Capítulo 01

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T E S S A N D R A

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T E S S A N D R A


Cuando traspaso el umbral, el conocido pasillo me hace soltar todo el aire que estaba conteniendo en mis pulmones, lo cual es extraño ya que este sitio no es mi lugar favorito, más bien es todo lo contrario, si pudiera me largaría y no volvería jamás; pero se siente familiar y me alivia de alguna forma.

Nunca he sido una cobarde y sé defenderme, pero andar sola por las calles a altas horas de la noche no me gusta. Siempre tengo que estar alerta, prestar atención a los sonidos y sombras, nunca sabes si hay alguien a tus espaldas listo para atacarte. Todas las noches es la misma rutina, todavía no logro adaptarme y no sé si pueda acostumbrarme algún día.

Estabilizo mi respiración agitada antes de seguir caminando, las paredes están tapizadas de terciopelo negro —como casi todo el club—, hay pequeños candelabros empotrados en la pared, parecería una cueva oscura si no fuera por la tenue luz de color rosado que le da cierto aire de inocencia a un lugar que no guarda más que sexo, drogas y alcohol.

Hay chicas con las tetas al aire caminando de un lado a otro sin pudor alguno y algunas están en ropa interior; seguramente acaban de bajar del escenario. Hay otras chicas que aguardan en el pasillo, sentadas en los sillones de cuero que están pegados a las paredes, esas llevan trajes muy elaborados, tanto que podría tratarse de una fiesta de disfraces. Veo corsés elegantes, guantes hasta los codos, plumas, medias de red, ligueros y tacones casi tan altos como los rascacielos.

Sumergida en mis pensamientos, me dirijo hacia mi camerino y enciendo la bombilla, aquí sí hay luz blanca y potente. Cierro la puerta detrás de mí, voy directo al ropero de madera negra y me asomo dentro. Ahí está mi vestuario de hoy justo como cada viernes, si en algo se caracteriza este club es en ser el más lujoso, pomposo y caro. Aquí la gente derrocha cantidades exageradas de dinero para ver un gran espectáculo erótico, por lo tanto, cambiamos de traje cada fin de semana. Me pregunto cuántos habrá en la bodega, pero es imposible estimar una cantidad.

Cada chica tiene su estilo, nuestro jefe se apega mucho a él a la hora de comprar mercancía o seleccionar la música que bailaremos, por algún motivo los clientes disfrutan que cada una tenga una personalidad, pueden buscar lo que les gusta entre todo el catálogo. Es algo más que solo sentarte a ver cómo bailan desnudas un par de mujeres.

Deslizo hacia abajo el cierre del porta trajes. En esta ocasión llevaré un precioso corsé negro con finas líneas plateadas y botones del mismo color en la parte delantera, así como ropa interior a juego y un que otro accesorio.

Me desnudo, dejo mi ropa perfectamente doblada sobre el tocador. Me pongo unas delicadas bragas de encaje y el sostén. Acto seguido, me dejo caer en un taburete de cuero.

Con movimientos gráciles me pongo mis medias negras de red, mi blanquecina piel se colorea de color oscuro. Hay muchas cosas que quisiera estar haciendo en este momento, cualquier cosa estaría bien para mí, sin embargo, estoy aquí, atrapada. Es muy jodido, pero no soy el tipo de chica que se revuelca en la autocompasión, hay que hacer lo que hay que hacer y listo, no hay más, no puedo perder el tiempo lamentando mi destino y lloriqueando en los rincones, aunque debo de admitir que de vez en cuando es difícil guardar la compostura y fingir que no me afecta hacer algo que me causa repugnancia, si lo repito lo suficiente tal vez me lo crea.

Gardenia © ✔️ (TG #1) [EN LIBRERÍAS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora