta.
—¿Y bien?
—Ya no importa. —me encogí de hombros.
—Malysh, esto no se puede quedar así, y si tú no me lo dices lo acabaré descubriendo de cualquier manera. да?
—Fue Magenta. —confesé al fin.
—¿Magenta? ¿Quién es Magenta? —frunció el ceño.
—La bailarina con la que te acuestas. —le dije con seriedad, ella abrió mucho los ojos.
—¿La bailarina con la que... ¡Oh! —me miró con sorpresa y después algo extraño pasó por sus ojos; su expresión cambio a una de absoluta seriedad y en sus ojos vi enojo. —Fue Verónica.
—¿Quién? —pregunté con confusión.
—Verónica. —negó con la cabeza y comenzó a caminar de un lado a otro.

Comenzó a susurrar cosas entre dientes, solo alcance a entender unas pocas cosas como "le advertí" "idiota" y un montón de palabras en ruso que no entendía.
Al parecer el verdadero nombre de Magenta era Verónica y Ekaterina estaba enojada con ella, lo que me hizo sonreír.

—Hey...
—Esto no se quedará así. —me miró. —Me tengo que ir.

La miré con confusión.

—¿No te ibas a quedar a desayunar? —levanté una ceja.
—Tengo que solucionar un asunto, quédate aquí y descansa, no te preocupes por la escuela, hablaré con Elina.
—Bien... —respondí decepcionada, se acercó a mí y me envolvió en un abrazo.

Matryoshka. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora